CIUDAD DEL VAITCANO, viernes, 24 febrero 2006 (ZENIT.org).- « Bienaventurados los que trabajan por la paz». Con estas palabras acogió este viernes Benedicto XVI a los obispos de Bosnia-Herzegovina con motivo de su quinquenal visita «ad limina apostolorum».
La visita de los prelados al Santo Padre tenía lugar diez años después de los acuerdos de Dayton, que sancionaron la integridad y la soberanía de esta República, y acabaron con el conflicto armado con la antigua Yugoslavia.
En respuesta al saludo que en nombre de los prelados le dirigió el cardenal Vinko Puljic, arzobispo de Vrhbosna (Sarajevo), el Papa reconoció que «tras los años tristes de la reciente guerra, como agentes de paz, estáis llamados hoy a reforzar la comunión y a difundir la misericordia, la comprensión y el perdón en el nombre de Cristo, tanto dentro de las comunidades cristianas como en el complejo tejido social de Bosnia y Herzegovina».
«El amor –aclaró–, para ser fecundo a nivel espiritual, no tiene que seguir simplemente las leyes terrenas, sino dejarse iluminar por la verdad que es Dios y traducirse en esa medida superior de la justicia que es la misericordia».
El obispo de Roma consideró que si los obispos «trabajan con este espíritu, podréis llevar con éxito la misión que se os ha confiado, contribuyendo a cicatrizar las heridas todavía abiertas y a resolver conflictos y divisiones, herencia de años pasados».
Entre los «apremiantes problemas» que afrontan los obispos el Papa mencionó la «situación de los exiliados» y abogó por su regreso gracias a «oportunos acuerdos que aseguren el respeto de los derechos de todos».
El obispo de Roma pidió la «necesaria igualdad entre los ciudadanos de diferente religión» y «medidas que afronten la falta de trabajo para los jóvenes», así como «atenuar las amenazadoras tensiones entre etnias».
«Podéis contar con la orante, concreta y afectuosa solidaridad de la Santa Sede y de toda la Iglesia católica» les aseguró.
Alentó también a realizar esta labor de unidad dentro de la comunidad eclesial pues, el obispo, recordó, «es «pontífice», es decir, «constructor de puentes» entre las diferentes exigencias de la comunidad eclesial».
«Y esto constituye un aspecto del ministerio episcopal particularmente importante en el momento histórico actual, en el que Bosnia y Herzegovina reemprende el camino de la colaboración para construir su propio futuro de desarrollo social y de paz», concluyó.
La Iglesia católica pagó un precio altísimo durante la guerra, según recordaba este jueves «Radio Vaticano». Tan sólo en Sarajevo, los católicos pasaron de ser 500.000 a 125.000.
En toda Bosnia y Herzegovina nueve sacerdotes y una religiosa fueron asesinados, 99 iglesias fueron destruidas y 127 dañadas, sin contar otras decenas de ataques a monasterios y centros eclesiales.
Se calcula que unos 450.000 católicos fueron obligados a abandonar sus casas.
Diez años después, los obispos bosnios no tienen dudas: «Dayton interrumpió la guerra pero no trajo la paz», afirmaron este miércoles en la Sala de Prensa Exterior de Roma.
Entre los prelados, tomaron la palabra monseñor Franjo Komarica, obispo de Banja Luka, y monseñor Pero Sudar, obispo auxiliar de Vrhbosna (Sarajevo).
Éste último definió Dayton como un acuerdo «esquizofrénico», pues «dividió Bosnia-Herzegovina según el criterio étnico».
«Pero si querían seguir este criterio tenían que dividirlo en tres » (croatas, serbios y bosnios). Y, sin embargo, añadió obispo: «lo dividieron en dos, prolongando la tensión que había estallado durante la guerra».