CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 1 julio 2007 (ZENIT.org).- La carta de Benedicto XVI a los católicos chinos, publicada este sábado por el Vaticano, es un llamamiento a la unidad de la Iglesia en ese país y a la reconciliación con sus autoridades.
La «Carta del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China» asegura la disponibilidad al diálogo con las autoridades civiles y subraya que no quiere provocar interferencias en asuntos políticos.
Al mismo tiempo, confirma la posición de la Iglesia sobre la libertad religiosa. «La solución de los problemas no puede buscarse a través de un permanente conflicto con las legítimas autoridades civiles», reconoce.
«Al mismo tiempo, sin embargo, no es posible rendirse a las mismas cuando interfieren de manera indebida en materias que afectan a la fe y a la disciplina de la Iglesia», sigue diciendo.
Por este motivo, desea la apertura del diálogo con las autoridades de Pekín para que, superadas las incomprensiones del pasado, sea posible colaborar por el bien del pueblo chino, aunque reconoce que la normalización de las relaciones llevará tiempo.
Por lo que se refiere a los aspectos de la vida de la Iglesia, la carta reconoce la «situación de fuertes contrastes que afectan a los laicos y pastores», ocasionada sobre todo por el papel de la Asociación Patriótica Católica China (mencionada con su nombre únicamente en una nota a pie de página), organismo creado por las autoridades comunistas que no reconoce el papel del Papa.
Los pastores y fieles que no se reconocen en esta Asociación están obligados a vivir la fe en la clandestinidad.
El documento recuerda que la unidad de la Iglesia en las diferentes naciones exige que cada obispo esté en comunión con los demás obispos y todos, a su vez, en comunión visible y concreta con el Papa.
«La Iglesia que está en China está llamada vivir y a manifestar esta unidad, en una más rica espiritualidad de comunión», indica.
«La pretensión de algunos organismos creados por el Estado y ajenos a la estructura de la Iglesia de ponerse por encima de los mismos obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial no corresponde a la doctrina católica», subraya.
En este contexto, la carta analiza las ordenaciones de obispos –«cuyo número es muy reducido»– sin el reconocimiento de Roma realizadas por obispos que pertenecen a la Asociación Patriótica Católica China. Estos obispos, aclara, son «ilegítimos, aunque estén válidamente ordenados».
«Si bien no están en comunión con el Papa, ejercen válidamente su ministerio en la administración de los sacramentos, aunque sea de una manera ilegítima», asegura.
«¡Qué riqueza espiritual se derivaría para la Iglesia en China si, con las necesarias condiciones, estos pastores también alcanzaran la comunión con el sucesor de Pedro y con todo el episcopado católico!», reconoce la misiva.
Por este motivo, promueve un acuerdo con el gobierno para resolver algunas cuestiones ligadas al nombramiento de obispos.
Por lo que se refiere al proceso de legitimación de los obispos ordenados sin mandato apostólico (sin reconocimiento del Papa), el obispo de Roma reconoce que es una cuestión muy delicada y que cada caso debe analizarse individualmente, especialmente cuando falta un ambiente de libertad.
El documento concluye ofreciendo orientaciones de vida pastoral a la Iglesia en China, en particular sobre la importancia de la familia, y recuerda que todos los católicos chinos son misioneros.