CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 26 febrero 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció este domingo Benedicto XVI al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
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Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de Marco, hilo conductor de de las celebraciones dominicales de este año litúrgico, presenta un itinerario catecumenal, que lleva al discípulo a reconocer a Jesús como Hijo de Dios. Por una afortunada coincidencia, el pasaje de hoy toca el tema del ayuno: como sabéis, el miércoles próximo comenzará el tiempo cuaresmal con el rito de las Cenizas y el ayuno penitencial. La página evangélica es, por este motivo, particularmente apropiada. Marra que mientras Jesús se encontraba sentado a la mesa en casa de Leví, el publicano, los fariseos y los seguidores de Juan Bautista le preguntan por qué sus discípulos no ayunan como ellos. Jesús responde que los invitados a la boda no pueden ayunar mientras el esposo está con ellos; ayunarán cuando les sea arrebatado el esposo (Cf. Marcos 2, 18-20). Con estas palabras, Cristo revela su identidad de Mesías, esposo de Israel, quien vino para los desposorios con su pueblo. Quienes le reconocen y acogen con fe están de fiesta. Sin embargo, él tendrá que ser rechazado y asesinado precisamente por los suyos: en ese momento, durante su pasión y muerte, llegará la hora del luto y del ayuno.
Como decía, el episodio evangélico anticipa el significado de la Cuaresma. En su conjunto, constituye un gran memorial de la pasión del Señor, en preparación de la Pascua de Resurrección. Durante este período no se canta el «aleluya» y se nos invita a practicar formas adecuadas de renuncia penitencial. El tiempo de Cuaresma no debe afrontarse con espíritu «viejo», como si fuera una obligación pesada y fastidiosa, sino con el espíritu nuevo de quien ha encontrado en Jesús y en su misterio pascual el sentido de la vida, y experimenta ahora que todo debe hacer referencia a El. Ésta era la actitud del apóstol Pablo, quien afirmaba que había dejado todo atrás para poder conocer a Cristo, «el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Filipenses 3, 10-11).
Que nuestra guía y maestra en el camino cuaresmal sea María santísima, quien, cuando Jesús se dirigió con decisión hacia Jerusalén para sufrir la pasión le siguió con fe total. Como «ánfora nueva» recibió el «vino nuevo» preparado por el Hijo para los desposorios mesiánicos (Cf. Marcos 2,22). Y, de este modo, fue la primera en recibir bajo la Cruz esa gracia, derramada por el Corazón traspasado del Hijo, encarnación del amor de Dios para la humanidad, que ella misma, había solicitado con instinto de madre para los esposos de Caná (Cf. «Deus caritas est», 13-15).
[Tras rezar el Ángelus el Papa pronunció este llamamiento:] Siguen llegando en estos días noticias de trágica violencia en Irak, con atentados en las mismas mezquitas. Se trata de acciones que siembran luto, alimentan el odio, y obstaculizan gravemente la de por sí difícil obra de reconstrucción del país.
En Nigeria han tenido lugar durante varios días enfrentamientos entre cristianos y musulmanes, con muchas víctimas y destrucción de iglesias y mezquitas. Expresando mi firme condena por la violación de los lugares de culto, encomiendo al Señor a todos los difuntos y a quienes lloran por ellos.
¡Invito, además, a todos a una oración y penitencia más intensas, en el sagrado tiempo de Cuaresma, para que el Señor aleje de esas queridas naciones, y de otros muchos lugares de la tierra, la amenaza de semejantes conflictos!
El fruto de la fe en Dios no son los antagonismos devastadores, sino el espíritu de fraternidad y de colaboración a favor del bien común. Dios, creador y Padre de todos, pedirá cuentas aún más severamente a quien derrama en su nombre la sangre del hermano. ¡Que todos, por intercesión de la Virgen santa, se vuelvan a encontrar en Él, quien es la auténtica paz!
[A continuación, el Papa saludó a los peregrinos en seis idiomas. En castellano dijo:] Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial a los fieles de las siguientes parroquias: San Emilio, San Martín, San Patricio, Nuestra Señora de Fátima y San Andrés. Ya cercano el tiempo de Cuaresma, el Evangelio de hoy nos ayuda a entender el significado cristiano del ayuno, como participación íntima en la Pasión de Cristo, al mismo tiempo que nos acerca más a Dios, que debe ocupar el lugar principal en nuestras vidas. ¡Feliz día del Señor!
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]