Roma, sábado, 30 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Mientras se apaga el furor contra Benedicto XVI, la gente comienza a darse cuenta de que el Papa ha sido víctima de frases sacadas de contexto y reacciones deliberadamente inflamadas. De hecho, esto ha sido lo que muchos hombres de Iglesia habían dicho desde el principio.
Más que un ataque al islam, «lo que emerge claramente de los discursos del Santo Padres es una advertencia, dirigida la cultura occidental, de evitar ‘el desprecio a Dios y el cinismo que considera la mofa de lo sagrado un ejercicio de libertad’», observaba el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, el 14 de septiembre. El jesuita explicaba que el Papa ha criticado a la cultura moderna por intentar excluir la religión.
«Una razón que sea sorda a lo divino», concluía el Pontífice en su discurso del 12 de septiembre en la Universidad de Ratisbona, «y que relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas».
Dado esto, los seguidores de la mentalidad moderna irreligiosa tendrían más razón para estar irritados con el Papa que cualquier otro grupo, un hecho que explique la extrema hostilidad de un editorial del New York Times publicado el 16 de septiembre contra el Santo Padre.
En una declaración publicada el mismo día, el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, apuntaba que Benedicto XVI en su discurso de Ratisbona hablaba a un grupo de académicos y simplemente usó un texto del emperador bizantino Manuel II Paleólogo, que el Papa dejó claro que no era su propia opinión. La cita fue una forma de introducir una serie de reflexiones. Esta forma de actuar no ha sido entendida por muchos en una cultura de medios que confía en cortos de 5 segundos para transmitir sus mensajes.
Por esta razón, el cardenal Paul Poupard, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, recomendaba que se «leyera bien» el texto del Papa. Entrevistado por el diario italiano Corriere della Sera, el 15 de septiembre, el cardenal explicaba que si los musulmanes leyeran y meditaran sobre el texto entenderían que, lejos de ser un ataque, es más bien «un estrechamiento de manos». Esto es así porque el Santo Padre defendió el valor de la religión para la humanidad, y el islam es una de las grandes religiones del mundo.
El cardenal Camillo Ruini, Vicario para la diócesis de Roma, también insistió en el valor del discurso del Papa. Así hablo el 18 de septiembre en su discurso de apertura del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana. Un punto central resaltado por el Papa durante su viaje a Baviera, explicaba el cardenal Ruini, ha sido que a través de la fe en Dios, la razón y la libertad del hombre encuentran su más alto y auténtico cumplimiento. En este contexto el Papa en su discurso en Ratisbona proponía un diálogo entre culturas y religiones – un diálogo que es cada vez más urgente.
Monseñor William Skylstad, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, también apoyaba este diálogo. «Dadas las circunstancias de la últimas semana», afirmaba en una declaración publicada el 20 de septiembre, «está claro que el diálogo entre cristianos y musulmanes es esencial, un diálogo en que respetemos, en palabras del Santo Padre, lo que es sagrado para otros».
Objetivo Occidente
En una entrevista el 17 de septiembre concedida al periódico italiano La Stampa, el cardenal Poupard comentaba que la principal preocupación del Pontifica no era el islam, sino la cultura occidental. Esto queda claro en la advertencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger contra el relativismo poco antes del comienzo del cónclave en que sería elegido Papa.
Apoyando este punto, el cardenal Poupard citaba una parte de la homilía de Benedicto XVI en Munich el 10 de septiembre. El Papa decía: «Las poblaciones de África y de Asia ciertamente admiran las realizaciones técnicas de Occidente y nuestra ciencia, pero se asustan ante un tipo de razón que excluye totalmente a Dios de la visión del hombre, considerando que esta es la forma más sublime de la razón, la que conviene enseñar también a sus culturas».
«La verdadera amenaza para su identidad no la ven en la fe cristiana, sino en el desprecio de Dios y en el cinismo que considera la mofa de lo sagrado un derecho de la libertad y eleva la utilidad a criterio supremo para los futuros éxitos de la investigación».
Este aspecto del discurso del Papa fue subrayado el 18 de septiembre por el cardenal Antonio Rouco Varela. El arzobispo de Madrid entró en el debate en una entrevista de radio, según informó el servicio de internet Análisis Digital al día siguiente. El cardenal explicó que el propósito del discurso del Santo Padre era examinar la relación entre creer y saber.
Necesitamos tanto la fe como la razón, comentaba el cardenal Rouco, y es un error concebir un Dios que actúa contra la razón. Lejos de ser una provocación dirigida a los musulmanes, el discurso papal fue un llamamiento al diálogo respetuoso entre fe y razón, afirmaba el cardenal.
Manipulación
Sobre las relaciones entre el islam y la Iglesia católica, el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Bertone, afirmó que confiaba en que las explicaciones ofrecidas tras el discurso del Papa en Ratisbona serían aceptadas. Entrevistado el 18 de septiembre por el Corriere della Sera, el Secretario de Estado también se quejó de la grave manipulación de las palabras de Benedicto XVI.
Observó, sin embargo, que la reacción al discurso papal de algunos líderes islámicos había sido favorable. Por ejemplo, Mohand Alili, rector de la mezquita de Marsella, Francia, había advertido sobre el sentirse ofendidos por lo que había dicho el Papa, puesto que el discurso era una invitación a meditar las palabras del profeta Mahoma. El problema, sin embargo, fue que estas y otras reacciones positivas no recibieron la atención de los medios, lamentaba el cardenal Bertone.
Desde Australia, el cardenal George Pell también criticó el 18 de septiembre la forma en que algunos habían manipulado las palabras del Papa. En una nota de prensa el cardenal expresaba su gratitud por las palabras de los musulmanes moderados.
Días antes, el 13 de septiembre, el arzobispo de Sydney habló sobre el tema del diálogo entre Occidente y el islam, tras el discurso del Papa en Ratisbona. Dirigiéndose al Union Club de Sydney, observó que las grandes religiones difieren de modo significativo en la doctrina y en las sociedades que producen. Y aunque las religiones pueden ser fuentes de belleza y bondad, también pueden caer en la corrupción y ser fuentes de veneno y destrucción, advertía el cardenal.
Pero para quienes ven la religión como fuente de violencia, el cardenal Pell advertía que «los peores males del siglo XX fueron provocados por hombres antirreligiosos: Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot».
En una entrevista publicada el 18 de septiembre por Spiegel Online, el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad entre los Cristianos, observaba que los conflictos con el islam son una parte de la historia de Europa, que era a lo que el Papa se refería en su discurso.
Pero hay una alternativa al conflicto – el diálogo – que es a lo que está a favor el Papa. Este diálogo no es fácil, reconocía el cardenal, porque es difícil bajo las actuales circunstancias «encontrar contrapartes representativas con las que hablar».
No debemos acercarnos a este diálogo ingenuamente, continuaba el cardenal Kasper, puesto que hay importantes diferencias entre las culturas cristiana e islámica. De hecho, la política de multiculturalismo favorecida por los países europeos no ha funcionado en las relaciones con las comunidades musulmanas.
«El tema fundamental, cuando se trata de
l futuro de Europa, será si trasladaremos, y cómo lo haremos, los ideales que una vez hicieron grande Europa – especialmente sus raíces cristianas – al mundo cambiante de hoy», concluía el cardenal. Una tarea que no será fácil, a la luz de Ratisbona.
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Sep 30, 2006 00:00