MADRID, miércoles, 26 abril 2006 (ZENIT.org–Veritas).-A propuesta del diputado Verde adscrito al PSOE, Francisco Garrido, el Congreso ha admitido a trámite la proposición no de ley de adhesión del gobierno al Proyecto Gran Simio, que defiende incluir a los antropoides no humanos en la categoría de «personas».
La exposición de motivos de este proyecto no de ley, argumenta esta consideración dada «la cercanía evolutiva y la vecindad genética que tenemos con nuestros parientes los grandes simios y la cruel realidad de nuestro trato con ellos, que está poniendo en peligro su supervivencia».
Este proyecto, explica la proposición «ha sido impulsado por el pensador Peter Singer y a él se han adherido numerosas personalidades del ámbito científico e instituciones de muy diverso tipo».
La proposición «insta al Gobierno a declarar su adhesión al Proyecto Gran Simio y a emprender las acciones necesarias en los foros y organismos internacionales, para la protección de los grandes simios del maltrato, la esclavitud, la tortura, la muerte y extinción».
El Proyecto Gran Simio (The Great Ape Project) es una institución de alcance mundial que preside el conocido bioético australiano Peter Singer, quien alcanzó relevancia por su obra «Liberación animal», y que es conocido por representar una corriente utilitarista según la cual se justificaría la investigación con embriones, la eutanasia y la eugenesia, además del control demográfico.
Sobre este tema Veritas entrevistó al profesor de Comunicación de la Universidad de Navarra, Alejandro Navas, amigo del filósofo Robert Spaemann, quien explicó que esta ecología radical «supone en el fondo una cierta forma de paganismo, o una vuelta a la sociedad precristiana».
«En el fondo late un rechazo a la cultura de raíces cristianas. Se quiere volver a un estado precristiano, de supuesta «armonía» con la naturaleza. Detrás de estas propuestas e iniciativas hay un cierto odio al hombre, al que se culpabiliza de ese deterioro ecológico», añade.
–¿Quién es Peter Singer?
–Alejandro Navas: Es un profesor de origen australiano aunque afincado en Estados Unidos, donde enseña en la universidad de Princeton. Es uno de los exponentes del movimiento conocido como de «liberación animal».
Sus tesis causaron cierto impacto porque sostiene que hay una diferencia radical entre «hombre» y «persona»: no todo hombre es persona, y por tanto sólo las personas son sujeto de derechos y merecen protección y respeto.
Él hace coincidir la condición de persona con el ejercicio de algunas cualidades como la racionalidad, la memoria, la capacidad de expresar intereses. Un bebé o un enfermo de Alzheimer, o alguien que duerme, por ejemplo, no son personas, y por tanto pueden ser suprimidos, marginados, sin que ello suponga un desprecio a su dignidad.
Esta tesis no es nueva, sino que se remonta al empirismo inglés de los siglos XVIII y XIX, para el cual el «yo» no es algo real porque no es accesible empíricamente. Esto ya lo decía Locke, y Singer lo actualiza dándole un carácter polémico. Una frase suya muy comentada es que «es más valioso un cerdo adulto que un bebé humano».
–También es conocido por su apoyo a la eutanasia, a la experimentación con embriones humanos…
–Alejandro Navas: Sí, claro, para él la idea de dignidad humana se desdibuja, aunque a menudo lo que uno defiende en teoría no lo lleve a la práctica. Le cuento una anécdota «graciosa» sobre él: la madre de Singer enfermó de Alzheimer; pero él no la hizo matar, sino que contrató a tres enfermeras para que día y noche la atendieran. En una entrevista famosa se le hizo ver que esto no era coherente con su posición antropológica, y él respondió que «cuando se ve afectado personalmente, uno ve las cosas de otro modo».
Esto me recuerda el caso de la asociación inglesa pro eutanasia Henlock (cicuta, en inglés), cuyo presidente estaba casado, y su esposa le ayudaba en esta asociación. Un día, ella se sintió mal, fue al médico y le diagnosticaron cáncer. Lo que hizo esta mujer fue divorciarse de su marido, porque vio que una cosa es defender la eutanasia en abstracto, y otra cosa es que uno mismo pueda estar en esa situación.
–Lo que es curioso es que en España, justo cuando se tramita en las cortes la ley que permitirá la experimentación con embriones, se admita un proyecto de estas características en el mismo Congreso.
–Alejandro Navas: No, tiene su lógica. Digamos que la izquierda en Occidente, en general, tiene una cierta crisis de identidad, en parte porque sus objetivos clásicos ya se han logrado, y los grupos socialdemócratas que hoy gobiernan en Europa practican una economía de derechas: Blair en Inglaterra, Schröder en Alemania, Felipe González y ahora Zapatero en España… En apoyo exterior, fuera de ciertos extranjeros, todos ellos son básicamente atlantistas. Cuando Schröder se presentó en las elecciones contra Helmut Kohl, la consigna era: «haremos lo mismo pero mejor».
¿Dónde puede buscar la izquierda distinguirse, afianzarse? Precisamente en estos temas de valores, concepto de la familia, sexualidad, etc. Ahí es donde quieren compensar a falta de identidad propia.
Por otro lado, existen otras corrientes sociales surgidas al margen de la confrontación derecha-izquierda, que son el ecologismo, el feminismo y el pacifismo. La izquierda intenta «pescar en esos caladeros», porque además estos movimientos se sienten más afines a ellos que a la derecha.
Con lo del Proyecto Gran Simio, Zapatero intenta un guiño al ecologismo radical, por así decirlo, un guiño barato, puramente simbólico, y que no tiene una dimensión práctica porque en España no hay simios fuera de los pocos que tengan en los parques zoológicos. En el fondo, intenta apropiarse del ecologismo como un movimiento que en Occidente tiene aceptación, difusión y muchas simpatías.
–Sí, pero el ecologismo en España, a diferencia de Alemania por ejemplo, nunca ha sido una fuerza política significativa.
–Alejandro Navas: Es débil en cuanto a estructura y organización, pero si uno ve las encuestas, los jóvenes suelen tener simpatía por este movimiento, aunque después no se movilicen en la práctica.
-En algunos análisis se vincula este tipo de proyectos con la «Carta de la Tierra» y el intento de imponer una ética laica (laicista más bien) a nivel mundial.
Alejandro Navas: Efectivamente, esta ecología radical, conocida como «deep ecology», es en el fondo una cierta forma de paganismo, o una vuelta a la sociedad precristiana. Los germanos y los bárbaros adoraban a bosque y al árbol, y ahora se vuelve un poco a esto.
De hecho hay también, en el fondo, un rechazo a la cultura moderna, que tiene unas raíces cristianas, y que ha causado según ellos una crispación de la naturaleza. Se quiere volver a un estado pre-cristiano, de supuesta «armonía» con la naturaleza. Detrás de estas propuestas e iniciativas hay un cierto odio al hombre, al que se culpabiliza de ese deterioro de la naturaleza.
No hay que olvidar que la primera legislación ecológica fue la que promulgó Hitler, y además era para él un asunto muy personal. En los años 30 se legisla en la Alemania nazi para proteger la naturaleza, y por primera vez en la historia de Occidente se considera a los animales como sujetos de derechos.
En la tradición occidental grecorromana, cristiana e incluso ilustrada, el animal no es sujeto de derechos sino que el hombre tiene deberes hacia el mundo animal, debe respetarlo, cuidarlo… se pueden matar animales con un motivo justificado, no se acepta matar o maltratar gratuitamente. El hombre que hace tales cosas se hace indigno, p
ero por la naturaleza de sus actos, no porque los animales tengan derechos.
Desde este planteamiento nuevo, el hombre ya no es un ser privilegiado, que es lo que afirma el sentido común y la fe cristiana, sino una especie más entre otras. Es más, con frecuencia se dice que el hombre es un depredador y un destructor de la naturaleza.
En todo este planteamiento hay una gran incoherencia, porque la idea de «equilibrio natural» es algo que se ha inventado el hombre, en la naturaleza lo que hay es una sucesión de estadios, lucha por la supervivencia, catástrofes, evolución… ¿quién dice que un estadio es mejor que otro? Esa es una idea exclusivamente humana.
–Usted es amigo del filósofo alemán Robert Spaemann, quien ha contestado esta y otras teorías con frecuencia. ¿Qué respuesta, en su opinión, puede dar la filosofía a estos debates?
–Alejandro Navas: El mismo Spaemann afirma que en un momento como el actual en que hay una gran confusión, y en que se cuestionan lo más elemental, la tarea principal de la filosofía es defender lo evidente, el sentido común, frente a los sofismas. Hay que desenmascarar, como dice el cuento de Andersen, muchos reyes que van desnudos, sin dejarse amedrentar por lo «políticamente correcto».