ROMA, lunes, 16 julio 2007 (ZENIT.org).- «Gran recurso para la resolución de conflictos»: es el papel de las minorías cristianas en países musulmanes, afirma el redactor-jefe de la revista «Città Nuova» tras un viaje desde Tierra Santa a Bosnia, pasando por Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Turquía, Macedonia, Kosovo, Albania, y Bosnia y Herzegovina.
Fruto de este camino es el libro de Michele Zanzucchi titulado «Cristiani nelle terre del Corano. Viaggio nei Paesi musulmani del Mediterraneo» («Cristianos en las tierras del Corán. Viaje a los países musulmanes del Mediterráneo»), editado por «Città Nuova».
En su relato de un itinerario por tantos países, Zanzucchi subraya que ha encontrado obispos, patriarcas, laicos, religiosos, empresarios, madres de familia. «Las minorías religiosas cristianas en los países musulmanes son un gran recurso para la resolución de conflictos», constata.
El periodista reconoce haber hallado «una impresionante riqueza humana, pero también mucho dolor», y añade que aunque «el sentimiento de choque de civilizaciones no existe», se advierte, sin embargo, «el contraste».
Durante la presentación del volumen, en la sede de la Federación nacional de la prensa italiana, en Roma, el 27 de junio, el periodista tunecino Adnane Mokrani subrayó que existe la necesidad de «crear una alianza, entre musulmanes y cristianos, para promover el desarrollo de la sociedad civil y de la democracia».
La presencia de los cristianos en la tierra de Jesús «constituye más que una necesidad para favorecer una visión dialogante y garantizar el pluralismo», observó Mokrani.
También profesor de Periodismo y autor de una veintena de volúmenes, Zanzicchi comparte en esta entrevista concedida a Zenit sus recientes impresiones.
–De Marruecos a Bosnia, pasando por Tierra Santa. ¿Cuál es la situación de los cristianos en tierras del Corán?
–Zanzucchi: No creo que se pueda afirmar que la situación es uniforme. Cada país tiene sus características religiosas, su grado de tolerancia, su apertura al que es diferente. En Irak los cristianos, por ejemplo, corren peligro de desaparecer como consecuencia de la prolongada guerra, mientras que en Sira, un caso bastante distinto, gozan de una discreta libertad de iniciativa y viven en un clima de sustancial cohesión social. No se puede decir, por ello, que los cristianos estén «perseguidos» en todas partes en el mundo musulmán, en particular en las tierras en torno al Mediterráneo, aunque algunas situaciones están peligrosamente más cerca de la persecución. No hay que olvidar que frecuentemente existen algunos grupos «extremistas» protestantes, de raíz estadounidense, que atraen sobre sí la atención hostil de las autoridades religiosas musulmanes y de la población, «induciendo» conversiones ilícitas, obviamente según las leyes locales de cada país, también con ayudas financieras.
–En el libro cuenta testimonios heroicos y santos de cristianos que ahora viven en tierra de martirio. ¿Cuáles son las historias que le han impactado más?
–Zanzucchi: Entre los muchos casos relatados, recordaré dos. El primero es el del obispo de Trípoli, en Libia, monseñor Giovanni Martinelli, quien con su espíritu dialogante y tenaz, siempre dispuesto al testimonio evangélico, ha logrado que se reabra la antigua catedral de Trípoli, Santa María de los Ángeles, confiándola después a los anglicanos; ¡espíritu de diálogo ecuménico e interreligioso a la vez! Una segunda historia es la del vice-alcalde de Belén, cuya hija murió por las imprudentes ráfagas de ametralladora de una patrulla israelí: ha perdonado, pero no por ello se ha rendido en su intento de sostener a la comunidad cristiana palestina, también políticamente en un contexto difícil como el de los Territorios Palestinos, de los que los cristianos están emigrando en porcentajes anuales de dos cifras.
–Durante muchos siglos la región de Oriente Medio ha sido cuna de la evangelización cristiana. Después, en cambio, la presencia cristiana se ha reducido y fragmentado cada vez más. Ejemplo típico es lo ocurrido en Líbano. Después de su fascinante viaje, ¿qué idea se ha hecho? ¿Por qué los cristianos no aumentan, sino que incluso se marchan? ¿Qué perspectivas prevé a corto y largo plazo?
–Zanzucchi: La presencia cristiana, como sostenía el teólogo musulmán Adnane Mokrani en la reciente presentación de mi libro en Roma, «es indispensable para los propios musulmanes». No es una afirmación banal: la presencia cristiana es, en efecto, fundamental para la vida social, política y religiosa de la región, no sólo porque es una presencia mucho más antigua que la musulmana –y por lo tanto importante para la historia-, sino también porque los cristianos saben mediar, saben «unir de modo inigualable los pedazos desencolados», como me decía un diputado sirio musulmán. Cierto: los cristianos se están yendo en tropel, empujados sobre todo por cuestiones económicas, después por cuestiones político-sociales, y finalmente por cuestiones religiosas. Pero las primeras dos motivaciones son indiscutiblemente las principales.
Entre otras cosas, hay que subrayar cómo los cristianos de esas regiones pueden contar con la ayuda, en el exterior, de las muchas pequeñas diásporas de sus propias comunidades, de forma que las reuniones son más fáciles de cuanto lo son para muchos musulmanes que igualmente querrían marcharse por motivos económicos o político-sociales. A corto plazo, la hemorragia continuará; es inútil hacerse ilusiones. A medio-largo plazo, el éxodo podría ser más lento e incluso detenerse, a condición de que se resuelva el nudo palestino-israelí y que las comunidades cristianas de nuestros países occidentales apoyen con constancia y energía la presencia cristiana en aquellas Tierras.
–¿Cómo se puede dar testimonio de Cristo en lugares donde está prohibido hasta pronunciar su nombre? Y la misión de llevar verdad y caridad, ¿de qué manera puede ser eficaz en las tierras del Corán?
–Zanzucchi: Recuerdo las palabras de muchos obispos y patriarcas, no sólo católicos, que he encontrado a lo largo de mi periplo: el primer testimonio es el del ser, esto es, seguir a Cristo irradiando su luz en torno a uno, en primer lugar siendo vehículos de su amor, de su caridad. Este testimonio no verbal –que los laicos cristianos encarnan magníficamente en los hospitales, en la oficinas públicas, en las bibliotecas, en las relaciones con los vecinos…- es tal vez aún más eficaz que el de la palabra, porque es auténtico, porque es evangélico, porque es indiscutible. Otro testimonio que se presenta cada vez más necesario es aquél del todo intra-cristiano del ecumenismo entre Iglesias distintas: si los musulmanes ven una cristiandad unida, la credibilidad de los cristianos aumenta enormemente, como he constatado en Aleppo en Siria, en Tirana en Albania, en Argel y Trípoli…
Ciertamente no se está actualmente en presencia de una verdadera libertad religiosa que podría permitir también una evangelización «completa»: es necesario trabajar activamente (también y sobre todo desde el exterior) por una verdadera tolerancia en este campo, para llegar finalmente a permitir un cambio de religión. El camino no será fácil en esta dirección, dado que el pasado colonialista e imperialista pesa no poco en la mentalidad de las mayorías musulmanas, cada vez más «compactadas» por los poderosos medios satelitales. Basta con pensar en el Magreb, donde todavía vive gente que ha sido testigo directo de la llegada de los misioneros después de los soldados conquistadores… La libertad religiosa en estas tierras será conquistada, pienso, sólo con un amplio trabajo de justicia y diálogo internacional.
–¿Cuáles son
las perspectivas para un diálogo fecundo y una libertad religiosa efectiva en los países de mayoría musulmana?
–Zanzucchi: Se dice a menudo que no se puede dialogar si no se tiene una identidad fuerte. Es verdad. Recientemente, el obispo auxiliar caldeo de Bagdad, monseñor Shlemon Warduni, me decía que la primera ayuda que los cristianos de Irak piden a los cristianos occidentales es la de «ser verdaderos cristianos, no esclavos del relativismo». Esta petición, según el obispo, llega incluso antes que las manifestaciones de protesta contra la falta de libertad en los países de mayoría musulmana.
En realidad me parece que para el cristiano identidad y diálogo van siempre de la mano: cuanto más clara es la identidad de los cristianos (y sobre todo, vivida), el diálogo más puede avanzar; y el diálogo es más auténtico (y no se reduce a sincretismo, relativismo o irenismo) y la identidad de los cristianos se refuerza más. Esto testimonian los «cristianos en las tierras del Corán». Los próximos serán años duros, sin duda, porque las tensiones políticas, sociales y económicas están exasperadas. Pero esta presencia, aún exigua, de los cristianos es y será siempre fuente de esperanza. Esperanza cristiana.