CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 11 febrero 2007 (ZENIT.org).- Sin el respeto de la ley natural, la vida, la familia y la sociedad se convierten en víctimas del relativismo ético, explicó Benedetto XVI este lunes.
Fue el mensaje que dejó al recibir en audiencia a unos 200 participantes en el congreso internacional sobre el derecho natural, convocado por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
El discurso del Papa comenzó constatando las evidentes contradicciones del momento presente, caracterizado por el progreso tecnológico.
«Vemos todos las grandes ventajas de este progreso, pero vemos cada vez más también las amenazas de destrucción del don de la naturaleza», constató.
«Y se da otro peligro, menos visible, pero no menos inquietante –añadió–: el método, que nos permite conocer cada vez más las estructuras racionales de la materia, nos hace cada vez más incapaces de ver la fuente de esta racionalidad, la Razón creadora».
Por este motivo, el obispo de Roma subrayó «la urgencia» de reflexionar sobre el tema de la ley natural, como manantial de normas, que preceden a cualquier ley humana y que no pueden ser alteradas por nadie.
El número 1954 del Catecismo de la Iglesia Católica «la ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira».
En este discernimiento, el Papa destacó en particular «el principio del respeto por la vida humana, desde su concepción hasta su ocaso natural, pues este bien de la vida no es propiedad del hombre, sino don gratuito de Dios».
Otro principio fundamental, añadió, es «el deber de buscar la verdad, presupuesto necesario de toda madurez auténtica de la persona», añadió.
Contra esta visión, como denunció el Papa, atenta el «positivismo jurídico», según el cual, los «intereses privados» se transforman en «derechos».
Por el contrario, «la ley natural es, en definitiva, el único baluarte contra el arbitrio del poder o de los engaños de la manipulación ideológica», señaló.
Para la ley natural, explicó Benedicto XVI, la familia es «esa comunidad íntima de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador» y, por tanto, «vínculo sagrado», que «no depende del arbitrio humano».
«Por tanto, ninguna ley hecha por los hombres puede alterar la norma escrita por el Creador sin que la sociedad quede dramáticamente herida en lo que constituye su mismo fundamento».
«Olvidarlo significaría debilitar la familia, penalizar a los hijos y hacer precario el futuro de la sociedad», indicó.
En este contexto, confesó: «siento el deber de afirmar una vez más que no todo lo que es científicamente factible es también éticamente lícito».
«La técnica, cuando reduce el ser humano a objeto de experimentación acaba abandonando al débil al arbitrio del más fuerte», concluyó.