CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 2 julio 2007 (ZENIT.org).- La indiferencia religiosa y el laicismo requiere una respuesta de los pastores de la Iglesia, considera Benedicto XVI.
Así lo explicó este sábado a los obispos de la Conferencia Episcopal de Puerto Rico a quienes recibió con motivo de su quinquenal visita «ad limina apostolorum».
Analizando la situación de la isla caribeña, el obispo de Roma constató en su discurso en español que «en los últimos años muchas cosas han cambiado en el ámbito social, económico y también religioso, dando paso a veces a la indiferencia religiosa y a un cierto relativismo moral, que influyen en la práctica cristiana y que, indirectamente, afecta también a las estructuras de la misma sociedad».
Según el pontífice, «esta situación religiosa os interpela como pastores y requiere que permanezcáis unidos para hacer más palpable la presencia del Señor entre los hombres a través de iniciativas pastorales conjuntas y que respondan mejor a las nuevas realidades».
El Santo Padre reconoció que «en el ámbito social se va difundiendo una mentalidad inspirada en un laicismo que, de forma más o menos consciente, lleva gradualmente al desprecio o a la ignorancia de lo sacro, relegando la fe a la esfera de lo meramente privado».
«En este sentido, un recto concepto de libertad religiosa no es compatible con esa ideología, que a veces se presenta como la única voz de la racionalidad», añadió.
En este ambiente, explica el Santo Padre, la familia «se ve asediada por tantas insidias del mundo moderno, como son el materialismo imperante, la búsqueda del placer inmediato, la falta de estabilidad y de fidelidad en la pareja, influenciada continuamente por los medios de comunicación».
«Este panorama muestra la necesidad de intensificar, como ya lo estáis haciendo, una pastoral familiar incisiva, que ayude a los esposos cristianos a asumir los valores fundamentales del Sacramento recibido», indicó.
«En este sentido, fieles a las enseñanzas de Cristo, a través de vuestro magisterio proclamáis la verdad de la familia como Iglesia doméstica y santuario de la vida, ante ciertas tendencias que, en la sociedad actual, tratan de eclipsar o confundir el valor único e insustituible del matrimonio entre hombre y mujer».
«El mencionado indiferentismo religioso y la tentación de un fácil permisivismo moral, así como la ignorancia de la tradición cristiana con su rico patrimonio espiritual, influyen en gran manera sobre las nuevas generaciones».
«La juventud tiene derecho, desde el inicio de su proceso formativo, a ser educada en la fe y en las sanas costumbres».
«Por eso la educación integral de los más jóvenes no puede prescindir de la enseñanza religiosa también en la escuela. Una sólida formación religiosa será, pues, una protección eficaz ante el avance de las sectas o de otros grupos religiosos de amplia difusión actual», concluye el Papa.