El eclipse de lo masculino

Según el filósofo Rodrigo Guerra López, director del Observatorio Social del CELAM

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QUERÉTARO, domingo, 10 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Existe un verdadero eclipse de lo masculino; viene por «algunos feminismos sumamente unilaterales» y por «el machismo».

Lo afirma a Zenit el filósofo Rodrigo Guerra López, doctor en Filosofía por la Academia de Liechtenstein, profesor de la UNIVA-Querétaro y miembro de la Academia Pontificia para la Vida.

Director del Observatorio social del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), es estudioso de la diferencia entre sexos. Entre sus obras destacan «Volver a la persona» (Caparrós, Madrid 2002) y «Afirmar a la persona por sí misma» (CNDH, México 2003).

–¿Por qué el tema de la identidad sexual es hoy tan relevante en los debates sociales?

–Prof. Guerra: La sexualidad es una perfección que atraviesa todas las dimensiones de la persona humana. Por eso desde siempre ha tenido un interés y una importancia antropológica y cultural enorme. En la actualidad el “ethos” postmoderno ha puesto en crisis el tema de la identidad: social, psíquica y hasta somático-sexual.

En este contexto el ser humano busca nuevos referentes para explicar su sexualidad, para interpretarla, para realizarla. Estas búsquedas, si no se re-articulan de modo adecuado en
una antropología integral, pueden lastimar la propia dignidad alienando una estructura humana sumamente delicada.

–Son frecuentes los debates en torno a la «vocación», «identidad», «derechos» y «condición» de la mujer. Pero, ¿por qué motivo no se habla de la «condición masculina»?

–Prof. Guerra: Precisamente cuando el debate teórico y político sobre la mujer se despliega al margen de una antropología integral, el vínculo esencial mujer-varón y varón-mujer queda como oscurecido. El varón y la mujer son dos rostros, dos realizaciones empíricas de lo humano.

Existe un verdadero eclipse de lo masculino provocado hoy por una doble vía: por una parte están algunos feminismos sumamente unilaterales y por otra está el machismo, aún en sociedades aparentemente “desarrolladas”. Ambos fenómenos disuelven el ethos propiamente masculino.

–Usted afirma -en algunas de sus investigaciones sobre antropología de la sexualidad- que la vocación femenina consiste en “custodiar lo humano”. ¿Esta vocación no es compartida por los varones?

–Prof. Guerra: “Custodiar lo humano” es una de las modalidades de expresión de la vocación femenina. Sin embargo, muchas perfecciones femeninas son realizadas también por el varón.

Esto no nos debe de sorprender debido a que varón y mujer poseemos las mismas facultades y la misma dignidad.

La especificidad femenina se define principalmente por el papel que juegan algunas perfecciones en el momento de la integración y la trascendencia de la persona en acción.

Una misma naturaleza humana está como articulada de dos modos diversos, complementarios y recíprocos. Así pues, la diferencia entre varón y mujer no es de naturaleza, sino de acentos y matices en la realización de lo humano.

–¿Se podría decir que otra característica propia de la mujer es su “intuición”?

–Prof. Guerra: Varones y mujeres somos capaces de intuir y de razonar. Sin embargo, no es difícil reconocer que el varón suele privilegiar el discurso y el análisis, mientras que la mujer en su desempeño habitual privilegia la comprensión de contenidos mucho más holísticos y esenciales.

Usando el lenguaje de San Agustín, podríamos decir que la mujer despliega con gran fuerza el “intelectus”, mientras que el varón hace lo propio con la “ratio”.

Ahora bien, la “ratio” debe estar al servicio del “intelectus”, la argumentación al servicio de la comprensión.

Desde este punto de vista, mirar el mundo desde una perspectiva primordialmente masculina es sumamente incompleto. Es necesario incorporar la mirada femenina para una recuperación más global de todos los factores de lo real.

–En sus escritos usted recuerda que se ha marginado sistemáticamente a la mujer a lo largo de la historia. ¿Qué es necesario cambiar? ¿Bastan las reformas legislativas?

–Prof. Guerra: Las reformas legislativas tendentes a reconocer en plenitud los derechos que goza la mujer son muy importantes.

De nada sirve proclamar retóricamente que la mujer posee dignidad si esto no se traduce en instituciones como el Derecho.

Ahora bien, el Derecho para poder ser efectivo requiere de una cultura, de una educación, que lo aprecie, que lo facilite en su ejecución, y que eventualmente lo desarrolle en su expresión.

Una nueva sociedad emerge cuando la cultura que la vitaliza se renueva desde sus fuentes más originarias.

Desde el comienzo del ser humano en la tierra, la mujer ha resultado ser un sujeto privilegiado para la creación de cultura, es decir, para la creación de auténtica “humanidad”.

–A la luz de estas consideraciones, ¿en qué nos podemos inspirar para entender el papel que le corresponde a la mujer en la Iglesia?

–Prof. Guerra: El Papa Juan Pablo II ha colaborado como nadie en el esclarecimiento del fundamento teológico de la participación y misión de la mujer en la Iglesia.

La mujer, al igual que María, esta llamada de una manera misteriosa pero real a colaborar en la obra de la Redención.

Ahora bien, es necesario reconocer que existen resistencias para activar pastoralmente la doctrina del documento “Mulieris dignitatem”.

La praxis pastoral de la Iglesia sería distinta si tomáramos en serio sus contenidos. Muchos siguen tratando a las mujeres como seres humanos de segunda, como sujetos destinados exclusivamente a labores de servicio asistencial o de educación básica.

No existe fundamento filosófico o teológico riguroso que argumente que la mujer no puede enseñar teología, no puede coordinar una estrategia pastoral, no puede activar una iniciativa política cuando es fiel laica.

¡Cuantas veces las mujeres son las primeras que llegan al pie de la Cruz mostrando de manera ejemplar el seguimiento real de Jesucristo! ¡Cuánto deberíamos aprender de este tipo de gestos! ¡Cuánto deberíamos agradecerlos todos con humildad!

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ZENIT Staff

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