Primera comunión, trabajo y reinserción familiar para niños de la calle del Congo

El Proyecto Bana ya Poveda hace balance del curso

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KINSHASA, miércoles, 18 julio 2007 (ZENIT.org).- El Proyecto Bana ya Poveda (Niños de Poveda), acaba de terminar el curso escolar y ha hecho balance de sus realizaciones en favor de los niños de la calle en la capital de República Democrática del Congo (RDC). Un número de niños han sido bautizados y hecho la Primera Comunión, otros cuentan con un pequeño taller con el que se ganan la vida y otros han vuelto a su hogar.

La directora del Proyecto, Isabel Sancho, de la Institución Teresiana, informa a los donantes sobre el «año ‘tormentoso’ desde el punto de vista político y social. Han sido las primeras elecciones ‘libres, democráticas y transparentes’ éste era el eslogan, pero fueron contestadas por las armas, lo que nos condujo a una guerra en Kinshasa durante el mes de marzo pasado».

«Os cuento todo esto –explica– para que comprendáis el telón de fondo de nuestro quehacer aquí y para que comprendáis también que no dejamos de agradecer a Dios el no tener que lamentar ningún incidente. Cada tarde los niños hacían una oración especial por el país».

La directora comunica que cinco chicos del Proyecto han terminado su formación laboral y les han ayudado con los fondos del Proyecto a instalarse en tres pequeños talleres en diferentes zonas populares de una ciudad populosa en las que no les faltan clientes.

Heritier y Dany (zapateros) en el distrito de Bumbu; Pepe y Eric (zapateros) en el distrito de Pompage; Nsimba (electricista y electrónico) en el distrito de Ngaba.

La mayor satisfacción para los educadores del Proyecto es que estos chicos provenientes del arroyo, con historias muy difíciles, «ganan sus vidas honradamente y chavales tirados en la calle enganchados en la droga, hoy han aprendido un oficio que les permite vivir y ya hacen sus proyectos de futuro. Lo más importante es que son muy conscientes de la suerte que han tenido y de lo importante que es para ellos poder ganarse la vida sin tener que mendigar. Ahora pasan por el centro para motivar a los que se preparan en lo importante que es aprovechar bien la oportunidad que se les brinda».

Otras de las realizaciones del Proyecto es la reinserción familiar de niños que habían sido expulsados de sus hogares acusados de ser brujos. Para ello, el Centro primero busca a las familias y luego realiza una labor de mediación familiar.

«Son procesos como sabéis largos en muchos casos –explica Isabel Sancho–, porque o no se tienen trazas de las familias respectivas, en el caso de algunos que fueron abandonados pequeños y han crecido en la calle, o bien, porque sufrieron tales vejaciones que no quieren dar ninguna dirección familiar por miedo a que los devolvamos».

Los educadores intentan sacar a los niños alguna referencia en sus diálogos y siempre hay un tío o un abuelo o un vecino que conoce a otro tío, etc.. Ahí empiezan los contactos. Al cabo de un tiempo que pueden ser meses o años, se logra en un porcentaje de un 30% ó un 40% reunificar al niño con su núcleo familiar.

«Es una alegría ese momento –indica la directora del Proyecto–. Os preguntaréis cómo el chaval quiere volver al seno donde fue rechazado. Pues sí. Yo también me lo preguntaba al principio, pero es así. Hasta que el niño no encuentra una referencia de algún familiar, está como en el aire y psicológicamente no se estabiliza. Es muy importante que alguien de su propia sangre les acepte, para que se estabilicen. Sobre todo cuando van creciendo a la edad de 14 o 15 años. Y los caso que tenemos de vuelta a la calle, son los que no han tenido este apoyo de alguien de sus familias».

Junior ha vuelto con su hermana también de la calle al pueblo de origen en la provincia del
Ecuador. Un mes de viaje en barco por el río. Allí los abuelos están dispuestos a acogerlos.
Dieu un chaval de diez años, «muy lindo», se vuelve con su madre, viuda, «a quién le hemos ayudado a buscar un pequeño estudio para que viva con sus hijos». El tío no aceptaba al pequeño en su domicilio, tachado de brujo y responsable de todas las desgracias. Deple, ha ido con su abuelo. «También aquí los abuelos son fuentes de estabilidad en las familias. Es raro que se nieguen a acoger al nieto con ellos».

Claude, Simeon, Yanick, todos ellos han encontrado también a sus familias dispuestas a acogerlos.

«Detrás de cada nombre hay una historia muy dura y una vida sagrada –explica Isabel–. En nuestro trabajo no queremos dejarnos impresionar por las estadísticas. No trabajamos con números, sino con personas. Durante el primer año de reunificación, le visitamos en su familia al menos dos veces por mes, para ver la evolución del proceso y pagamos los estudios escolares. También gracias a vuestros donativos».

El 27 de junio, se clausuró el curso con la Fiesta de la Lectura. Todos los niños han aprendido a leer, no sólo en Lingala, sino también en francés. «Es muy emocionante verles coger los cuentos y los libros encontrándoles gusto a la lectura. Marca otra etapa en sus vidas».
Algunos abandonaron la escuela en la edad de aprender y ha costado trabajo, pero los
educadores se han dado de lleno a la labor y lo han logrado. Todos recibieron un libro del Evangelio contado a los niños en francés o en lingala.

La otra gran alegría para los responsables del Bana ya Poveda ha sido la celebración del Bautismo y Primera Comunión de trece niños, el pasado 1 de julio, en la parroquia San Maximiliano Kolbe.

Ahora preparan las colonias de verano, a unos treinta kilómetros de Kinshasa, en una casa de campo que ofrecen las misioneras de Verbum Dei.

A la vuelta, un número de chicos, igual al de los que han reinsertado o terminado su formación se incorporará al Proyecto para reiniciar el ciclo. El Centro ofrece capacidad para cuarenta niños y realiza un seguimiento de los que va reinsertando hasta que acaban los estudios primarios.

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ZENIT Staff

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