La doctrina social, «elemento esencial» de la nueva evangelización.

Afirma el rector de la Universidad Pontificia Salesiana

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ROMA, jueves, 2 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Don Mario Toso, SDB, rector de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma, explica que la acción evangelizadora de la Iglesia tiene necesidad indispensable de hacer referencia a su doctrina social.

Esta conversación con Zenit se ha tenido lugar con motivo de la publicación del «Diccionario de Doctrina Social de la Iglesia» (Librería Ateneo Salesiano) por parte del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.

El volumen, coordinado por el obispo Gianpaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz y por el profesor Enrique Colom, profesor de Teología de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma), es un diccionario temático en el que se han elegido 160 voces, desde el bien común hasta la xenofobia, que permiten adentrarse en todo el área de la enseñanza social de la Iglesia.

En la introducción al volumen, el rector de la Universidad Pontificia Salesiana explica que ha sido escrito para «ofrecer, frente a un analfabetismo que perdura sobre las categorías básica de la Doctrina Social de la Iglesia» un «silabario común».

–¿Cómo y por qué han decidido publicar el Diccionario de la Doctrina Social de la Iglesia?

–Toso: Las razones son múltiples. Sobre todo, se sentía la necesidad de difundir, haciéndola más accesible, la «síntesis actualizada» de la Doctrina Socia de la Iglesia (DSI), finalmente disponible en el «Compendio», publicado por el Consejo Pontificio Justicia y Paz en 2004.

Con este objetivo, el mismo Consejo confió la tarea de preparar el Diccionario de Doctrina Social de la Iglesia al obispo Giampaolo Crepaldi y al profesor Enrique Colom.
Conociendo la importancia de la iniciativa, la Universidad Salesiana se sintió honrada cuando se le ofreció la posibilidad de publicarlo a través de la propia editorial, la Librería Ateneo Salesiano.

Con esto se ha querido responder a la urgencia, por parte de quien está comprometido en la educación de la fe, en el anuncio y el testimonio, de contar con «instrumentos» capaces de concretar la dimensión social del Evangelio.

Como decía Juan Pablo II, la enseñanza social de la Iglesia es un «elemento esencial» de la nueva evangelización.

Pero luego hay que pasar a la práctica, concretando tal verdad a nivel pastoral y cultural, preparando materiales adecuados a los agentes evangelizadores (presbíteros, religiosos, educadores, animadores, etc.) y a los destinatarios (niños, jóvenes, adultos, profesionales, etc.).

Seguramente el Diccionario no es un «índice alfabético» elemental de la doctrina social. Es necesario, entonces, preparar materiales más sencillos. Pienso en video, fichas, CD, instrumentos de presentación y de comunicación de los contenidos del magisterio social para la reflexión personal o de grupo.

Algunos materiales existen ya pero harían falta otros, pensados y realizados para ayudar a las comunidades cristianas y también a las familias en su tarea de discernimiento y educación.

–En la introducción al volumen, usted habla de «instrumentos de un nuevo humanismo». ¿Nos explica cuáles son y por qué?

–Toso: Los instrumentos de un nuevo humanismo no sustituyen nunca la fe, el encuentro personal con Jesucristo, la experiencia originaria de ser y de sentirse comunidades de personas salvadas.

El Compendio y el Diccionario, y las diversas aplicaciones de la DSI en lo cotidiano pueden, en cambio, representar «lugares» de proyección y de actuación de una nueva humanidad, a la medida de aquella donada por Jesucristo desde lo alto de la cruz: o sea, una humanidad capaz de entrega, de vencer el mal con el bien, con el perdón, con la justicia más grande que es el amor-ágape, en plena comunión con Dios.

La humanidad asociada definitivamente al destino de Jesucristo –Verbo de Dios, principio y fin de la historia–, en el Compendio, el Diccionario y en otros materiales ofrecidos por las comunidades locales, puede encontrar nuevas expresiones y concreciones institucionales y culturales en la sociedad actual.

El Compendio y el Diccionario son instrumentos de un nuevo humanismo porque proponen, en el actual contexto sociocultural, marcado por el individualismo utilitarista e inmanente, un «personalismo comunitario y relacional, abierto a la Trascendencia».

Este personalismo les hace agentes de una «moral social» que, basándose en el fundamento de Dios redentor, robustece la misma laicidad del Estado y les urge a superar el proyecto de la modernidad, que pretendía fundamentar la moral pública con el principio «como si Dios no existiera» y que, con el paso del tiempo, se ha demostrado como causa del envejecimiento del «ethos» de los pueblos, de su desesperado nihilismo.

Además, permite responder a las aporías propias de la actual desdeño de la teología, es decir, de ese fenómeno cultural por el que la persona es interpretada en virtud de de su finitud y de sus esperanzas terrestres, encerrada en dimensiones meramente biológicas y naturalistas, hasta perder la propia especificidad, su propio rostro.

La falta de reconocimiento de la «trascendencia» del hombre respecto a la naturaleza, como sucede por ejemplo en las teorías que diluyen a la persona (ser capaz de entender y querer) en la comunidad biótica, impugna todo proyecto moral, negando la posibilidad de encontrar un fundamento para la misma ética ambiental.

Respecto a todas estas perspectivas, que desestructuran la antropología y acentúan la caída de la esperanza y del deseo de futuro, el Diccionario y el Compendio invitan a vivir un «humanismo teocéntrico, ético y heroico de la Encarnación».

En él, Dios y el hombre se dan la mano y cooperan para producir una obra que es divina y humana, y que requiere, por parte de la criatura, la fuerza y la constancia del amor y de las virtudes, sin excluir el martirio. El prototipo de un hombre requerido por tal humanismo es el santo y puede realizarse sólo con los medios que la espiritualidad cristiana llama «medios de la cruz», o sea los sufrimientos redentores vividos interiormente día a día, entregándose sin obstáculos a Dios y a los demás, según el ejemplo de Jesucristo.

–Usted alude a un humanismo que no busca la belleza material o hedonista, sino la Trascendencia. ¿Está hablando de la belleza moral o se refiere a otra cosa?

–Toso: Cuando se habla de humanismo abierto a la Trascendencia, no se alude sólo a su dimensión de belleza moral. Dios es sobre todo puro «Acto de Ser». Es «Verdadero» y «Bien». Es «Uno» y «Trino, Comunión de Personas». Es «Vida» y «Amor», que se comunican a las personas. Es «Belleza», porque es Bien, porque es Ser, Verdad, Unidad y Pluralidad de Personas, que viven una Comunión infinita de Amor.

Si, por tanto, el humanismo se abre a Dios, a la riqueza de la Comunidad de vida y de amor de las Personas divinas, la Trascendencia que lo imbuye y lo posee desde lo Alto es pluridimensional, según la multiplicidad de los diferentes trascendentales que caracterizan en modo diverso a la criatura y al Creador-Redentor.

Las personas viven la trascendencia pluridimensional que les liga a Dios mediante una relación de libertad y responsabilidad. Gracias a esta relación, vivida positivamente, los humanismos llevan en sí el principio de su perenne renovación y de la trascendencia de cada realización socio-temporal.

El humanismo cristiano fecunda, por tanto, a las sociedades. No es portador de simples instancias éticas, sino torrente de vida «estructurada como un tú» que proviene de Dios y que inunda prácticas de vida, instituciones, «ethos» y cultura.

Semejante vida fluye en las personas y en l
as sociedades porque Dios, con la encarnación del Hijo y por obra del Espíritu Santo, habita entre los hombres y los hace partícipes de su Trascendencia.

–Una de sus reflexiones se refiere a la «revolución de la Trinidad en lo social». ¿Podría explicarnos qué pretende proponer?

–Toso: Nada de abstruso o de incomprensible. Normalmente se acusa a la DSI de ser conservadora, liberal-burguesa. Pues bien, el Compendio y el Diccionario pretenden mostrar lo contrario, es decir que la DSI, con su enfoque teológico y antropológico de carácter trinitario, es revolucionaria respecto al actual contexto sociocultural, organizado en términos preferentemente neoindividualistas y utilitaristas.

Dicho de otra manera, en una sociedad en la que los individuos viven en soledad, a pesar de su inmersión en una retícula infinita de comunicaciones, y en la que la organización neocapitalista y neoliberal de la vida social y económica produce, por decirlo con Zygmunt Bauman, «vidas de desecho», consideradas desechos de la globalización, existencias irremediablemente irrecuperables para el mercado y la sociedad, la contemplación del misterio de la Trinidad, su experiencia mediante la fe, la profundización racional de la participación de la vida divina puede dar vigor a nuestras esperanzas y a nuestra capacidad de proyección social.

Y contemplando a la Trinidad, entendida como comunidad de amor recíproco e infinito, donde cada Persona vive para la entrega, puede renovarse la cultura actual y se puede dar un nuevo impulso profético a la acción social.

Sólo en sociedades enfocadas en sentido trinitario, dialógico y de comunión, el hombre y la mujer se relacionan en términos de reciprocidad, de modo que cada uno puede dar la máxima aportación peculiar porque nunca es instrumentalizado o envilecido en su propia dignidad e identidad.

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia puede leerse en la página web del Vaticano, en la sección del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz: www.vatican.va

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ZENIT Staff

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