PARÍS, viernes, 27 julio 2007 (ZENIT.org).- Los medios de comunicación católicos tienen la vocación de tender puentes entre la Iglesia y la sociedad, constata la directora del diario católico francés «La Croix», la señora Dominique Quinio.
«La Croix», diario fundado en 1880 por los religiosos asuncionistas, vende diariamente más de cien mil ejemplares.
«Nosotros debemos permitir a la sociedad entender mejor y comprender mejor lo que se realiza en una institución como la Iglesia católica… E inversamente, nos es necesario permitir a la gente que se sitúa dentro de la Iglesia comprender mejor este mundo en el que viven», afirma Quinio en esta entrevista concedida a Zenit.
–¿Cómo ha cambiado «La Croix» su manera de hacer periodismo católico?
–D. Quinio: Es el ambiente en torno a «La Croix» el que ha cambiado, el mundo, la Iglesia misma, las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. Se ha pasado de un periodo de confrontación política muy viva, cuando fue creado «La Croix», a una sociedad de laicidad asumida, en la que sin embargo surgen interrogantes en las relaciones entre la sociedad y las religiones. «La Croix» sigue siendo «La Croix». Aunque ya no lleva el crucifijo en lo alto de la primera página, su título es explícito y su razón de ser sigue siendo la misma: ser un diario de información de identidad católica. Su misión se expresa en un contexto que ha cambiado, con profesionales que son diferentes, con maneras de comunicación que han evolucionado. Los lectores no esperan lo mismo de los periódicos que lo que esperaban hace más de 120 años.
–¿Cuál es actualmente su especificidad en el tratamiento de los acontecimientos del mundo?
–D. Quinio: Nuestro «pan cotidiano» es la actualidad, la información, pero, como usted sabe, esta información es cada vez más abundante. Por tanto, como todos los periódicos, efectuamos una elección, una selección. Nuestra especificidad se manifiesta por una parte en la elección de las materias que se tratan (o las que se eliminan) y en los modos de tratar estas materias.
Respecto a la selección de las noticias, digamos que privilegiamos todos los acontecimientos en los que se juega la suerte del hombre. Acontecimientos internacionales, sociales o societarios, hechos diversos que ponen en juego a las personas que viven en el mundo de hoy. Por tanto dedicamos una atención especial a las cuestiones internacionales, a los países más pobres; a las cuestiones relacionadas, en Francia, con la exclusión, a las desigualdades sociales pero también a los temas de familia, educación, a la evolución de las ciencias y de la medicina, a lo que toca a las fronteras de la vida humana y puede poner en peligro la dignidad de las personas.
Y luego, claro está, damos mucha importancia a la dimensión espiritual de las personas y de los acontecimientos. Se trata de dar una clave de comprensión de lo que pasa en la actualidad, de lo que anima a las personas y de lo que explica los acontecimientos.
Respecto a nuestros modos de tratamiento, hay algo que nos gusta, aunque no esté especialmente ligado a nuestra identidad, es la pedagogía: ayudar a la gente a comprender lo que pasa. Y hacerlo tratando de ver lo que es positivo en los acontecimientos del mundo, no dar una visión catastrófica del mundo que nos rodea; y recordar que hay gente que «actúa». Esta es una dimensión que los lectores nos reconocen. Esto no quiere decir pintar la realidad de color de rosa ni negar las dificultades o los dramas, sino decir «se puede actuar, se pueden cambiar las cosas».
Es cultivar la virtud de la esperanza. Otro elemento importante es respetar a las personas de las que se habla y a quien se habla. Ser conscientes de la responsabilidad que nos incumbe, cuando se publica un artículo en un periódico.
–¿Cómo gestionan esta alianza entre información y opinión?
–D. Quinio: Somos un diario de información y de convicción. Nuestra jerarquía de temas dice ya algo de nuestra convicción. En nuestro periódico, hay una separación verdaderamente clara entre la información y los comentarios. Hay tomas de posición que son los editoriales y los comentarios, y la información que se trata de dar con la mayor precisión y honestidad posible. No digo que lo logremos siempre. Pero lo intentamos.
–El número de franceses que se declaran católicos ha pasado del 71%, en 1981, al 59% este año. Se habla de crisis del catolicismo en Francia. ¿Cómo vive este debilitamiento del catolicismo un medio como «La Croix»?
–D. Quinio: Efectivamente, nos situamos en un doble «mercado» en crisis: crisis de católicos practicantes, que son el vivero de nuestros lectores, y crisis de la prensa diaria que, hoy, en Francia, no está en gran forma. Ahora bien, nos damos cuenta de que en este doble contexto, «La Croix» progresa en su difusión. Esto prueba que, más que nunca, nuestro diario, como los otros periódicos de identidad fuerte, tiene un lugar y algo original que decir, un sentido que dar, en medio de una oferta masiva e indiferenciada de informaciones, sobre todo en Internet. Toda información que se identifica claramente y que no va enmascarada constituye una garantía para los lectores interesados, independientemente de sus convicciones. Personalmente, no soy del todo pesimista.
–¿Esto tiene consecuencias en la manera de tratar los temas?
–D. Quinio : Sin duda. Por ejemplo, estoy persuadida de que no se trata hoy un asunto de información religiosa institucional como se trataba por ejemplo hace treinta años, cuando todo el entorno cultural hacía que la gente estuviera formada, conociera el sentido de las palabras, etc. Hoy, los lectores, incluidos los que pueden estar muy convencidos, practicantes, no tienen las bases de conocimiento que pudieran tener los más antiguos de nuestros suscriptores. Debemos trabajar especialmente la pedagogía, la formación.
En una sociedad como la nuestra, caracterizada por una especie de «prêt-à-penser», creo que hay más que nunca espacio para voces bien claras y afirmadas. Desde siempre, la preocupación de «La Croix» ha sido establecer un diálogo, lanzar puentes entre Iglesia y sociedad. Un diálogo, un puente, de doble dirección: debemos permitir a la sociedad entender mejor y comprender mejor lo que se realiza en una institución como la Iglesia católica y tratar de hacer vivir los valores o la palabra del Evangelio. E inversamente, nos es necesario permitir a las personas que están dentro de la Iglesia comprender mejor el mundo en el que viven y que puede eventualmente atemorizarles, o parecerles demasiado lejano con respecto a sus propias convicciones y valores.
Cuanto más parecen alejarse los universos unos de otros, son más necesarios los puentes. Y yo, creo que nosotros, los medios católicos, somos puentes.
–Frente a una secularización cada vez más generalizada, el Papa Benedicto XVI ha animado recientemente a los medios católicos a una contribución decisiva. ¿Cómo acoge este llamamiento?
–D. Quinio: Tenemos la pretensión de tratar de responder a esta petición y de haber respondido antes de que se nos haya recordado. Pero a nuestra manera, que es una manera periodística. Somos periodistas, somos un medio de comunicación, no una facultad de teología, ni pastores. Nosotros desempeñamos un papel de mediador y de puente, del que hablé antes. Contribuir con esta misión es hacer que se reconozca la calidad de un medio cristiano en el mundo mediático de hoy, hacer que sea una referencia profesional, hacer que sea regularmente citado en las revistas de prensa, llevar a la primera página temas originales, profundos, que tienen sentido y que son importantes para la Iglesia, sacar a la luz los valores evangélicos y a los testigos que los viven.
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-¿Qué lugar tiene el diario «La Croix» entre los demás medios católicos en el paisaje mediático actual?
–D. Quinio: Nuestro periódico tiene es considerado a la vez como profesional y comprometido. En una sociedad que tiene tendencia a descalificar a quien reivindica una convicción religiosa, «La Croix» es tomado en serio. Francia tiene la oportunidad de disponer de una gama de revistas y medios católicos de gran calidad. Esto es algo conocido, me parece. Lo veo en los jóvenes periodistas en busca de empleo. Se sienten atraídos sobre todo por estos periódicos, independientemente de su propia convicción, porque sienten que en ellos se hace periodismo como el que ellos sueñan hacer.
–¿Cuál es en este contexto el mayor reto de la prensa católica?
–D. Quinio: Puede ser el de convencer a los lectores potenciales de que es importante comprender bien el mundo en el que se vive, que no hay que esconderse bajo la colcha, por una especie de inquietud ante esta sociedad que es complicada y puede parecer hostil o demasiado indiferente, o demasiado violenta. Es la tarea que se nos confía a los cristianos: vivir en este mundo, amarlo y hacer lo posible para que cambie. Ahora bien, esto no se puede a hacer si no se lo comprende, si no se lo descifra y si no se compromete uno con él. Si no se informa sobre él.
–¿La comunicación entre la Iglesia y los medios debería mejorar?
–D. Quinio: Quizá son los niveles de comunicación los que tienen que cambiar. Antes, cuando el Papa se expresaba, publicaba una encíclica o un texto importante, había una especie de reparto de tareas: todo un cuerpo de sacerdotes, de obispos hacían la mediación y acompañaban la enseñanza con un lenguaje pastoral. Hoy, los textos oficiales parten directamente hacia el público. Todas estas palabras son inmediatamente retransmitidas por los medios de una manera a menudo resumida, abrupta. Habría que tener en cuenta esta diferencia: tomar la palabra (y hay quien lo hace muy bien) comporta la dimensión doctrinal, la dimensión educadora y la dimensión pastoral. Y luego, quizá sería necesario también un esfuerzo de simplificación del lenguaje. Lo repito: con excepción de los medios (pero no son todos competentes en estos campos) ya no hay intermediarios entre la palabra pronunciada y la recepción por parte de la gente que no tiene todas las claves para descifrarla. Sería necesario que estas claves de descodificación se den desde el origen.