ROMA, domingo, 30 abril 2006 (ZENIT.org).- El arzobispo Angelo Amato, sdb, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, deplora que el Magisterio de la Iglesia se considere una «mera opinión» y no sea apreciado como «comunicación de la verdad de Dios sobre el hombre y sobre su salvación».
El prelado italiano hizo esta distinción el viernes, 28 de abril, al intervenir con una conferencia sobre «La presentación del magisterio de la Iglesia en el mundo de los medios» en el quinto Simposio Internacional sobre Oficinas de Información de la Iglesia, celebrado en Roma en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
El prelado reconoció que en estos momentos existe una «debilitación en los fieles de ese sentido eclesial que los santos calificaban como «amar a la Iglesia y sentir con la Iglesia»».
Por este motivo, reconoció el teólogo salesiano, hoy «no se escucha el Magisterio, o se rechaza».
Falta «la obediencia de la fe y la confianza en la eficacia de la Palabra de Dios para iluminar nuestra historia personal y comunitaria», registró.
«A la verdad de Dios se prefiere a la opinión del yo», algo que puede verse «claramente en los debates televisivos», constató.
Según esta lógica, explicó, «sobre un argumento intervienen muchos interlocutores, entre los que se encuentra, por ejemplo, un sacerdote. La opinión del sacerdote católico –desde mi punto de vista preferiría un laico católico bien preparado– es puesta al mismo nivel que la de todos los demás, pues el debate no busca la verdad, sino sólo enunciar opiniones».
El secretario de la Congregación vaticana considera que para entender mejor las dificultades de comunicación de la Iglesia hay que tener en cuenta, además, «la extrema pobreza cultural de buena parte de los fieles cristianos».
De este modo, añadió, se explica el «extraño éxito de una novela pertinazmente anticristiana, como «El Código da Vinci», lleno de calumnias, ofensas y errores históricos y teológicos sobre Jesús, los Evangelios y la Iglesia».
Para monseñor Amato, ante esta situación «los cristianos deberían ser más sensibles para rechazar la mentira y la difamación gratuita» y los medios de comunicación católicos, dijo, tienen la tarea creativa de ayudar a la formación.
Citando el ejemplo de la reciente publicación del «Evangelio de Judas», explicó que «la prensa católica no puede limitarse a dar la noticia», sino que «con la competencia de expertos de la antigüedad cristiana, tiene que ofrecer a los lectores elementos para comprender que se trata de un evangelio apócrifo, conocido por los Padres de la Iglesia, pero que no fue acogido por la Iglesia primitiva».
«La recepción de los documentos eclesiales, en vez de ser un peso insoportable y aburrido, puede convertirse en una sorprendente y extraordinaria formación permanente de los pastores y fieles», indicó.
Pero, para esto, concluyó, «se requieren profesionales, sobre todo laicos, que conozcan los dos idiomas: el de la comunicación y el de la teología».