ROMA, lunes, 19 marzo 2007 (ZENIT.org).- La exhortación apostólica postsinodal «Sacramentum Caritatis» de Benedicto XVI constituye un nuevo paso hacia la maduración de la reforma litúrgica, considera el padre Federico Lombardi S. I.
Brinda esta reflexión el director de la Oficina de Información de la Santa Sede en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario producido por el Centro Televisivo Vaticano –del que también es presidente- y distribuido por canales católicos de televisión del mundo.
Ante todo –aclara- «el nuevo documento de Benedicto XVI sobre la Eucaristía –»Sacramento del amor»- es una nueva señal de la continuidad entre los dos pontificados».
«Las últimas grandes iniciativas de Juan Pablo II estuvieron dedicadas precisamente a la Eucaristía. Su última encíclica –titulada «Ecclesia de Eucharistia», esto es: «La Iglesia vive de la Eucaristía» -, la dedicación de un año pastoral enteramente dedicado a la Eucaristía –durante el cual falleció- y la convocatoria de un Sínodo de los obispos sobre el mismo tema».
«Evidentemente Juan Pablo II veía y vivía la Eucaristía como centro y culmen, además de fuente de la vida de la comunidad de la Iglesia a él confiada. Y casi simbólicamente el arco de su pontificado concluyó ante este gran don y misterio», reconoce el padre Lombardi.
«Benedicto XVI ha llevado a cumplimiento el Año de la Eucaristía y el Sínodo, y ahora comunica sus frutos a la Iglesia con un documento que ya por el propio título se demuestra estrechamente vinculado a su primera encíclica –«Dios es amor» [ «Deus caritas est». Ndr]-, casi como su natural desarrollo», subraya.
«El nuevo texto manifiesta también una intención característica de Benedicto XVI: la encaminada a la liturgia, a su riqueza de significados, a la dignidad de su celebración», sigue explicando.
Constata el padre Lombardi. «Son ciertamente muchos los puntos sobre los que la Iglesia es invitada a reflexionar para hacer cada vez más evidente que la liturgia es un evento vivo de comunión de la comunidad con Dios. La reforma litúrgica emprendida por el Concilio continúa así madurando en un equilibrio siempre mayor en sus dos dimensiones, horizontal y vertical».
«Teología, espiritualidad, liturgia y vida encuentran en este nuevo texto un equilibrio y una integración admirables. Un don para la Iglesia que hay que acoger, meditar y llevar a la práctica», concluye.