Mensaje de los obispos castrenses a los capellanes y personal de las Fuerzas Armadas

«Testigos de la fe en Jesucristo y centinelas de la paz»

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 13 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje a los capellanes castrenses y personal de las Fuerzas Armadas y de seguridad dado al término del Congreso de Obispos militares de todo el mundo, el 27 de octubre de 2006.

* * *

Queridos capellanes:
1. A Uds. y a quienes forman parte de la Iglesia castrense les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo (cfr. 1 Cor. 1,3).

2. Los saludamos, nosotros los Obispos encargados por la Iglesia Católica de la asistencia espiritual a los militares, reunidos en Roma en estos días, llamados por el Papa Benedicto XVI, junto al sepulcro del Apóstol Pedro, para conmemorar el vigésimo aniversario de la promulgación por Su Santidad, el Siervo de Dios Juan Pablo II, de la Constitución apostólica “Spirituali Militum Curae” (21 de abril de 1986). Mediante ella, el Sucesor de Pedro transformó los servicios de asistencia pastoral al mundo militar en estructuras eclesiásticas asimiladas a Diócesis o Iglesias particulares dentro de cada una de las naciones, a fin de promover más adecuadamente el impulso misionero y la renovación cristiana propugnados por el Concilio Vaticano II.

3. Damos gracias a Dios por la clarividencia y el valor que entonces caracterizaron a Juan Pablo II, que no solamente mantuvo, sino que potenció, la asistencia pastoral a un grupo social y un ámbito como el militar, llamado a vivir en condiciones peculiares y en circunstancias humanas frecuentemente aisladas y no favorables para la fe.

4. El Papa, con su autoridad, reafirmó ante todo, la necesidad de atender espiritualmente a la profesión militar, reconocida como instrumento legítimo para la seguridad y la libertad de los pueblos y para el mantenimiento de la paz mediante la justicia y el perdón. Juan Pablo II constituyó los Ordinariatos militares o castrenses como testigos y servidores del evangelio de Jesucristo para los militares y restantes miembros de este ámbito, dadas las peculiaridades de su vida y “el común sentir de la sociedad de nuestro tiempo respecto a la naturaleza y función de las Fuerzas Armadas en la convivencia de los hombres” (Constitución S. M. C., preámbulo).

5. En este quinto Congreso Internacional, conmemorativo de la referida Constitución apostólica, hemos verificado con gratitud el acierto de aquella decisión del Papa Juan Pablo II en 1986, y examinado el camino desde entonces recorrido para su aplicación, que resulta ser preferentemente positivo. Y hemos reflexionado con gran interés sobre los nuevos desafíos y exigencias, sintiéndonos urgidos a ofrecer, junto a todos los miembros de la gran familia militar, respuestas adecuadas a este tiempo.
Como dice Su Santidad Benedicto XVI en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año: “Tanto a los Ordinarios Militares como a sus capellanes va mi estímulo a mantenerse, en toda situación y ambiente, fieles evangelizadores de la verdad de la paz”.

6. Nuestro corazón ahora se vuelve hacia nuestros Capellanes, que han aceptado la misión de evangelizar el mundo militar, y que viven y trabajan cotidianamente entre soldados, oficiales y familias, especialmente entre jóvenes que constituyen la gran mayoría, dando testimonio de esperanza y viviendo con ellos en comunidad de fe y de caridad. A todos los alentamos con nuestro afecto a continuar esta obra, en condiciones a veces muy difíciles. Y deseamos vivamente que el Señor Jesús suscite vocaciones entre nuestros fieles.

7. Los Capellanes castrenses son el corazón de la evangelización dentro de las Fuerzas Armadas y la imagen viva del Buen Pastor en ellas. En efecto: anuncian el Evangelio, educan en la fe, inician en la oración, celebran los Sacramentos (alientan y guían la vocación laical), dan razón de la esperanza cristiana y acompañan humanamente a los soldados en las circunstancias que a éstos les corresponde vivir. Ciertamente estos presbíteros, con numerosos diáconos, religiosos y laicos, prestan un servicio y ofrecen un testimonio, desde los Ordinariatos militares, que han sido y son preciosos. Y en modo alguno, superfluos en nuestro tiempo.

8. En no pocas de nuestras naciones, los Ordinarios militares, con sus Capellanes, ejercen también con gran fruto la responsabilidad pastoral sobre el personal policial y sobre otro personal perteneciente a entidades del bien público, en atención asimismo a las peculiaridades y exigencias de estos otros ámbitos de vida.

9. Son muchos los católicos que, desde su dedicación a la profesión militar, proclaman con sencillez y lealtad, su fe en Jesucristo en el respeto a toda otra legítima convicción religiosa. Apreciamos grandemente a todos los no católicos que, desde esta misma profesión y según su propia conciencia, contribuyen a la construcción de la paz y a la reconciliación entre los pueblos.

10. Por todo ello, damos gracias a Dios con Uds., por los dones divinos que hemos recibido en medio de los soldados y agentes de seguridad, servidores de quienes destacamos su generosidad y entrega, muchas veces heroica. Y con ustedes doblamos hoy nuestras rodillas ante Dios Padre, pidiendo que nos fortalezca con su Espíritu, nos cimiente en el amor y avive nuestra confianza en Jesucristo que ha venido, viene y vendrá (cfr. Ef 3,14 y ss).
Que ante Él, interceda por nosotros y nuestros fieles la Santísima Virgen María, Madre del Señor y Madre nuestra, Reina de la Paz.

Los Obispos Castrenses del mundo reunidos en Roma
27 de octubre del año 2006.

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ZENIT Staff

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