«Sangre y esperanza»: mensaje del cardenal Sepe desde tierras de la mafia napolitana

Ha dado inicio a su labor pastoral besando el suelo del degradado barrio de Scampia

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NÁPOLES, jueves, 21 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Ser «obispo de la esperanza»: es el deseo del cardenal Crescenzio Sepe para todos los fieles de Nápoles, su misión pastoral después de cinco años al frente del dicasterio misionero.

Nombrado el pasado mayo, por Benedicto XVI, arzobispo de Nápoles, el cardenal Sepe hizo su entrada en la archidiócesis el 1 de julio, y quiso dar inicio a su mandato besando el suelo de Scampia, barrio degradado y tristemente célebre por las venganzas de varios clanes de la camorra [la mafia napolitana] y las numerosa víctimas que ello ha ocasionado –recoge la agencia «Sir» del episcopado italiano-.

En aquel momento el purpurado declaró su amor por «esta tierra de sangre y esperanza» y expresó su voluntad de poner su ministerio pastoral al servicio de todo el pueblo napolitano.

Ha concretado y ampliado su saludo en su primera carta pastoral a la archidiócesis.

La misiva, que se presentó el viernes pasado, comienza: «Nápoles, tierra de sangre, es también tierra de esperanza; sangre y esperanza son, por fe y tradición, las dos columnas que forman su identidad más profunda y caracterizan su historia milenaria».

Pero «la Iglesia en Nápoles, en comunión con toda la Iglesia en Italia», «quiere ser, como su santo patrono, testigo de la esperanza», subraya el cardenal Sepe.

Se trata de una esperanza dictada por un «sentimiento religioso» -cita «Sir»- que «es frecuente e injustamente etiquetado como colorido folclore» por ese «frío secularismo» que «parece incapaz de distinguir la superstición de la fe», se lee en la carta.

Pero «en el afecto de nuestra gente por San Jenaro» [cuya fiesta celebró al Iglesia el martes], «intermediario directo del poder misericordioso de Dios, se expresa, más allá del prodigio, no la superstición, sino la fe genuina de un pueblo que confía en su patrón la esperanza cristiana», subraya el purpurado.

«Con esta misma y renovada esperanza, con la certeza de que “el Señor es mi fortaleza y mi salvación”, desearía ser para todos vosotros, queridos napolitanos, el obispo de la esperanza –dice el cardenal Sepe- y trabajar al lado de vosotros, sacerdotes, religiosos y laicos, que aún creéis en el rescate de nuestra tierra, para proteger a Nápoles de los males que le acechan».

«La esperanza para nosotros, rescatados por la sangre de Cristo, no es sinónimo de simple deseo», recalca.

Y afirma: «La semilla de la esperanza es tal vez la más pequeña, pero puede dar vida a un árbol lozano y dar muchos frutos si tenemos el valor de afrontar los miedos que amenazan nuestra ciudad, si tenemos la fuerza de salir de todo tipo de silencio y, solidarios unos con otros, somos capaces de organizar nuevas estructuras y nuevas formas de caridad».

2005 fue Año Jubilar en la archidiócesis pare recordar el 1700º aniversario de la decapitación de San Jenaro y sus compañeros.

San Jenaro es muy conocido por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos el día de su fiesta, el 19 de septiembre: su sangre se licúa ante la presencia de todos los que lo contemplan.

En otras dos fechas puede producirse el milagro de la licuefacción: el primer fin de semana de mayo -coincide con el traslado de sus restos a Nápoles- y el 16 de diciembre, aniversario de la erupción del Vesuvio en 1631, que según la tradición concluyó tras las plegarias de los fieles al patrono de la ciudad del sur de Italia.

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ZENIT Staff

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