CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 23 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este jueves al recibir en audiencia al primado de la Comunión Anglicana, el arzobispo Rowan Williams de Canterbury.

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Su Gracia,
queridos amigos:

¡Gracia y paz a vosotros en el Señor Jesucristo! Vuestra visita me trae a la memoria la importante costumbre establecida por nuestros predecesores en las recientes décadas. Me recuerda, además, la historia de las relaciones entre la Sede de Roma y la Sede de Canterbury, que comenzó cuando el Papa Gregorio Magno envió a San Agustín a la tierra de los anglosajones hace más de 1400 años. Le doy la bienvenida a usted y a la distinguida delegación que le acompaña. No es nuestro primer encuentro. De hecho, me sentí agradecido por su presencia y por la de otros representantes de la Comunión Anglicana en el funeral del Papa Juan Pablo II, y después en la inauguración de mi pontificado, hace año y medio.

Su visita a la Santa Sede coincide con el cuadragésimo aniversario de la visita del entonces arzobispo de Canterbury, el doctor Michael Ramsey, al Papa Pablo VI. Aquella visita se vivió como una gran promesa, en el momento en el que la Comunión Anglicana y la Iglesia católica daban los primeros pasos en el diálogo sobre cuestiones que hay que afrontar en la búsqueda de la plena unidad visible.

Hay muchas cosas en nuestras relaciones en estos cuarenta años por las cuales debemos dar gracias. El trabajo de la comisión teológica para el diálogo ha sido un motivo de aliento al afrontar cuestiones de doctrina que nos han separado en el pasado. La amistad y las buenas relaciones que existen en muchos lugares entre anglicanos y católicos han ayudado a crear un nuevo contexto en el que nuestro testimonio compartido del Evangelio de Jesucristo ha sido alimentado y ha dado pasos hacia delante. Las visitas de los arzobispos de Canterbury a la Santa Sede han servido para reforzar esas relaciones y han desempeñado un papel importante para afrontar los obstáculos que nos separan. Esta tradición ayudó a convocar el encuentro constructivo de obispos anglicanos y católicos en Mississauga, Canadá, en mayo de 2000, en el que se acordó la formación de una comisión conjunta de obispos para discernir formas apropiadas de expresar en la vida eclesiástica los progresos conseguidos. Por todo esto, damos gracias a Dios.

De todos modos, en el contexto actual, y especialmente en el mundo occidental secularizado, se dan influencias y presiones negativas que afectan a los cristianos y a las comunidades cristianas. En los últimos tres años usted ha hablado de manera abierta sobre las tensiones y dificultades que acosan a la comunidad anglicana, así como sobre la incertidumbre sobre el futuro de la misma Comunión. Acontecimientos recientes, sobre todo acerca del ministerio ordenado y de ciertas enseñanzas morales, han repercutido no sólo en las relaciones dentro de la Comunión Anglicana, sino también en las relaciones entre la Comunión Anglicana y la Iglesia católica.

Creemos que estos temas, sobre los que se discute en estos momentos en el seno de la Comunión anglicana, son de vital importancia para la predicación del Evangelio en su integridad, y que los debates actuales influirán en el futuro de nuestras relaciones. Es de desear que el trabajo del diálogo teológico, que ha registrado no pocos acuerdos sobre estos y otros importantes argumentos teológicos, se siga tomando en serio en vuestro discernimiento. En estas deliberaciones, os acompañamos con la oración. Esperamos fervientemente que la Comunión Anglicana permanezca arraigada en los Evangelios y en la Tradición Apostólica, que conforman nuestro común patrimonio y que son el fundamento de nuestra común aspiración a trabajar por la unidad plena visible.

El mundo necesita nuestro testimonio y la fuerza que procede de una proclamación sin fisuras del Evangelio. El inmenso sufrimiento de la familia humana y las formas de injusticia que afectan negativamente a las vidas de tantas personas constituyen un urgente llamamiento a ofrecer un testimonio y un servicio compartido. Por ese motivo y a pesar de las dificultades actuales es importante que prosigamos nuestro diálogo teológico. Espero que vuestra visita sirva para encontrar caminos constructivos en las circunstancias actuales.

¡Que el Señor le siga bendiciendo a usted y a su familia, y que le asista con su fuerza a usted en su ministerio al servicio de la Comunión Anglicana!

[Traducción del original inglés realizada por Zenit
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]