SEÚL, viernes, 23 marzo 2007 (ZENIT.org).- Con motivo del 80 aniversario de la erección de la diócesis de Pyongyang, capital de la República Popular Democrática de Corea, los católicos coreanos se reunieron en la catedral de Seúl, capital de Corea del Sur, para pedir que la sangre de los mártires del Norte devuelva vigor y libertad a la Iglesia y los fieles oprimidos por el régimen estalinista, informa AsiaNews.

Seguir rezando por Corea del Norte para que la sangre de sus mártires sea semilla de libertad para la Iglesia y toda la población, y al mismo tiempo mantener abierto cualquier posible canal de diálogo con todos los interlocutores, para devolver al país libertad y justicia. Esta es la invitación contenida en los mensajes leídos en la catedral de Nuestra Señora de Lourdes, en Seúl, el pasado 18 de marzo, con motivo de la conmemoración del 80 aniversario de la erección de diócesis de Pyongyang.

En su homilía, el arzobispo de Seúl y administrador apostólico de Pyongyang, cardenal Nicholas Cheong Jin-suk, dijo: «Debemos recordar siempre el valor de la oración, sobre todo cuando pensamos en nuestros hermanos del Norte. Sabemos que su fe está obligada al silencio, y sobre todo por esto debemos elevar oraciones cada vez más fervorosas a nuestro Salvador».

El predecesor del cardenal Cheong, el arzobispo emérito Stephen Kim Sou-hwan, añadió: «El modo mejor de recordar este drama, para mí, es mirar el Anuario pontificio y ver, cada año, un renglón vacío (donde debería estar el nombre del actual obispo de la capital norcoreana, ndr). Debemos sin embargo recordar siempre que hay esperanza incluso donde no parece, porque creemos en Cristo, que siempre ha ayudado a los perseguidos».

El nuncio apostólico, el arzobispo Emil Paul Tscherring, pidió por su parte «recordar en oración a la población que sufre» aunque subrayó la importancia de «hacer lo posible para mostrar con acciones prácticas la solidaridad y el amor cristiano».

Un testimonio importante fue aportado por el padre Vittorino Youn Kong-hi, nacido en la provincia de Pyongyang y luego huido del régimen estalinista, quien dijo: «Estoy seguro de que en Corea del Norte hay una base fuerte para la evangelización. Esta nació y se mantiene viva gracias a la sangre de los mártires coreanos que, como escribe Tertuliano, es la semilla de la fe».

La situación de la Iglesia Católica en Corea del Norte es dramática. Desde finales de la guerra civil (1953), las tres circunscripciones eclesiásticas y toda la comunidad católica fueron diezmadas de manera brutal por el régimen estalinista, que no ha dejado vivo a ningún sacerdote local y ha expulsado a los extranjeros. Se estiman en más de trescientos mil los cristianos «desaparecidos», durante los primeros años de la persecución de Kim Il-sung, el entonces dictador del país.

Sin embargo, el Papa ha seguido manteniendo vivo al clero asignando las «sedi vacanti et ad nutum Sanctae Sedis» a algunos ordinarios surcoreanos. Actualmente, además del cardenal Cheong, tienen cargos monseñor John Chan Yik, obispo de Chuncheon y administrador de Hamhung, y el padre Simon Peter Ri Hyeong-u, abad del monasterio benedictino de Waegwan y administrador de Tokwon.

Para testimoniar la persecución del régimen, en el Anuario pontificio aparece todavía el obispo de Pyongyang monseñor Francis Hong Yong-ho (que hoy tendría 101 años), desaparecido el 10 marzo de 1962, y nunca fue declarado oficialmente muerto.

En la actualidad, no hay estructuras eclesiásticas ni sacerdotes residentes. Tras la inauguración de la primera iglesia ortodoxa, en la capital norcoreana el pasado agosto, la comunidad católica es la única que no tiene ningún sacerdote para sus fieles.
El número oficial de católicos reconocidos es de 800, un número muy inferior a los tres mil declarados recientemente por el Gobierno.

La llamada Asociación de los católicos norcoreanos, una organización creada y gestionada por el régimen, sigue declarándose interlocutor oficial de los católicos locales. La Santa Sede, sin embargo, ha desanimado siempre una visita de los dirigentes de la Asociación a Roma, dado que quedan serias dudas sobre su estatus jurídico y canónico Hay en efecto sospechas de que sean sólo funcionarios de partido y ni siquiera católicos.

En Corea del Norte se permite sólo el culto del líder Kim Jong-Il y de su padre Kim Il-Sung. El régimen ha tratado siempre de obstaculizar la presencia religiosa, en especial de budistas y cristianos, e impone a los fieles el registro en organizaciones controladas por el Partido.

Pyongyang declara que hay libertad religiosa en el país y que está garantizada por la Constitución: cifras gubernamentales oficiales hablan de cerca de diez mil budistas, diez mil protestantes y tres mil católicos. Las estimaciones del Gobierno se refieren sólo a los fieles inscritos en las asociaciones reconocidas. En Pyongyang hay tres iglesias, dos protestantes y una católica.

Según el Informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada de 2004, sobre la libertad religiosa en el mundo, en estas iglesias protestantes se hace mucha propaganda al régimen, y dentro actúan ministros que equiparan al «querido líder» Kim Jong-Il a un semidiós.

En la única iglesia católica no actúa ningún sacerdote, pero se realiza sólo una oración colectiva una vez a la semana. Estos lugares de culto han sido varias veces definidos «espejos para las alondras», destinadas a los pocos turistas que logran visitar el país.