Con motivo de esta canonización, en la plaza de San Pedro había cinco mil sordomudos para quienes se ofreció, a través de las grandes pantallas, el servicio de traducción en lengua de signos.
El Papa le recordó en la homilía como «sacerdote de gran corazón, alimentado por la oración constante y la adoración eucarística, fue ante todo un testigo y siervo de la caridad, que manifestaba de manera eminente en el servicio a los pobres, en particular a los sordomudos, por quienes se entregó totalmente».
El amor del nuevo santo por estas personas surgió con pasión cuando, sendo joven, se encontró en una iglesia con un niño sordomudo, quien lloraba sin consuelo en los brazos de su madre.
La obra que comenzó continúa gracias a la Congregación de las Religiosas Salesianas de los Sagrados Corazones, que él fundón, y que está difundida en varias partes de Italia y del mundo.
«En los sordomudos, san Filippo Smaldone veía reflejada la imagen de Dios y solía repetir que, así como nos postramos ante el santísimo Sacramento, así habría que arrodillarse ante un sordomudos», dijo el obispo de Roma.