CIUDAD DEL VATICANO/NÁPOLES, martes, 27 marzo 2007 (ZENIT.org).- Respuesta superior a las expectativas: el cardenal arzobispo de Nápoles (Italia) confirma que, siguiendo su llamamiento por Cuaresma, los jóvenes están abandonando las armas y dan signos se sensibilización ante los valores de la vida y de la juventud.
Consciente del exasperado clima de violencia de la región y de que la juventud local se ve sometida a presiones y manipulaciones que arruinan su vida, el cardenal Crescenzio Sepe inició la Cuaresma con una «Carta a los jóvenes» compartiendo como un padre con ellos que «sólo el lenguaje del amor puede echar por tierra toda sordidez e indiferencia».
El lunes Benedicto XVI recibió al cardenal Sepe, quien posteriormente comentó en «Radio Vaticana» cómo había enfocado este tiempo litúrgico para su diócesis: «He buscado encarnarme un poco en la situación que estamos viviendo en este particular momento a fin de dar a la Cuaresma una característica fuertemente bíblica, pastoral y también con algún reflejo en lo social», intentado «redespertar las conciencias».
Deponer las armas: ésta es la petición que hizo el arzobispo de Nápoles a los jóvenes de su diócesis en Cuaresma.
«¡Abrid vuestras manos! –les dijo-. Dejad caer los cuchillos que derraman solo sangre, muerte y luto», «que reclaman venganza, que responden al odio con el odio», «que cortan los lazos de amistad, hieren las relaciones, provocan el derramamiento de lágrimas y golpean en el corazón de vuestra dignidad de jóvenes».
«»Desenfundad» vuestra valentía» y «llevad a las iglesias las armas, añadió-, todas las armas que reniegan de la vida; deponed ante el altar de Cristo los cuchillos, las hojas que matan la esperanza y enfangan vuestra juventud y vuestra dignidad de hombres».
Y estos cuchillos «se transformarán en signos de vida» -anunció-, pues se destruirán y se convertirán en herramientas para cultivar la tierra.
Ha obtenido «respuesta muy concreta»: «diría que incluso superiora a las previsiones», confirmó el lunes en la emisora pontifica.
«Por ejemplo, en la catedral, han entregado numerosos cuchillos» -informó-; «alguno me ha llegado también reservadamente a mí, en una bolsa», enviado por un joven que decía: «He querido enviarle directamente a usted el cuchillo que usaba para defenderme».
«Diría que la respuesta ha sido fuerte. Creo que esta sensibilización de los jóvenes sobre los valores auténticos de la vida y de la juventud es tal vez el mejor resultado que se podía esperar», subraya el cardenal Sepe.
Para el purpurado, la desocupación juvenil es el mayor desafío del momento: por parte eclesial «se están creando (algunas ya existen, otras se están estableciendo) micro cooperativas para reunir a los jóvenes -explica-, para que no estén en las calles, y enseñarles un oficio», de forma que el día de mañana puedan introducirse en el mundo laboral explica.
En su ciudad y en la provincia existe, en este momento, «una sensibilidad muy fuerte por un rescate, un rescate civil, un rescate también cultural y económico, sobre todo además si está fundado en motivaciones religiosas que procuramos brindar continuamente, en diversos encuentros, especialmente con los jóvenes», y la respuesta es muy positiva, dice el arzobispo de Nápoles.
«Pero es necesario que estos jóvenes en general, así como el resto de la población, reciba ayuda para darse motivaciones a fin de poder reaccionar», si bien en cualquier caso existe esta gran voluntad y compromiso «y también una respuesta muy positiva -insiste- a estas inyecciones de confianza, de esperanza, que procuramos dar un poco todos».
Después de cinco años al frente de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Sepe inició su mandato pastoral en Nápoles el pasado julio con el deseo de ser «obispo de la esperanza».
Besó entonces el suelo de Scampia, barrio degradado y tristemente célebre por las venganzas de varios clanes de la camorra [la mafia napolitana] y las numerosa víctimas que ello ha ocasionado.
Hace pocos meses denunció que se respiraba en Nápoles un clima «fruto de una especie de cultura de la violencia», lamentando la existencia de «baby-gang», bandas de chavales que «no saben dónde ir, cómo pasar el tiempo, carecen de una formación familiar adecuada» y «la calle se transforma en la escuela de toda delincuencia».