RECONQUISTA, sábado, 26 agosto 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del obispo Andrés Stanovnik, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), sobre la reciente entrevista realizada a Benedicto XVI.
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El Santo Padre Benedicto XVI se ha referido por primera vez en público a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en una entrevista reciente que concedió el sábado 5 de agosto en Castelgandolfo, en preparación de su próximo viaje apostólico a Alemania.
Cuando el periodista le propuso hablar de viajes, el Papa mencionó, en primer lugar, su viaje a Brasil y recordó que allí «hay un encuentro del CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano», e inmediatamente destacó el paso importante que significará para él ese viaje «en el contexto de las vicisitudes que América del Sur está viviendo intensamente, y para reforzar la esperanza que está viva en aquella región».
Es muy interesante la referencia que hizo el Papa a las vicisitudes que estamos viviendo intensamente en la región. Con esa referencia nos ha sorprendido positivamente, porque puso de manifiesto su especial sensibilidad para percibir el momento actual de nuestro Continente. Al mismo tiempo, cuando expresó su deseo de venir a visitarnos para reforzar la esperanza, esa «esperanza que está viva en la región», nos volvió a sorprender con su capacidad refleja para hacer el discernimiento del tiempo presente desde la realidad concreta que viven nuestros pueblos. No es difícil entrever que para el Santo Padre el reforzamiento de la esperanza significa al menos dos cosas: que la esperanza existe en nuestra región y ella está viva; y luego, que esa esperanza deberá ser reforzada a partir de una cuidadoso y atento discernimiento del momento actual.
En otro momento de la entrevista, el periodista, luego de recordar que el cristianismo se ha difundido por todo el mundo partiendo de Europa y señalar que ahora muchos piensan que el futuro de la Iglesia se encuentra en otros continentes, le pregunta al Santo Padre si eso es verdad. El Papa, luego de introducir algún matiz, responde así a la pregunta del periodista: «Hoy los demás continentes, las otras culturas, entran con igual peso en el concierto de la historia del mundo. De este modo crece el número de voces de la Iglesia, y esto es un bien. Es bueno que se puedan expresar los diferentes caracteres, los dones propios de África, de Asia y de América, en particular de América Latina».
Ese destaque y valoración de nuestra peculiar identidad continental va muy unido a la esperanza que está viva en la región. Ya Pío XII, con ocasión de la I Conferencia General de Rio de Janeiro, luego Pablo VI y, sobre todo, Juan Pablo II, han reconocido nuestra región como el Continente de la Esperanza. Ahora, como primera nota que el Sucesor de Pedro desea reforzar en América Latina y El Caribe, es precisamente la Esperanza.
A este punto, nos viene espontáneamente a la memoria el tema de la V Conferencia General: «Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida». La vida y la esperanza se entrelazan íntimamente, a tal punto que no hay vida si no hay esperanza. El Santo Padre, al entregarnos el tema de la V Conferencia añadió el versículo juaneo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». El Sucesor de Pedro vendrá, como se desprende de su ministerio de Pastor Universal, a confirmar en la fe a sus hermanos y hermanas; vendrá a animarnos a ser discípulos y misioneros de Jesucristo para reforzar en Él la esperanza de vida de nuestros pueblos. Una esperanza que tiene en Cristo su fuente, su centro y su culminación; que necesariamente debe hacerse peregrina en la tierra, conmover profundamente los corazones de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo para hacerla viva con sus dos hermanas: la fe y la caridad; una esperanza que no se curva nunca sobre sí misma, sin embargo tampoco se dispara alienada fuera del tiempo, desentendida del «contexto de las vicisitudes» que estamos viviendo en el continente. Esa esperanza de vida será profundamente evangélica y eclesial, en la medida que confiese con alegría su fe en Jesucristo y al mismo tiempo se arremangue para responder a los desafíos reales que amenazan hoy la vida de nuestros pueblos, con la convicción de que el cumplimiento de la promesa será en la plenitud de los tiempos, cuando Cristo sea todo en todos.
Muchas gracias, Santo Padre, por habernos tenido en cuenta y reconocer en nuestros pueblos un profundo deseo de vivir, marcado aún por hondas raíces católicas que le ayudan a mantener viva la esperanza. Es una esperanza viva porque está arraigada en la experiencia de fe en Jesucristo y porque todavía es sentida con reales vínculos de identificación con la Iglesia católica, y con una sincera preocupación para que esa fe tenga una incidencia efectiva y real en la vida de nuestros pueblos. ¡Qué bien nos hará, Santidad, cuando venga a confirmarnos en la fe, a reforzar nuestra esperanza y a animarnos a ser coherentes para vivir nuestra misión en el contexto de las vicisitudes actuales de nuestro Continente!
+Andrés Stanovnik OFMCap
Obispo de Reconquista
Secretario General del CELAM