CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 16 agosto 2007 (ZENIT.org).- «El equilibrio del terror» basado en la «estrategia de la disuasión» y en las armas nucleares no es garantía, sino amenaza para la paz, advierte el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz.
El cardenal Renato Martino profundizó, en «Radio Vaticana», en las palabras del Ángelus pronunciado el 29 de julio por Benedicto XVI con ocasión del 50º aniversario del Estatuto de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEN).
Ese día el Papa advirtió de la urgencia del «compromiso por alentar la no proliferación de armas nucleares, promover un progresivo y compartido desarme nuclear y favorecer el uso pacífico y seguro de la tecnología nuclear a favor de un auténtico desarrollo».
Desde el inicio de su pontificado, Benedicto XVI se ha mostrado sensible a la cuestión nuclear siguiendo las huellas de sus predecesores –recalca el cardenal Martino en la emisora pontificia–; «retoma y articula las enseñanzas de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, y del Concilio Vaticano II, desarrollando la doctrina social de la Iglesia sobre la cuestión nuclear».
Y es que tanto los Papas como los padres del Concilio «han sido solícitos en denunciar los riesgos ligados a las armas nucleares en cuanto éstas se han convertido en una trágica realidad para la familia humana», y también a nivel local la Iglesia católica hay estado siempre entre los protagonistas del debate público sobre el tema nuclear, subraya el purpurado italiano.
A esto se suma el compromiso diplomático de la Santa Sede, profuso también en el marco de la AIEN -de la que es miembro fundador- y de las organizaciones regionales e internacionales.
«A nivel personal, la cuestión nuclear me ha implicado mucho en los dieciséis años que he pasado en Nueva York como observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas –reconoce el cardenal Martino–, y me sigue comprometiendo como presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz», dicasterio que se ocupa en especial de paz, desarme y derechos humanos.
«En todos los años que estuve en Nueva York, intervine sobre el desarme en el Primer Comité de la Asamblea General», señala el purpurado, apuntando la especial resonancia de una intervención en la que afirmó: «las armas nucleares son incompatibles con la paz que auspiciamos para el siglo XXI».
Necesidad de una verdadera «conversión» de la política mundial
El purpurado italiano es consciente de que «la relación entre prohibición de proyectos hostiles y promoción de proyectos nucleares pacíficos parece ser la cuestión central en el sector nuclear».
«Por un lado hay que defender la seguridad y la paz; por otro, hay que promover el desarrollo de los pueblos», y «seguridad y desarrollo son los pilares sobre los que se funda la política nuclear mundial y, en particular, el Tratado de No Proliferación de armas nucleares (TNP) de 1968 y el Estatuto de la AIEN de 1957», recalca en «Radio Vaticana»
Precisamente «el papel de la AIEN –hoy más que nunca- es el de garantizar un justo equilibrio entre las legítimas aspiraciones de la seguridad y del desarrollo de los pueblos», «desarrollo ligado también al derecho de los Estados al uso pacífico de la energía nuclear», apunta el purpurado refiriéndose, por ejemplo, a sus posibles aplicaciones en el sector energético, médico y agrícola.
De ahí que, como explica el cardenal Martino, el papel de la AIEN incida «de manera definitiva en la convivencia pacífica y en la supervivencia misma de la familia humana, vista la capacidad destructiva de las armas nucleares».
Pero «preliminar al papel de la AIEN -advierte- es la voluntad de los Estados de adherirse y poner por obra el TNP y someterme al sistema de control de la AIEN», y «más necesario todavía es la seria opción de la comunidad internacional por la paz y la superación de lo que Juan XXIII llama «psicosis bélica»».
En síntesis, se requiere «una verdadera «conversión» de la política mundial». Como prueba de esta necesidad, el cardenal Martino recuerda el gasto militar declarado por los Estados el año pasado: más de 1,2 billones de dólares estadounidenses.
«Por lo tanto, si es necesario eliminar o al menos limitar lo más posible el riesgo de que sujetos no estatales (como organizaciones criminales y terroristas) se doten de armas nucleares, es igualmente urgente que los propios Estados concuerden un programa de desarme general que prevea también el destino -al desarrollo- de los recursos humanos y materiales actualmente asignados al gasto militar», aclara el purpurado.
Considera que desde esta perspectiva hay que interpretar «las ambiciones nucleares no sólo de Irán y Corea del Norte, sino también de potencias que están fuera del TNP como La India, de las potencias occidentales y de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas».
Del desarme (también «de los corazones») al desarrollo
A la luz de lo analizado, el presiente del dicasterio advierte de que «»el equilibrio del terror» basado en la llamada «estrategia de la disuasión» y en las armas nucleares no garantiza, sino que amenaza la paz de la familia humana».
«La carrera armamentística limita el desarrollo de los pueblos y alimenta la desconfianza recíproca y el aislamiento de los Estados a nivel regional e internacional»; por eso -indica el cardenal Martino- «hay que partir del «desarme de los corazones», de la confianza entre los pueblos y del refuerzo de las organizaciones internacionales», porque «no sólo la AIEN, sino cada Estado y ser humano son decisivos en la realización de la paz».
Siempre a favor de la paz y de la seguridad de la familia humana, la Santa Sede se emplea a nivel internacional en un desarme general, equilibrado y controlado, especifica el purpurado.
En este contexto «se comprende la importancia de la labor de la Santa Sede como miembro fundador de la AIEN», pues tal posición le permite «seguir de cerca y promover, por el bien común, tanto el proceso de desarme y no proliferación nuclear como la búsqueda y posibles aplicaciones pacíficas de la tecnología nuclear», puntualiza.