ROMA, lunes, 16 octubre 2006 (ZENIT.org).- Evitar «la gloria efímera de este mundo» y poner en práctica el Evangelio de amor de Jesús, viviendo en su escuela, la del «único Maestro»: es la propuesta del prefecto del dicasterio misionera en el nuevo año académico de la Pontificia Universidad Urbaniana.
Recientemente nombrado al frente de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Ivan Dias presidió por primera vez, como gran canciller de la institución, la inauguración del curso con la celebración de la Santa Misa el 12 de octubre.
Durante la celebración eucarística se proclamó el Evangelio de Juan (13, 1-17), que comienza: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo».
Es así que «Jesús quiere indicarnos que la única victoria sobre el mal y sobre la muerte es el amor», señaló el purpurado indio en su homilía.
Pero no es que la generosidad sea siempre «la característica de la vida cotidiana», por miedo «a perder la prosperidad y el bienestar», constató el cardenal Dias; «parece que amar hasta el extremo prive de algo esencial. Se tiene miedo de desprenderse de uno mismo, de renunciar a algo propio, ya sean las cosas, el tiempo, las costumbres, los sentimientos y los pensamientos, las convicciones».
«En la vida actual se busca frecuentemente otra grandeza, tal vez la de una función, la posesión, el poder sobre los demás, la importancia, los reconocimientos», añadió.
En cambio «Jesús se aproxima a nuestro miedo de perdernos y de dar»; «Jesús, sufriente, pobre, se inclina sobre nosotros para purificarnos de la arrogancia del amor por nosotros mismos», recalcó.
«Nuestra grandeza» -dijo el presidente del dicasterio misionero al cuerpo académico de la Urbaniana- está en ser como Jesús y estar con Jesús. «Ésta es también nuestra felicidad: una vida vivida en el amor».
«No sigamos las fáciles ilusiones de un mundo que sigue diciéndonos “sálvate a ti mismo” -exhortó-. Pongamos en práctica este Evangelio de amor, de benevolencia, de compasión, para continuar nuestra lucha contra las potencias del mal haciendo el bien, para que de nuestra vida, aquí, en la Universidad, o dondequiera que estemos, puedan brotar energías de amor y de bien para nosotros y para el mundo entero».
«Que ninguno de nosotros siga la gloria efímera de este mundo, sino que en el abajamiento», que no es «servilismo», «podamos indicar a todos el secreto de la vida cristiana, que no basta estudiar en libros o en las aulas», «sino que hay que vivir en la escuela del único Maestro, el Señor Jesucristo», concluyó.
La Pontificia Universidad Urbaniana, cuyos orígenes se remontan a 1627, forma parte del dicasterio misionero. Sus funciones de investigación y docencia se desarrollan en el ámbito del sistema educativo de la Santa Sede regulado por la Congregación vaticana para la Educación Católica.
Esta Universidad tiene vínculos académicos con numerosos seminarios e institutos –en conjunto un centenar con cerca de 11 mil estudiantes- de Filosofía, Teología, Misiología y Derecho Canónico presentes en los cinco continentes.
La cifra de estudiantes matriculados en la Urbaniana ronda los 1.400 procedentes de más de cien países; los docentes son unos 200, un tercio de ellos no italianos.
La universalidad caracteriza a la Pontificia Universidad Urbaniana en el marco de las demás Pontificias Universidades Romanas. Ello se expresa no sólo en la cifra de países de origen de los estudiantes y profesores -y de las instituciones vinculadas-, sino sobre todo por la atención al estudio de las culturas y de las grandes religiones mundiales con las cuales la Iglesia católica entra en relación en su compromiso misionero «ad gentes».
Más información en http://www.urbaniana.edu.