MURCIA, jueves, 8 marzo 2007 (ZENIT.org–Veritas).- El arzobispo de Sarajevo, cardenal Vinko Puljic, declara que «así como la paz es esencial para el hombre, el hombre es esencial para la paz».
Sus afirmaciones resonaron en las VI Jornadas Internacionales de Caridad y Voluntariado organizadas por la Universidad Católica San Antonio (UCAM), en las que ha impartido, el 7 de marzo, una conferencia bajo el título «La paz y el diálogo interreligioso».
El purpurado analizó la cuestión de paz, diálogo y convivencia en su país, Bosnia-Herzegovina, donde viven de forma conjunta cuatro comunidades religiosas tradicionales como son la islámica, judía, católica y la ortodoxa serbia.
El cardenal fue una de las voces más activas a favor de la paz durante el conflicto que desangró los Balcanes en los años noventa.
El arzobispo recordó el título del mensaje de la paz utilizado este año por el papa Benedicto XVI, «El hombre es el corazón de la paz», para afirmar que «en la naturaleza humana está presente la imagen de Dios que en su conciencia lo lleva a la justicia, solidaridad y respeto hacía cualquier otra criatura, como creada por Dios».
Asimismo, el conferenciante expuso el importante grado de influencia que tiene el hombre para provocar la paz o para distorsionar y dar paso a conflictos.
En opinión del purpurado, «el hombre es el corazón de la paz como dijo el papa Benedicto XVI, pero el hombre es también la fuente y el corazón de los conflictos. Él lleva en sí miedos, temores, dudas que pueden pasar a enfrentamientos y odios, violencias y guerras. Todo eso ha experimentado el hombre de Bosnia Herzegovina».
De igual manera, el cardenal Puljic, afirma que las posibles diferencias religiosas no son el condicionante decisivo para el origen de los conflictos.
«Las diferencias no son el error de la naturaleza o un accidente fatal. El problema aquí es que las diferencias se destacan con mucha facilidad, mientras que los valores comunes se olvidan más fácilmente todavía», declara el purpurado.
Uno de los problemas que el cardenal Puljic quiso poner de relieve como impedimento para la instauración de la paz y el diálogo religioso fue el del odio como óbice para que triunfe el amor en el hombre.
«El odio es como un cuerpo extraño para el alma. Él es para el alma lo mismo que la alimentación podrida para el cuerpo. En Bosnia, el odio expresó su rabia en la quema de casas, desacralización y profanación de los edificios religiosos y cementerios, en las masacres de otros y diferentes», concluyó el cardenal.