El caro precio del resquebrajamiento del matrimonio

Un informe muestra las grandes desventajas provocadas por la desintegración familiar

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ROMA, domingo, 16 septiembre 2007 (ZENIT.org).- El matrimonio continúa en declive en Estados Unidos, algo que trae consigo numerosas consecuencias negativas para los individuos y la sociedad en general. Esta es una de las principales conclusiones de un reciente estudio.

El National Marriage Report hacía público este verano su informe anual: «The State of Our Unions: The Social Health of Marriage in America 2007» (El Estado de nuestros Matrimonios: La Salud Social del Matrimonio en América 2007). Este centro se encuentra en Rutgers, la universidad estatal de Nueva Jersey.

Los autores del estudio son dos académicos reconocidos por sus trabajos sobre temas de familia y matrimonio: David Popenoe y Barbara Dafoe Whitehead. Encontraron que desde 1970 al 2005 ha habido un descenso de cerca del 50% en el número anual de matrimonios por cada 1.000 mujeres adultas solteras.

Una parte significativa de esta caída se debe simplemente al hecho de posponer el matrimonio a una edad más madura. No obstante, muchas personas simplemente no se casan o son solteros, debido a la cohabitación y a un descenso en el número de gente que se divorcia y luego se vuelve a casar.

El informe cita estimaciones de que alrededor de un cuarto de las mujeres solteras de entre 25 y 39 años están viviendo actualmente con su pareja, y otro cuarto más ha vivido con su pareja durante algún tiempo en el pasado. Asimismo, cerca de la mitad de todos los matrimonios proceden de haber vivido juntos, algo que no existía hace 50 años.

La cohabitación es más común entre personas con niveles educativos bajos y menores ingresos, así como entre personas menos religiosas.

Mitos
El informe también rebate algunos mitos que suelen utilizar las fuerzas antifamilia. El primer mito es que vivir juntos antes del matrimonio es útil para saber si la pareja podrá durar, evitando así un mal matrimonio y un eventual divorcio. Esto no tiene apoyo alguno en los hechos, observa el informe.

«De hecho, evidencias sustanciales indican que quienes viven juntos antes del matrimonio es más probable que rompan después de casarse», comenta el informe.

El informe admite que hay diversas opiniones sobre la interpretación de los datos, pero atendiendo a un mínimo común los autores concluyen: «Lo que se puede decir que es cierto es que no se han encontrado todavía evidencias de que quienes cohabitan antes del matrimonio tienen matrimonios más sólidos que los que no».

El segundo mito refutado por el informe es la afirmación de que aunque se casen menos, quienes se casan tienen matrimonio de mejor calidad. No es así, replican Popenoe y Whitehead, observando que «las mejores evidencias disponibles sobre el tema» muestran un declive en los últimos 25 años en el número tanto de hombres como de mujeres que afirman que sus matrimonios son «muy felices».

Papel educativo
El informe también revela una creciente división social cuando se trata del matrimonio. Entre quienes han recibido una educación universitaria la institución del matrimonio se ha robustecido en el último par de décadas. Actualmente, las mujeres con estudios universitarios tienen un índice de matrimonios más alto que el resto de la población, y también son menos favorables al divorcio que las mujeres con menos educación.

Además, entres quienes retrasan la edad de casarse a más allá de la treintena, las mujeres con estudios universitarios son las únicas propensas a tener hijos después de casarse en vez de antes.

Hay, por tanto, una creciente «división matrimonial» en Norteamérica, observa el informe, entre aquellos que tienen estudios y los que no.

De hecho, para quienes carecen de estudios universitarios, «la situación del matrimonio sigue siendo triste», según el informe. Esto se debe a la combinación de un declive continuo en el índice de matrimonio y un creciente porcentaje de nacimientos fuera del matrimonio. En el año 2000, el 40% de las madres que habían abandonado sus estudios vivían sin sus maridos, en comparación con el 12% de las que habían logrado graduarse, indica el informe.

Después de alcanza su máximo a principios de los ochenta, el divorcio ha descendido de forma moderada. En general, la probabilidad de que un primer matrimonio acabe en divorcio o separación permanece entre el 40% y el 50%. El riesgo de divorcio, no obstante, varía ampliamente. La probabilidad de divorciarse es mucho más alta entre quienes son pobres, entre personas que abandonaron sus estudios, y entre parejas que se casaron antes de los veinte. Las parejas que tienen familias con un historial de divorcios, así como las que no tienen afiliación religiosa, son también más propensas a divorciarse.

El límite
Además de las consecuencias personales, la quiebra del matrimonio y la vida familiar en las últimas décadas ha tenido un grave impacto económico. Una sección del informe considera las ventajas económicas del matrimonio para la sociedad.

«Las parejas casadas crean, de media, más activos económicos que los creados por parejas similares solteras en cohabitación», sostiene el informe. Las parejas casadas viven de forma más frugal, si se compara con dos adultos que viven solteros, y también ahorra e invierten más para el futuro. Los hombres tienden también a ser más productivos económicamente tras el matrimonio, ganando, con educación e historial laboral similar, entre un 10% y un 40% más que cuando eran solteros.

El aumento del divorcio también ha dado lugar a más desigualdad y pobreza. El informe apunta que los resultados de muchas investigaciones han demostrado que tanto el divorcio como el criar a los hijos fuera del matrimonio aumentan la pobreza infantil. Un estudio incluso va más allá al mostrar que, si la estructura familiar no hubiera cambiado entre 1960 y 1998, el índice de pobreza infantil entre los niños de color habría sido en 1998 del 28,4% en vez del 45,6%, y, en caso de los niños blancos, habría sido del 11,4% en vez del 15,4%.

El divorcio también significa costes más altos para los gobiernos, debido a factores como los gastos sociales y el aumento de la delincuencia juvenil. Los 1,4 millones de divorcios del 2002 en Estados Unidos se estima que han costado a los contribuyentes más de 30.000 millones de dólares, afirma el informe.

El aumento de las familias monoparentales también impone altos costes a los hijos. En el 2006 cerca del 28% de los niños norteamericanos vivían con sólo uno de sus padres. «Esto significa que cada año más niños en familias que incluyan a sus propios padres biológicos casados, que, como afirman todas las evidencias empíricas disponibles, son el ámbito ideal para asegurar los mejores resultados en el desarrollo del niño», comentaba Popenoe en su ensayo introductoria al informe.

Invertir la tendencia
Popenoe se pregunta también como podría repararse la quiebra en el matrimonio y la familia. Una forma de hacerlo es a través de una transformación cultural gracias a la religión. Con el paso de los años, continúa Popenoe, los Estados Unidos y otros países se han vuelto cada vez más laicistas e individualistas. Este es el caso en particular de los jóvenes.

Robustecer la religión y la familia es uno de los temas comunes de Benedicto XVI. La familia es una prioridad de la nueva evangelización, declaraba el 5 de julio a un grupo de obispos de la República Dominicana presentes en Roma para su visita quinquenal.

El Pontífice afirmaba que «la Iglesia promueve que la familia sea de verdad el ámbito donde la persona nace, crece y se educa para la vida, y donde los padres, amando con ternura a sus hijos, los van preparando para unas sanas relaciones interpersonales que encarnen los valores morales y humanos en medio de una sociedad tan marcada por el hedonismo o la indiferencia religiosa»

Más recientemen
te, al responder el 1 de septiembre a las preguntas planteadas por los jóvenes reunidos con el Papa en Loreto, Italia, Benedicto XVI indicaba que la marginalización que afecta a tantas personas de hoy se debe en parte a la desintegración familiar.

La familia, apuntaba, «no sólo debería ser un lugar donde se encuentren las generaciones, sino también donde se aprenda a vivir, donde se aprendan las virtudes esenciales para la vida, está desintegrada, se encuentra en peligro». Necesitamos asegurarnos de que la familia sobreviva y esté una vez más en el centro de la sociedad, urgía el Papa.

Por el padre John Flynn, L. C.

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ZENIT Staff

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