Los obispos se preguntan por el futuro de la Unión Europea

Habla Giorgio Salina, presidente de la Asociación Fundación Europa

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ROMA, lunes, 11 febrero 2007 (ZENIT.org).- Del 13 al 25 de marzo próximos, con motivo del cincuenta aniversario de los Tratados de Roma que marcaron el inicio de la construcción europea, la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) ha organizado en Roma un congreso de alcance continental.

Reflexionando sobre este acontecimiento y sobre el camino recorrido por la Unión Europea en estos últimos años, Giorgio Salina, presidente de la Asociación Fundación Europa declara a ZENIT que «los vientos que corren en Europa, más allá de las declaraciones oficiales, no son ciertamente los mejores para el futuro de la Unión».

«Y es así desde la ducha fría del ‘no’ a la ratificación del tratado constitucional por parte de Francia y Holanda», explica.

«El riesgo –añade Salina– es que siendo necesaria la unanimidad de los 27 países actualmente miembros para concordar nuevas regulaciones, la Unión se reduzca a un área de libre intercambio con veleidades de improbable política exterior y comercial unitaria en el escenario internacional».

Respecto al Congreso organizado por la COMECE, Salina sostiene que «se trata de una gran oportunidad para que los cristianos lancen un mensaje alto, fuerte y claro a las mujeres y a los hombres europeos de buena voluntad para la reanudación con renovado vigor del proceso comunitario».

Según el presidente de la Asociación Fundación Europa, «es condición preliminar el retorno al espíritu, a los ideales y a las esperanzas de los Padres fundadores, tres hombres que varias circunstancias unieron en un gran destino: los tres, Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi y Robert Schuman, marcados por la inmensa tragedia de una guerra fratricida que ensangrentó a Europa, con abismos de horror y perversidad».

«Los tres –añadió– con un gran deseo de paz y de fraternidad que se concretara en una colaboración económica, social y política; tres cristianos católicos con una gran y clara conciencia del bien común al que sacrificar egoísmos nacionalistas, pero también estadistas dotados de gran realismo político y de amplias miras».

Según Salina, dos condiciones preliminares para volver a ese espíritu y a esos ideales son la laicidad y la subsidiariedad.

«Una laicidad sin embargo que pase de posiciones de rechazo a posiciones de neutralidad –añade el presidente de la Asociación– para que las instituciones públicas disfruten de la colaboración democrática de las Iglesias y de las realidades confesionales, de las asociaciones culturales y filosóficas, de todas las posiciones culturales y por tanto también del cristianismo que ha concurrido en gran medida a hacer de Europa lo que es hoy: sin esta tradición y esta historia se tiene una Europa sin alma que no se reconoce a sí misma. No hay futuro sin la conciencia de lo que se es».

Respecto a la subsidiariedad, Salina explica en cambio que «no debe ser solamente ‘vertical’ entre instituciones comunitarias, estados individuales y poderes locales, sino también ‘horizontal’ entre poder político a los diversos niveles y sociedad en sus diferentes articulaciones».

Otro punto central para este relanzamiento de Europa es, según Salina, «la libertad religiosa como resultado de una laicidad rectamente entendida y de la subsidiariedad concretamente realizada».

El presidente de la Asociación Fundación Europa se declara convencido de que la libertad religiosa tendrá seguras repercusiones positivas para la democracia: «El respeto de la libertad religiosa de los individuos y de sus libres agregaciones es en efecto índice y garantía del respeto de los derechos humanos fundamentales, implicando libertad de pensamiento, de expresión, de agregación, de educación y muchas más».

Además, «la libertad religiosa garantiza la correcta aplicación a todas las posiciones culturales de un principio democrático fundamental: ‘Refutaré lo que dices, pero lucharé para que tú lo puedas decir’», explica a Zenit.

Al final, «la libertad religiosa favorece la aportación constructiva de los hombres religiosos a la realización cumplida de una moderna democracia de todos al servicio de todos, recuperando principios éticos y sentido de corresponsabilidad».

«Todo esto –añade Salina- no es la defensa de posturas partidistas aunque estén muy difundidas, sino la determinación de las condiciones que pueden ciertamente reanudar mejor con conciencia y realismo la perspectiva histórica de la reunificación del continente, habiendo concordado nuevas reglas comunes de colaboración más eficaces y más solidarias en su interior, y capaces de permitir a la Unión hablar con una voz más unitaria en política exterior y comercial».

«Se trata de condiciones que pueden favorecer la recuperación de Europa, con el valiente impulso ideal de los inicios, de un papel internacional a favor de la paz, que sobre todo los países del sur del mundo piden y esperan», afirma.

«Todo esto no es un camino fácil –subraya Salina–, está sembrado de dificultades, pero justo por esto es necesario recuperar las razones que han motivado la ‘necesidad’, que han constatado la falta de alternativas al camino iniciado hace cincuenta años».

El presidente de la Asociación Fundación Europa afirma además que «es necesario restaurar condiciones de colaboración para encontrar la vía común, aunque sea en la confrontación franca y dura entre culturas diversas».

«Si al inicio no se hubieran establecido estas condiciones, nadie se habría ni siquiera puesto en camino, porque dificultades e incógnitas había también entonces y quizá mayores», concluye.

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ZENIT Staff

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