CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 5 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El 30 de octubre pasado se presentó en los Museos Vaticanos el libro «La Sixtina desvelada. Iconografía e una obra maestra», acompañado de 185 fotografías, que propone una nueva lectura de los frescos de la Capilla Sixtina.
El autor es el padre Heinrich W. Pfeiffer, S.I., profesor de Historia del Arte Cristiano en la Facultad de Historia y Bienes Culturales de la Iglesia, de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, quien ha sido miembro de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia.
En el evento, intervinieron el futuro cardenal Giovanni Lajolo, presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano; Francesco Buranelli, director de los Museos Vaticanos; monseñor Giuseppe Antonio Scotti, presidente de la Librería Editorial Vaticana; Roberto Cassanelli, historiador de Arte y consejero editorial de Jaca Book; Matthias Winner, historiador de Arte y director emérito de la Biblioteca Hertziana en Roma.
La obra es el primer libro del nuevo proyecto editorial «Monumenta Vaticana Selecta», realizado gracias a la colaboración entre los Museos Vaticanos, la Librería Editorial Vaticana y la Editorial Jaca Book.
El volumen fue publicado simultáneamente en alemán (Belser Verlag de Stuttgart); francés (Hazan de París), inglés (Abbeville Press de Nueva York) y español (Lunwerg de Barcelona); seguirá la edición en polaco (Bialy Kruk de Cracovia). Se estudian también las ediciones en ruso, lituano y griego.
Esta colección, a cuyo cargo están Roberto Cassanelli y Francesco Buranelli, se propone valorizar obras y monumentos artísticos de la Santa Sede, ilustrándolos en el contexto cultural que los produjo, también según nuevos puntos de vista e interpretaciones.
En el epílogo del libro, el padre Pfeiffer explica que «el objetivo de esta investigación sobre la Capilla Sixtina ha sido justamente el de mostrar cómo el acercamiento entre Teología e Historia puede producir frutos completamente inesperados. De manera que también la palabra y la imagen se aproximan, y se hacen capaces de demostrar cómo se completan mutuamente».
«La palabra encuentra nuevamente cuerpo que animar y la vestidura adecuada, mientras que la imagen no sólo deleita los ojos, sino que se hace portadora de las grandes ideas que han animado la historia de la humanidad, como también de la fe en Dios y en su acción a favor de la creación».
Hasta hoy, la Capilla Sixtina fue estudiada bajo el perfil estilístico y, a partir de los trabajos de restauración realizados entre 1979 y 1999, bajo el aspecto eminentemente técnico.
Este volumen muestra en cambio la estructura simbólica, que ordena coherentemente todo el ciclo pictórico de la Sixtina, desde las paredes laterales pintadas por El Perugino, Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Signorelli, hasta la obra maestra de Miguel Ángel en la bóveda, en las lunetas y en la pared del Juicio Final, realizada entre 1536 y 1541, por encargo de Pablo III Farnesio (1534-1549).
La Capilla Sixtina debe su nombre al comitente, Sisto IV della Rovere (1471-1484), que quiso edificar un nuevo y gran espacio sobre el lugar en el que ya existía la Capilla Magna, aula fortificada de época medieval, destinada a las reuniones de la corte papal.
A los teólogos de la corte de este pontífice se debe la formulación de un verdadero programa iconográfico unitario, luego seguido por el mismo Miguel Ángel, que reflejaba bien la Teología Patrística y Medieval.
Al tomar la palabra, el arzobispo Giovanni Lajolo recordó que, siendo joven estudiante de Teología en la Gregoriana, al escuchar las lecciones de Filosofía Estética del padre Johannes Lotz, se sentía «intrigado» por la conexión intelectual y estética entre la pared de fondo con el Juicio Universal y el acabado de la bóveda», con la la figura del profeta Jonás, que mira a Dios mientras separa la luz de las tinieblas, primer acto de la creación.
«A causa de una relación, una proporción, en la práctica, se me hacía arduo aferrar el sentido –añadió–. El gran Jonás que cierra y concluye la bóveda es más del doble de grande que la figura de Cristo, que es el centro dinámico del Juicio».
«Conocía bien la diferencia temporal entre las dos obras. Pero buscaba la clave de la conexión entre ellas –añadió–. Quizá, me parecía, en Jonás está siempre presente la potencia del signo, el signo de la resurrección de Cristo», el signo que Jesús promete a la «generación perversa y adúltera».
El mismo arte de las catacumbas, al evocar las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento, para presentar los ejemplos de la salvación del pasado a los nuevos conversos, representa a menudo a Jonás salvado del vientre de la ballena, donde el profeta había permanecido durante tres días, con el fin de representar la resurrección de Cristo.
«Mientras que la realidad simbolizada –añadió monseñor Lajolo–, es decir la resurrección de la carne, con el resurgir con Cristo de los elegidos, contrasta con el resurgir de los réprobos por su ‘mors secunda’, que es un tema intrínsecamente relacionado con el Juicio y que le da al mismo cuerpo, queda expuesta escénicamente –para quien observa desde la entrada principal de la Capilla- como un horizonte más lejano y por tanto de otra dimensión».
El padre Pfeiffer por su parte subrayó que «la ornamentación de una iglesia, no sólo de la Capilla Sixtina, no es la ornamentación en el sentido que nosotros le atribuimos. La ornamentación debe dar a la gente que se reúne en estos espacios la conciencia de ser miembros vivos».
«Sería importante, hoy, frente a tantas iglesias sin significado, esta conciencia de hacer de las iglesias miembros vivos, y luego pensar en una arquietctura y una denominada ornamentación», concluyó.
Para el próximo año, la colección «Monumenta Vaticana Selecta» prevé la publicación del volumen de la profesora Nicole Dacos «Las Logias de Rafael. Lo antiguo, la Biblia, el taller y la fortuna», seguido por un volume sobre los «Jardines Vaticanos», confiado a la doctora Alberta Campitelli, que incluirá también un estudio sobre la «Casina» de Pío IV.