MILÁN, lunes, 19 marzo 2007 (ZENIT.org).- El profesor Pierpaolo Donati, fundador de la sociología relacional, aclara que la familia tradicional no puede ser identificada con regresión y el exasperado individualismo con progreso.
En una conferencia impartida en Milán, sobre el tema «La familia en transformación en la Europa contemporánea», el sociólogo afirmó el 7 de marzo que «no es verdad que el progreso coincida con una siempre ulterior individualización de los individuos, mientras que el refuerzo de los lazos sociales represente una regresión».
Tras analizar a fondo fenómenos como la disgregación de la familia, el proceso del invierno demográfico, el dramático descenso de la fertilidad, la tendencia a reducir cada vez más el núcleo familiar en formas culturales y subjetivistas, el incremento de los divorcios y separaciones, Donati, profesor de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia, señaló las dos líneas interpretativas sobre los cambios de la familia.
Según la primera línea interpretativa, los cambios de la familia se producirán como consecuencia de la disolución de la llamada familia tradicional (pareja casada con hijos propios), que acabará siendo completamente marginal.
Se preconiza que la familia no podrá nunca asumir formas que de alguna manera se asemejen al pasado. Y esto porque –así se supone–, el matrimonio se convierte en un vínculo demasiado constrictivo y oneroso, la sexualidad se separa de la fecundidad, el tener hijos se convierte en una opción cada vez más onerosa y arriesgada.
La otra tesis sostiene, en cambio, que la pluralización de formas refleja tendencias negativas, de tipo autodestructivo, regresivo y de degradación social, que generan formas de vida incapaces de representar soluciones satisfactorias y estables en las relaciones entre sexos y entre generaciones.
Según esta posición, la sociedad deberá reducir la variabilidad de los posibles comportamientos familiares, y revalorizar ciertas características perennes –de compromiso contractual y de estabilidad entre sexos y generaciones–, típicas de la familia tradicional.
Según Donati, el límite común de ambas tesis está en hacer referencia a «un modelo de ‘familia tradicional’ que se usa como un cómodo estereotipo polémico, en sentido negativo (a combatir) o en sentido positivo (a defender)».
«Se olvida que la expresión ‘familia tradicional’ –subrayó el profesor Donati, ex presidente de la Asociación Italiana de Sociología– indica una ‘sociedad natural’ fundada en la unión conyugal entre un hombre y una mujer que hace estables, previsibles y socialmente tutelados los intercambios entre ellos y la asunción de tareas comunes, como la procreación y la educación de los hijos».
«El tema de la pluralidad de la familia hay que afrontarlo con una visión más amplia que las meras descripciones positivistas e incluso que las puras extrapolaciones o proyecciones históricas», subrayó el sociólogo, miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales.
«Se deben evitar los esquematismos –concluyó Donati, autor de más de 500 publicaciones en varios idiomas–, según los cuales el progreso coincidiría con una siempre ulterior individualización de los individuos, mientras que el refuerzo de los lazo sociales representaría una regresión».