Una visión ortodoxa rusa del Papado (I)

Entrevista con el obispo Hilarión Alfeyev

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

VIENA, viernes, 10 noviembre 2006 (ZENIT.org).-El diálogo entre católicos y ortodoxos puede ser fecundo, aunque quedan todavía dificultades en el camino hacia la comunión eucarística, afirma el obispo Hilarión Alfeyev de Viena y Austria.

El obispo Hilarión, representante de la Iglesia Ortodoxa Rusa en las Instituciones Europeas, habla en esta entrevista concedida a Zenit sobre la próxima visita de Benedicto XVI a Turquía y sobre otros temas.

–Benedicto XVI visitará pronto Turquía porque desea estrechar relaciones entre Roma y Constantinopla. ¿Qué significa este viaje para el diálogo ortodoxo católico?

–Obispo Alfeyev: Se espera que esta visita mejore todavía más las relaciones entre las Iglesias de Roma y Constantinopla. Estas dos Iglesias rompieron la comunión mutua en 1054, y esto las da una responsabilidad particular en la restauración de la unidad.

Hablando sobre el posible impacto de ese futuro encuentro para las relaciones ortodoxo-católicas en su conjunto, habría que recordar que la Iglesia Ortodoxa, por lo que se refiere a su estructura, es significativamente diferente de la Iglesia Católica.

La Iglesia Ortodoxa no tiene sólo un primado. Está integrada por 15 Iglesias autocéfalas, cada una encabezada por su propio patriarca, arzobispo o metropolita.

En esta familia de Iglesias, el patriarca de Constantinopla es «primus inter pares», pero su primacía es de honor, no de jurisdicción, dado que no tiene autoridad eclesial sobre las otras Iglesias. Cuando, por consiguiente, es presentado como «cabeza» de la Iglesia Ortodoxa mundial, se comete un error. Y también es equivocado considerar su encuentro con el Papa de Roma como una reunión entre las cabezas de las Iglesias Ortodoxa y Católica.

Históricamente, hasta el cisma de 1054, fue el obispo de Roma quien gozó de una posición de primacía entre los cabezas de las Iglesias cristianas. Los cánones de la Iglesia Oriental –en especial el famoso canon 28 del Concilio de Calcedonia– adscriben el segundo y no el primer lugar al patriarca de Constantinopla.

Además, el contexto en el que este segundo lugar fue concedido al patriarca de Constantinopla fue puramente político: En el momento en que Constantinopla se convirtió en «la segunda Roma», capital de Imperio Romano Bizantino, se consideró que el obispo de Constantinopla debería ocupar el segundo lugar tras el obispo de Roma.

Tras la ruptura de la comunión entre Roma y Constantinopla, la primacía en la familia ortodoxa oriental pasó al «segundo de la fila», es decir, el patriarca de Constantinopla. Es decir, por un accidente histórico se convirtió en «primus inter pares» entre el Oriente de la cristiandad.

Creo que, junto a los contactos con el Patriarcado de Constantinopla, es también importante para la Iglesia Católica desarrollar relaciones bilaterales con otras Iglesias ortodoxas, especialmente con la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ésta, siendo la segunda Iglesia cristiana del mundo en número –sus miembros son 160 millones en todo el mundo– está deseosa de desarrollar estas relaciones, especialmente para ofrecer un testimonio cristiano común a la sociedad secularizada.

–¿Piensa que este viaje abrirá nuevos horizontes en las relaciones entre los mundos cristiano y musulmán?

–Obispo Alfeyev: El diálogo entre cristianos y musulmanes es necesario y oportuno. Es completamente desafortunado que algunos intentos de líderes cristianos por animar este diálogo hayan sido mal interpretados por algunos representantes del mundo musulmán.

La reciente controversia sobre la lección académica del Papa Benedicto XVI en Ratisbona es un vivo ejemplo de tales malentendidos. La agresiva reacción de algunos políticos musulmanes, así como de muchos seguidores del islam, ha sido vista por algunos observadores como sumamente exagerada.

Algunos analistas se preguntaron: «¿Estamos cayendo en una dictadura mundial de la ideología musulmana, cuando cada observación crítica del islam –incluso en el marco de una lección académica– es brutal y agresivamente rechazada, mientras que las críticas a las demás religiones, especialmente al cristianismo, son permitidas y alentadas?

Querría añadir que varios teólogos de la Iglesia Ortodoxa Rusa, incluso aquellos normalmente críticos de la Iglesia Católica, expresaron su apoyo al Papa Benedicto XVI en el momento que surgió la controversia sobre su lección en Ratisbona. Consideraban que lo que dijo era importante, aunque, efectivamente, no estaba completamente de acuerdo con las modernas reglas no escritas de lo políticamente correcto.

–El Papa declinó el título de «Patriarca de Occidente». ¿Qué significa este gesto? ¿Tiene un significado ecuménico?

–Obispo Alfeyev: Yo fui el primer jerarca ortodoxo que comentó este gesto. Varias semanas después, también hizo comentarios oficiales el Santo Sínodo del Patriarcado de Constantinopla.

En mi comentario yo argumenté que este rechazo del título de «Patriarca de Occidente» puede ser considerado por los ortodoxos como la confirmación de la reclamación, reflejada en los otros títulos del Papa, de la jurisdicción de la Iglesia universal.

Entre las muchas designaciones del Pontífice, la de «Obispo de Roma» permanece la más aceptable para las Iglesias Ortodoxas, ya que indica el papel del Papa como obispo diocesano de la ciudad de Roma.

Un título como «arzobispo y metropolita de la Provincia Romana» muestra que la jurisdicción del Papa incluye no sólo la ciudad de Roma sino también la provincia.

«Primado de Italia» indica que el Obispo de Roma es el «primero entre iguales» entre los obispos de Italia, usando el lenguaje ortodoxo, primado de una Iglesia local. Siguiendo con este razonamiento, ninguno de estos tres títulos presentaría un problema para los ortodoxos en la eventualidad de un restablecimiento de la comunión eucarística entre Oriente y Occidente.

El principal obstáculo a la unidad eclesial entre Oriente y Occidente, según muchos teólogos ortodoxos, es la doctrina de la jurisdicción universal del Obispo de Roma. En este contexto son inaceptables e inclusos escandalosos, desde el punto de vista ortodoxo, los títulos que quedan en la lista, como «Vicario de Jesucristo», «Sucesor del Príncipe de los Apóstoles», «Supremo Pontífice de la Iglesia Universal».

Según la doctrina ortodoxa, Cristo no tiene ningún «vicario» para gobernar la Iglesia universal en su nombre.

El título «Sucesor del Príncipe de los Apóstoles» se refiere a la doctrina católica del primado de Pedro quien, cuando pasó a ser Obispo de Roma, se aseguró el gobierno de la Iglesia universal. Esta doctrina ha sido criticada en la literatura apologética ortodoxa desde la época bizantina en adelante.

El título «Supremo Pontífice» –«Pontifex Maximus»– originalmente pertenecía a los emperadores paganos de la antigua Roma. No fue rechazado por el emperador Constantino cuando se convirtió al cristianismo.

Respecto al Papa de Roma, «Supremo Pontífice de la Iglesia Universal» es una designación que indica la jurisdicción universal del Papa, un nivel de autoridad que no es reconocido por las Iglesias Ortodoxas. Es precisamente este título el que debería ser relegado antes si la motivación fuera el «progreso ecuménico» y el deseo de mejorar las relaciones católico-ortodoxas.

[La segunda parte de esta entrevista será publicada en el servicio informativo de este domingo]

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación