Todo ser humano está llamado a la santidad, asegura el Papa

Afirma en el Ángelus de la solemnidad de Todos los Santos

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 2 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Todo ser humano está llamado a la santidad, afirmó Benedicto XVI este jueves, día en el que la Iglesia celebraba la solemnidad de Todos los Santos.

Y la santidad, aclaró el Papa, al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, «consiste en vivir como hijos de Dios».

En esa tradicional fiesta de precepto en muchos países católicos, el Papa invitó a los creyentes a dilatar el corazón, «sobrepasando los confines del tiempo y del espacio» para ampliarse «hacia las dimensiones del Cielo».

El cristiano, reconoció, «ya es santo, pues el Bautismo le une a Jesús y a su misterio pascual, pero al mismo tiempo tiene que llegar a ser santo, conformándose con Él cada vez más íntimamente».

Por eso, advirtió ante el peligro de caer en un equívoco: «A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos –advirtió–. En realidad, ¡llegar a ser santo es la tarea de cada cristiano, es más, podríamos decir, de cada hombre!».

«Todos los seres humanos están llamados a la santidad que, en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, han sido creados», subrayó.

Según el Papa, «todos los seres humanos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a través del camino exigente de la libertad».

«Dios les invita a todos a formar parte de su pueblo santo. El “Camino” es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie puede llegar al Padre si no por Él», aclaró.

En la tarde de este viernes, conmemoración de los fieles difuntos, Benedicto XVI debía recogerse en oración en las grutas de la Basílica vaticana para rezar, en privado, por los sumos pontífices allí sepultados y por todos los difuntos.

En el Ángelus del día precedente había alentado a los cristianos «a rezar por ellos, ofreciendo también los sufrimientos y los cansancios cotidianos para que, completamente purificados, puedan gozar para siempre de la luz y la paz del Señor».

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ZENIT Staff

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