En México no hay todavía auténtica libertad religiosa

Entrevista con Rodrigo Guerra López

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QUERÉTARO, martes 21 de noviembre de 2006. (ZENIT.orgEl Observador). Al recibir por primera vez en visita oficial al nuevo presidente de Italia, Giorgio Napolitano, Benedicto XVI recalcó este lunes que la auténtica libertad religiosa no es simple ausencia de violencia contra los creyentes.
«La libertad religiosa es no sólo un derecho de la persona, sino también de la familia, de de los grupos religiosos y de la misma Iglesia», aclaró..

Por su parte, en su primera intervención ante la prensa, el nuevo presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Carlos Aguiar Retes, subrayó que este organismo buscará influir, directamente, en el Congreso de la Unión para lograr la reforma al artículo 24 constitucional. Dicho artículo consagra la libertad de culto, pero –según dijo Aguiar Retes– se trata de cambiarlo hacia el concepto de libertad religiosa.

Con el telón de fondo de la posible reforma en México, las palabras del Papa al presidente de Italia, la nueva administración de Felipe Calderón Hinojosa en México y la aportación del pensamiento a este tema fundamental de los derechos humanos, Zenit-El Observador ha entrevistado a Rodrigo Guerra, doctor en Filosofía por la Academia de Liechtenstein; profesor de la UNIVA, Plantel Querétaro y consejero numerario de la Fundación Rafael Preciado Hernández.

–¿Qué diferencia hay entre libertad religiosa y libertad de culto?

–Rodrigo Guerra: La rama del derecho constitucional que atiende el hecho religioso se denomina «Derecho Eclesiástico del Estado». En este terreno, el culto es el conjunto de prácticas que realiza una «asociación religiosa» para manifestar su adoración a aquello que se considere divinidad o asociado a la divinidad. En el culto se incluyen ceremonias, oraciones, y algunas otras prácticas (cultuales). El Derecho Humano a la libertad religiosa incluye la libertad de culto, pero abraza muchas otras cosas más: libertad de asociación, libertad de enseñanza, libertad de expresión, libertad de vivir de acuerdo a la creencia religiosa de la persona tanto en privado como en público, libertad para el uso y posesión de medios de comunicación, etcétera. El único límite al derecho humano a la libertad religiosa debe ser el respeto al derecho de terceros. Por ende, no debería haber ninguna restricción en México para su ejercicio ya que nuestro país ha firmado y ratificado diversos acuerdos y tratados internacionales a este respecto. Sin embargo, lamentablemente, esto no es así, como todos sabemos.

–¿Qué busca la Iglesia al mirar con simpatía la idea de una reforma del artículo 24 constitucional?

–Rodrigo Guerra: La Iglesia católica como institución se ha sumado a la voz de muchas otras asociaciones religiosas que valoran las reformas constitucionales realizadas en el año de 1992 sobre libertad de culto y de creencia, pero que se consideran insuficientes de acuerdo al derecho internacional y a una sana concepción de los derechos humanos. Por ello, la Iglesia católica ha sostenido con claridad en diversas ocasiones que sería bueno que el artículo 24 de nuestra Constitución pudiera reconocer sin ambages que todo ciudadano en la República mexicana goza del derecho a la libertad religiosa. Concepto que es más amplio y rico en contenido que la denominada «libertad de culto y de creencia» que hoy consigna nuestra Carta Magna. Las Asociaciones religiosas en diálogo con nuestros legisladores deben de procurar impulsar estos temas en la agenda pública de México.

–¿Qué interés existe para los fieles laicos en estos temas?

–Rodrigo Guerra: El sujeto primario del derecho humano a la libertad religiosa no son las Iglesias, no son los ministros de culto, ¡somos todos los seres humanos! Por ello, los fieles laicos católicos debemos entender que trabajar con valor por el reconocimiento pleno de la libertad religiosa en México es una obligación que tenemos para salvaguardar la libertad que necesitamos para vivir de acuerdo a nuestras convicciones. Los católicos podemos en un caso extremo perderlo todo: bienes materiales, controversias públicas delicadas, la fama personal, etcétera. Lo único que no podemos perder es la libertad para vivir, para asociarnos y para educar a nuestros hijos de acuerdo a nuestra fe. Somos los fieles laicos quienes debemos encontrar los cauces legislativos y técnicos pertinentes para hacer esto posible en el marco de un Estado laico.

–¿Qué sería lo ideal para este tipo de reformas en México?

–Rodrigo Guerra: Lo primero es entender que el derecho a la libertad religiosa no solo protege el derecho de los creyentes sino también el derecho de los no creyentes a vivir de acuerdo a sus convicciones de conciencia en materia religiosa. Lo segundo es trabajar entre todas las asociaciones religiosas (católicas y no-católicas) por esta agenda común. Lo tercero sería la promoción de las reformas necesarias a nivel constitucional y luego a nivel de las leyes secundarias. Concomitante a esto, sería ideal que existiera una campaña permanente de tipo educativo y mediático que nos permita entender la verdadera naturaleza del «Estado laico» y su relación esencial con el derecho a la libertad religiosa. Este último punto es muy importante: el jacobinismo antirreligioso se ha vuelto cultura en algunos espacios y ambientes. Por ello, urge una propuesta madura, laica, y al mismo tiempo, abierta a la vigencia de una auténtica libertad religiosa en México.

–¿Qué espacios de convergencia pueden vislumbrarse con el nuevo gobierno de Felipe Calderón Hinojosa?

–Rodrigo Guerra: Felipe Calderón es un hombre que posee una seria formación humana, académica y cristiana. Entiende bien el sentido positivo de un Estado laico y al mismo tiempo entiende bien que en México al interior del sistema político ha existido una corriente laicista y antirreligiosa contraria a la libertad. Quiero pensar que su gobierno ofrecerá un nuevo ambiente para que todos contribuyamos a construir en la casa común del Estado nuevos espacios de libertad para los mexicanos.

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ZENIT Staff

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