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Nov 30, 2006 00:00
ESTAMBUL, jueves, 30 de noviembre de 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el texto de la Declaración común firmada este jueves por el Papa Benedicto XVI y por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, al final de la Divina Liturgia en la iglesia patriarcal de San Jorge en el Fanar (Estambul).
«Este es el día que ha hecho el Señor, hecho, exultemos y gocémonos en él»
(Salmo 117, 24)
El fraterno encuentro que hemos mantenido, el Papa de Roma Benedicto XVI y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, es una obra de Dios y, en cierto sentido, es un don que procede de Él. Damos las gracias al Autor de todo bien por habernos permitido expresar nuevamente con la oración y el diálogo nuestra alegría de sentirnos hermanos y de renovar nuestro compromiso a favor de la plena comunión. Este compromiso proviene de la voluntad de nuestro Señor y de nuestra responsabilidad como pastores en la Iglesia de Cristo. Nuestro encuentro quiere ser signo y apoyo para todos para que compartamos los mismos sentimientos y las mismas disposiciones de fraternidad, cooperación y comunión en el Amor y la Verdad. El Espíritu Santo ha de conducirnos a la preparación del gran día de la reconstitución de la unidad plena, cuando y como quiera esto Dios. Entonces podremos alegrarnos y regocijarnos plenamente.
1. Hemos recordado con gratitud las reuniones de nuestros respetables predecesores, bendecidos por Dios, los cuales mostraron al mundo la urgencia de la unión y marcaron el sendero para que lleguemos a ella a través del diálogo, de la oración y de la vida eclesial cotidiana. El Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I, peregrinos en Jerusalén, donde Jesucristo murió y resucitó para la salvación del mundo, se reunieron nuevamente, aquí en el Fanar y en Roma. Nos legaron una declaración común, que conserva todo su valor, remarcando que el verdadero diálogo de amor debe apoyar e inspirar todas las relaciones entre las personas y entre estas Iglesias, «debe basarse en la plena confianza en el único Señor Jesucristo en el mutuo respeto de las respectivas tradiciones» («Tomos Agapis», 195). No hemos olvidado ni mucho menos el intercambio de visitas entre su Santidad el Papa Juan Pablo II y su Santidad el Patriarca Demetrio I. Exactamente durante la visita del Papa Juan Pablo II, su primera visita ecuménica, fue anunciada la formación de la comisión mixta del diálogo teológico entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa. En aquella participaron nuestras Iglesias en pos del proclamado objetivo de la reconstitución de la plena comunión.
Por lo que respecta a las relaciones entre las Iglesias de Roma y Constantinopla, no podemos olvidarnos del acto oficial a través de la cual fueron relegados al olvido los antiguos anatemas, que influenciaban las relaciones de nuestras Iglesias a través de los siglos de manera negativa. No hemos aprovechado todavía de este gesto todas las consecuencias positivas, que pueden resultar para nuestro camino hacia la plena unidad, a la que la Comisión mixta está llamada a ofrecer una contribución importante. Exhortamos a nuestros fieles a que se comprometan a tomar un papel acto en este camino con la oración y gestos significativos.
2. Durante la sesión plenaria de la Comisión Mixta del diálogo teológico, que tuvo lugar en Belgrado recientemente, y que gozó de la generosa hospitalidad de la Iglesia Ortodoxa de Serbia, expresamos nuestra profunda alegría por la reanudación del diálogo teológico. Después de una interrupción de algunos años debida a diferentes dificultades, la Comisión pudo trabajar nuevamente con espíritu de amistad y de cooperación. Examinando el tema «Conciliaridad y la autoridad en la Iglesia» a nivel local, regional y universal, emprendió una fase de estudio sobre las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia. Esta fase permitirá afrontar algunas de las cuestiones básicas que todavía son controvertidas. Estamos decididos a apoyar permanente y continuamente, como en el pasado, el trabajo encomendado a esta Comisión y a acompañar a sus miembros con nuestras oraciones.
3. Como pastores, hemos reflexionado en primer lugar en la misión de la proclamación del Evangelio al mundo de hoy. Esta misión, «Id pues y haced discípulos a todas las gentes» (Mateo 28, 19), es más actual y necesaria que nunca, incluso en las naciones tradicionalmente cristianas. Además, no podemos ignorar el aumento de la secularización, del relativismo, del nihilismo, sobre todo en el mundo occidental. Todo esto exige una renovad y poderoso anuncio del Evangelio, adaptado a las culturas de nuestro tiempo. Nuestras tradiciones constituyen para nosotros un patrimonio, que debemos compartir, promover y mantener actual constantemente. Por ello debemos fortalecer la cooperación y nuestro común testimonio a todas las naciones.
4. Hemos considerado positivamente el camino hacia la formación de la Unión Europea. Los agentes de esta gran iniciativa no deben dejar de tomar en cuenta todos los puntos de vista, que afectan a la persona humana y a sus derechos inalienables, especialmente la libertad religiosa, que es prueba y garantía del respeto de toda otra libertad. En toda iniciativa de unificación es necesario proteger a las minorías con sus propias tradiciones culturales y sus particularidades religiosas.
En Europa, manteniéndose siempre abiertos hacia las demás religiones y hacia sus contribuciones a la cultura, tenemos que unir nuestros esfuerzos para preservar las raíces cristianas, sus tradiciones y sus valores cristianos, con el objetivo de asegurar el respeto de la historia y contribuir con la cultura de la futura Europa, con la calidad de las relaciones humanas a todos los niveles.
En este contexto, no podemos dejar de evocar los antiquísimo testimonios y la brillante heredad cristiana del lugar en el cual nos encontramos, comenzando por las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles, que recuerdan la figura de san Pablo, apóstol de las gentes. En esta tierra se encontraron el mensaje del Evangelio y la antigua tradición cultural. Este vínculo, que tanto ha contribuido con nuestra común herencia cristiana, sigue siendo actual seguirá dando frutos en el futuro para la evangelización y para nuestra unión.
5. Nuestras miradas se dirigen hacia los lugares del mundo de hoy, en los que viven cristianos, y hacia las dificultades que enfrentan, concretamente el hambre, las guerras, y el terrorismo, así como hacia las diversas formas de abuso de los pobres, de los inmigrantes, de las mujeres y los niños. Católicos y ortodoxos están llamados a asumir acciones concretas conjuntamente a favor del respeto de los derechos humanos de todo hombre creado a imagen y semejanza de Dios, y de su desarrollo económico, social y político. Nuestras tradiciones teológicas y morales pueden ofrecer una base sólida de enseñanza y acción comunes. Deseamos antes que nada proclamar que el crimen de inocentes en el nombre de Dios es una ofensa contra Él y contra la dignidad humana. Todos tenemos que comprometernos en un nuevo servicio al hombre y de la defensa de la vida humana, de toda vida humana.
Llevamos profundamente en nuestro corazón la paz en Oriente Medio, donde nuestro Señor vivió, sufrió, murió y resucitó, y donde viven desde muchos siglos muchos hermanos cristianos. Deseamos ardientemente que se restablezca la paz en esta tierra, que se refuerce la convivencia entre sus diferentes poblaciones, entre las Iglesias, y entre las diferentes religiones que allá se encuentran. Por este motivo, apoyamos el desarrollo de relaciones más cercanas entre los cristianos y un diálogo interreligioso auténtico y leal para luchar contra toda forma de violencia y discriminación.
6. Ante los grandes peligros para el medio ambiente, queremos expresar también nuestra preocupación p or las consecuencias negativas para la humanidad y para toda la creación que pueden producirse por un determinado desarrollo tecnológico y económico sin límites. Como líderes religiosos, consideramos que nuestra obligación consiste en apoyar y animar todos los esfuerzos que se han realizado y se realizan a favor de la protección de la creación de Dios y para entregar a las futuras generaciones un mundo en el que puedan vivir.
7. Por último, nuestro pensamiento se dirige a todos vosotros, fieles de ambas Iglesias presentes en todo el mundo, obispos, presbíteros, diáconos, monjes y monjas, hombres laicos y mujeres, comprometidos con cualquier servicio eclesiástico y hacia todos los bautizados. Saludamos en Cristo a todos los demás cristianos, asegurándoles nuestra oración y nuestra buena disposición para el diálogo y la cooperación. Os saludamos a todos vosotros con las palabras del apóstol de las gentes: «a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo» (2 Corintios 1,2)
El Fanar, 30 Noviembre 2006
BENEDICTO XVI
BARTOLOMÉ I
[Traducción del original francés realizada por Zenit]