En ambas regiones de los Estados Unidos, según se hace eco «Radio Vaticana», la pena capital se lleva a cabo por inyección letal. Las ejecuciones han sido suspendidas, igual que en Florida y California, en espera de que se modifiquen los actuales procedimientos, considerados inhumanos.
La Conferencia Católica de Maryland fue formada por los obispos de Maryland para potenciar la política pública común y los intereses pastorales de las archidiócesis de Baltimore y Washington, así como de la diócesis de Wilmington.
En un llamamiento difundido la semana pasada, tal Conferencia de obispos invita a los legisladores del Estado a sustituir la pena de muerte con la de cadena perpetua; además recientes sondeos confirman que la opinión pública local ya está «dispuesta a su abolición».
Una exhortación similar ha dirigido a los diputados y senadores de Dakota del Sur monseñor Blaise Joseph Cupich, obispo de Rapid City.
Así se desprende de su carta abierta –también citada en la emisora pontificia- publicada en el último número de la revista católica «America».
El prelado pone de manifiesto el estrecho vínculo entre la cuestión de la pena de muerte y la del aborto, recordando la valiente batalla que libraron el año pasado los legisladores del Estado para hacer ilegal esta última práctica.
La argumentación contra una y otra cuestión es la misma, escribe: «El sagrado derecho a la vida es universal y es un don de Dios.