ROMA, jueves, 13 julio 2006 (ZENIT.org).- El secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz ha dado la voz de alarma frente a la técnica que considera al hombre un simple ser manipulable.
El obispo Giampaolo Crepaldi tuvo oportunidad de explicar, desde el punto de vista del Magisterio social de la Iglesia, el papel de la humanidad en relación a la «desnudez técnica», tras la que se expresa el nihilismo.
Fue durante su intervención del viernes pasado, al final del curso de verano de actualización organizado por la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» (de Roma), sobre el tema «¿Tecnificar al hombre o humanizar la técnica? El futuro de la Bioética».
Aludió al prelado a la tentación de manipulación de los embriones, advirtiendo de que el principal peligro que la sociedad y la cultura están corriendo es el de la «tecnificación de esferas de vida que, así consideradas, en lugar de ser gobernadas por el hombre se nos escapan hasta el punto de que nuestro poder se transforma en impotencia».
Según el secretario del dicasterio, «el sueño de Prometeo o, para ser más cercanos en el tiempo, de Francis Bacon, queriendo poner en las manos del hombre el secreto de la omnipotencia, en realidad despoja esas manos, entregando el hombre a la técnica que se hace anónima desnudez del puro hacer».
Retomando lo escrito por el cardenal Ratzinger en la obra «Introducción al Cristianismo», el secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz recordó que el positivismo según el cual «lo que se sabe hacer se puede también hacer» desemboca en la «dictadura de la técnica».
Y la «dictadura del relativismo» toma la forma de la desnudez de la técnica «en pensar que el ser de las cosas consiste en la visibilidad y en la factibilidad», así «el nihilismo, que en el pasado se había expresado mediante ideologías destructivas, ahora se expresa mediante la pura técnica».
Siguiendo a monseñor Crepaldi, «la fe puede vencer el nihilismo de la técnica sabiéndose proponer como expresión de la Inteligencia del Principio, recuperando de este modo espacio y papel para sí misma y también para la razón humana».
Tras recordar la renovada condena de la tecnificación de la procreación humana, contenida en el estudio «Familia y procreación humana» –publicado por el Consejo Pontificio para la Familia el 13 de mayo de 2006–, el secretario del dicasterio demostró que la mera tecnificación reduce la dimensión de la persona humana en los campos de la política, de las finanzas, de la cultura, del desarrollo y de los derechos humanos.
«La tecnificación exasperada de estos ámbitos de vida –apuntó el prelado– corre el riesgo de producir una otro tanto deplorable actitud anti-técnica, ante la cual el Magisterio de la Iglesia también pone en guardia».
Cultura de recibir
Frente al panorama trazado, el secretario del dicasterio habló de «la necesidad de un relanzamiento de la doctrina cristiana de la Creación como punto de partida de una cultura del recibir antes que del hacer».
«Una nueva cultura de la técnica –añadió monseñor Crepaldi– debe por tanto recuperar la prioridad del deber sobre el derecho, y a este propósito puede ser decisiva una visión de la naturaleza, tanto del cosmos como de la naturaleza humana, entendida como “creación”, o sea algo a asumir como una tarea y no a producir con la técnica».
Recordando las palabras de Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1990 –«la naturaleza entendida como creación es una vocación»–, monseñor Crepaldi añadió que «las cosas no son sólo cosas, sino también los significados que las ligan entre sí».
«Para el hombre este orden se hace normativo en sentido moral –explicó–. Por un lado, la naturaleza es un “don” y por otro es un “designio” que ha sido confiado al hombre para que colabore a su realización».
«La negación de Dios priva a la persona de su fundamento y, en consecuencia, induce a reorganizar el orden social prescindiendo de la dignidad y responsabilidad de la persona», mientras que «el nihilismo de la técnica propone al hombre ser constructor de sí mismo como “producto”», prosiguió.
«La técnica –subrayó–, considerada en la desnudez de ser un mero manipular, puede consumir la existencia en el instante del actuar, puede de tal manera ocultar la presencia humana que transforme al hombre en “masa”, en una sociedad burocrática que, según Hannah Arendt, es el “gobierno de nadie”».
«Esta, al contrario, puede revestirse de sentido y rescatar la propia desnudez si acepta pertenecer al reino del actuar a partir de un sentido recibido», concluyó.