En un amplio discurso, que el pontífice comenzó a leer poco antes de las 11 de la noche, invitó «a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad».
Según dijo el Santo Padre, al concluir una velada de fiesta y de fe, en la que familias de todos los continentes ofrecieron su testimonio, «el objeto de las leyes es el bien integral del hombre, la respuesta a sus necesidades y aspiraciones».
«Esto es una ayuda notable a la sociedad, de la cual no se puede privar y para los pueblos es una salvaguarda y una purificación», aseguró.
«Además –según el obispo de Roma–, la familia es una escuela de humanización del hombre, para que crezca hasta hacerse verdaderamente hombre».
«En este sentido, la experiencia de ser amados por los padres lleva a los hijos a tener conciencia de su dignidad de hijos», aseguró.