El escritor observó que en España se aprecia agudizada una «uniformidad cultural y de pensamiento» y una segregación del escritor católico que no se produce en Europa, «donde no se distingue a nadie por su condición religiosa del modo en que en que se hace aquí».
El escritor explicó que los escritores tienden a hacerse eco de los principios dominantes en cada momento, de un «espíritu del tiempo», una especie de ideario colectivo que viene dado desde los centros de poder, desde donde «se inventa la cultura popular».
En la actualidad, este «ideario» se caracteriza por «una trasgresión y una banalización del tiempo de nuestros padres», concentrada en gran medida en la intención de «hacer tabla rasa del cristianismo», afirmó Jiménez Lozano.
Esta mentalidad colectiva afecta también a la literatura, que se ve «empapada por este tiempo», y de ahí que lo que abunde en el espectro literario sea el «artificialismo, el posmodernismo o un multiculturalismo elegante».
En este contexto el panorama de la literatura española se presenta bastante anodino, con unos «jóvenes que leen los mismos periódicos y que dicen las mismas cosas», subrayó.
Por otra parte, y respecto al significado e implicaciones de la clasificación de «escritor católico» –término sobre el que existen algunas confusiones– Jiménez Lozano lo definió como «escritor que utiliza la literatura para adoctrinar o apologizar en el catolicismo».
Sin embargo, según el escritor, esto no significa que un escritor que se considere creyente deba encerrarse en la temática religiosa, antes bien, desde su «lealtad con lo real», deja la «huella de su visión del mundo y de los hombres».
De este modo, «incluso el estilo tiene una implicación moral, va vinculado a una determinada conciencia», concluyó.