Benedicto XVI ora por la libertad de evangelización en China

En sus intenciones del mes de abril

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 31 marzo 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI rezará en especial en abril «para que en China la Iglesia pueda cumplir con serenidad y plena libertad su misión evangelizadora».

Así lo anuncia la intención misionera del Apostolado de la Oración que el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.

La gran antelación con la que se aprueban las intenciones de oración de cada año permite afirmar que las de 2006 respondían a la voluntad de Juan Pablo II expresada meses antes de su fallecimiento, del que se cumple un año el domingo.

Su secretario personal durante cuatro décadas –el cardenal Stanislaw Dziwisz– confirmó en una entrevista publicada el domingo pasado en el diario italiano «La Reppublica» cuánto le importaba China al Papa Karol Wojtyla.

De acuerdo con el ahora arzobispo de Cracovia, el fallecido Papa pensaba frecuentemente en China: «Sabía qué significa la persecución de los fieles, sabía qué quiere decir la cárcel para quien cree. Por este motivo procuraba siempre estar muy cerca de los católicos chinos» «no sólo con el pensamiento», sino también con sus esfuerzos.

Y es que «el cristianismo está abierto a todas las culturas», puntualizó el cardenal Dziwisz; «Cristo es para todos, no para una cultura sola, no es únicamente para la cultura occidental».

Benedicto XVI ha tomado el testigo. Entre los cardenales que creó el 24 de marzo se cuenta el obispo Joseph Zen Ze-Kiun –de Hong Kong–.

El arzobispo Giovanni Lajolo –secretario vaticano para las relaciones con los Estados— describió este llamamiento a la púrpura como «el signo del especial afecto que Benedicto XVI siente por toda la población china».

El prelado aseguró además el deseo del Pontífice de que este gesto «sea comprendido correctamente» (Zenit, 26 marzo 2006).

Pekín rompió sus relaciones con la Santa Sede en 1951, dos años después de la llegada al poder de Mao Zedong, expulsando al nuncio apostólico, el arzobispo Antonio Riberi.

La libertad que pide la Iglesia

«Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» es lo que dijo «Jesús a los discípulos después de la resurrección. Es el mandato misionero que ha animado la vida de la Iglesia desde el inicio», recuerda monseñor Ambrosio Spreafico O.F.M.Cap. –Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Urbaniana (Roma)— comentando la intención misionera de abril.

En su reflexión –difundida por la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos– subraya que «la misión de la Iglesia no rechaza lo que hay de bueno y auténtico en las culturas de los pueblos, hacia las que nutre un gran respeto».

Para constatarlo basta pensar «en Matteo Ricci [famoso misionero jesuita (1552-1610) conocido en China como “Li Madou”, “el sabio de Occidente”. Ndr], y en el gran respeto que tuvo por aquel país [China], que se le presentaba enorme y muy lejano de la cultura occidental de la que el provenía», recuerda.

«Consiguió mostrar precisamente lo que el anuncio del Evangelio de Cristo quiere significar para toda condición humana y para cada pueblo –explica–: una palabra que ayuda al desarrollo integral del hombre, que no se puede prescindir en ningún modo de su necesidad de trascendencia, de búsqueda de Dios».

«La exigencia de poder «desarrollar con serenidad y plena libertad su misión», por la que toda la Iglesia se une en la oración, no es sino la respuesta al mandato del Señor, que constituye una exigencia irrenunciable para la Iglesia», recalca monseñor Spreafico.

E insiste en que la Iglesia se presenta «al mundo sin condicionamientos políticos»; su única pretensión es «comunicar lo que ella considera que contiene el bien verdadero del hombre, el mensaje de Jesucristo».

«Y si la Iglesia pide libertad, es también consciente de que la palabra que comunica es un don que viene de Dios y no podrá ser nunca impuesto. La conversión en efecto, es una respuesta libre a la llamada del Señor», afirma.

«En Roma se encuentran en la actualidad varios sacerdotes chinos estudiando» –confirma el obispo Spreafico–. Y es que es importante la existencia de clero autóctono, que es el que, «precisamente por su cultura de origen, interpretará mejor que cualquier otro dentro de China el mandato misionero que Jesús confió a la Iglesia de todos los tiempos».

«Oremos, pues, para que la Iglesia pueda, en la gran China, desarrollar cada vez más libremente su misión y para que cesen las hostilidades contra obispos y sacerdotes. Esta mayor libertad no podrá sino favorecer al bien mismo de China y a su crecimiento humano y espiritual, que todo hombre necesita», concluye el rector magnífico de la Urbaniana.

Casi cuatro siglos de historia tiene la Pontificia Universidad Urbaniana (www.urbaniana.edu), institución de carácter misionero que ha servido y debe servir a la Iglesia en el cumplimiento de su mandato misionero-apostólico en la formación de futuros misioneros o de expertos en el sector de la Misionología, o de otras disciplinas, necesarias para la actividad evangelizadora de la Iglesia.

Su naturaleza la vincula estrechamente con el dicasterio misionero, cuyo prefecto, de hecho, es siempre Gran Canciller de la Universidad.

El Papa también reza todos los meses por una intención general, que para el mes de abril dice así: «Para que se respeten los derechos individuales, sociales y políticos de la mujer en todas las naciones».

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ZENIT Staff

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