LA HABANA, viernes, 13 julio 2007 (ZENIT.org-El Observador).- “Aparecida” es un santuario mariano brasileño, pero también el nombre con el que se identifica el comienzo de un renovado itinerario para la Iglesia en Latinoamérica.
Y es que los obispos, convocados allí recientemente en la V Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica y el Caribe, han propuesto relanzar un nuevo protagonismo laical en el marco de la gran misión continental que involucrará a todas las restructuras y realidades eclesiales.
La gran cita eclesial y su concreción (para lo cual se cuenta ya con el «Documento de Aparecida», recién aprobado por el Papa) ocupa buena parte de los trabajos, en estos momentos en marcha en la capital cubana, de la XXXI Asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Director del Observatorio Social del CELAM, Rodrigo Guerra López (laico, doctor en Filosofía por la Academia Internacional de Liechtenstein, miembro de la Academia Pontifica para la Vida), profundiza en la implicaciones de la gran misión continental en esta entrevista concedida a ZENIT-El Observador en La Habana.
--¿Qué le puede decir a un laico la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano?
--Rodrigo Guerra López: “Aparecida” ha sido una Conferencia de obispos. La presencia del Papa Benedicto XVI, del cardenal Francisco Javier Errazuriz, monseñor Carlos Aguiar, monseñor Andrés Stanovnik, monseñor Damasceno Assís, el cardenal Re, el cardenal Oscar Rodríguez, ¡y tantos otros!, ha ayudado extraordinariamente a que este acontecimiento se haya desarrollado positivamente.
Por ello, lo primero es entender que precisamente por su cariz episcopal éste es un acontecimiento verdaderamente eclesial, es decir, un momento de gracia para todos. Los fieles laicos somos destinatarios -no únicos, pero sí principalísimos-, de la reflexión de los obispos en Aparecida. El reclamo afectuoso que los obispos nos hacen es la necesidad de emprender un nuevo protagonismo que no claudique a la identidad secular y eclesial que define nuestra vocación propia y específica.
--¿Qué significa “no claudicar” a la identidad propia y específica de los laicos?
--Rodrigo Guerra López: Significa entender que los fieles laicos somos principalmente aquellos que mostramos la radical novedad del acontecimiento cristiano en la familia, en el trabajo, en los movimientos populares, en las escuelas, en las empresas, en los sindicatos, en los partidos, en el gobierno… y en tantos otros espacios seculares en los que la fe puede volverse cultura, estilo de vida y propuesta creativa. Por eso, la participación de los laicos en tareas intraeclesiales no debe eclipsar, sino fortalecer e impulsar el compromiso concreto en medio del mundo.
Asimismo, para no caer en una pertenencia eclesial puramente abstracta, individualista o sectaria, los obispos han insistido en que una dimensión constitutiva de la fe es la pertenencia real a una comunidad concreta en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión. Los primeros discípulos entendían justamente su pertenencia a Cristo como una pertenencia a una comunidad concreta, encarnada, que es verdadero cuerpo del Señor. Si este momento empírico se suprime, la tentación docetista reaparece.
--¿A qué se refiere con esta última afirmación?
--Rodrigo Guerra López: Significa que en varios momentos de la historia algunos han afirmado de manera explícita, o al menos implícita, la divinidad de Jesucristo sin una auténtica Encarnación. Si Dios no hubiese abrazado y hecho propia la condición humana a través de la Encarnación, la Redención sería una farsa, Cristo sería un fantasma. La esencia del cristianismo precisamente consiste en afirmar que Dios acoge realmente a todo hombre y a todo el hombre en la segunda Persona de la Trinidad. Esta acogida es un gesto de amistad y simpatía por todo lo humano.
Desde este punto de vista, creo que “Aparecida” podría interpretarse como un llamamiento a re-educar nuestra conciencia y nuestro corazón en una simpatía igual, que nos permita colaborar a dilatar la presencia concreta de Cristo en la historia a través de una comunión igualmente concreta. Nada más lejano del “docetismo” que esto.
--Del Observatorio social del CELAM proceden varios libros sobre análisis social, previos a la V Conferencia General. ¿Cuál es el objetivo de este esfuerzo si el tema central de un acontecimiento eclesial como éste es el “discipulado”? ¿No hay riesgo de caer en un cierto “sociologismo” al proponer este tipo de materiales?
--Rodrigo Guerra López: Los riesgos no vienen de mirar la realidad, sino de no atenderla en toda su integridad. Las ideologizaciones son siempre ausencia de realismo. La realidad, incluida la realidad social, es un factor educativo para la conciencia cristiana. El Observatorio social del CELAM precisamente busca, de manera modesta, pero real, ofrecer insumos que permitan comprender el cambio de época contemporáneo. Este cambio fue precisamente una de las coordenadas centrales que enmarcaron la reflexión estrictamente pastoral de los obispos.
Precisamente un buen Pastor es el que conoce bien a sus ovejas. Hoy, en parte, esto significa conocer bien las mutaciones culturales y sociales que están experimentando las naciones latinoamericanas. Evidentemente, el juicio sapiencial sobre estas mutaciones no le corresponde a las ciencias sociales -por más interesantes que sean-, sino a la conciencia eclesial iluminada por la verdad sobre el hombre y sobre Dios revelada en Cristo y expresada en la Doctrina social cristiana.
--Los fieles laicos ¿cómo han de atender sin ideologizaciones los distintos desafíos sociales de América Latina?
--Rodrigo Guerra López: Los laicos necesitamos reaprender a ampliar los horizontes de la razón. Esto es un camino educativo que sólo se inicia cuando una realidad absolutamente novedosa irrumpe y provoca nuestra conciencia y nuestro afecto. Es el acontecimiento de una Persona lo que permite que la existencia se redefina y pueda mirar lo real con ojos limpios.
El Papa Benedicto XVI ya lo decía en el discurso inaugural de “Aparecida”: si Cristo no entra, si no ingresa al horizonte de nuestra razón, “toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad”. Éste es el fundamento del realismo cristiano que evita el colapso de la razón en visiones parciales o ideologizadas.
--¿Qué papel tendrán los fieles laicos en la “misión continental”?
--Rodrigo Guerra López: Justamente esta cuestión es uno de los temas de mayor reflexión y compromiso de los obispos latinoamericanos y caribeños en la XXXI Asamblea del CELAM que se está desarrollando aquí, en La Habana. La “Misión continental” será una invitación a que todas las estructuras y realidades eclesiales se sitúen en “estado de Misión”. Esto implica que los fieles laicos reactivemos con mayor ardor y de manera simultánea nuestro compromiso eclesial y nuestro compromiso por transformar las estructuras temporales de acuerdo al Evangelio.
Se nos urge a un nuevo protagonismo que muestre que la fe se fortalece al compartirla, que muestre que los católicos en la vida social colaboramos con un aporte positivo, con una nueva vida, con una creatividad original, que no se disuelve ni se confunde con la lógica autoreferencial del poder del Estado o del mercado contemporáneo, y que tampoco cae en fáciles clericalismos.
Para un laico entrar en “estado de Misión” significa saberse enviado como Iglesia
en el momento de actuar cristianamente con nuevo brío en medio del mundo, y transformar realmente el mundo, en sus múltiples aspectos y “areópagos”, sin perder pertenencia empírica con la “communio”, con la compañía concreta, que es la Iglesia.
--¿Qué espera la nueva directiva del CELAM al finalizar todos estos esfuerzos?
--Rodrigo Guerra López: Monseñor Damasceno Assis, monseñor Baltasar Porras, monseñor Andrés Stanovnik y monseñor Víctor Sánchez forman un equipo que, con gran experiencia y entusiasmo, busca servir a las Conferencias Episcopales en el proceso de activación de “Aparecida”.
Si hubiera que resumir en una sola idea todo este esfuerzo creo, personalmente, que se podría citar aquella afortunada expresión del Papa Benedicto XVI al comienzo de la Encíclica “Deus Caritas est” y que ha sido retomada en “Aparecida”: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
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