CAPE COAST, viernes, 16 noviembre 2007 (ZENIT.org).- El bicentenario del final de la esclavitud en África da ocasión estos días para una reflexión y una alerta episcopal africano-europea sobre las «nuevas esclavitudes».
Cape Coast acoge del 13 al 18 de noviembre un seminario -con una treintena de participantes, entre obispos, miembros de dicasterios y organismos de solidaridad- organizado por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y por el Simposio de las Conferencias episcopales de África y Madagascar (SECAM).
Forma parte de un proyecto (de 2007 a 2010) que prevé seminarios en Europa y África para hacer realidad una mayor comunión y solidaridad entre las Iglesias en este tiempo de movilidad humana.
«Muchas personas, en Europa y en África, siguen siendo esclavas de la pobreza y de la injusticia, sobre todo por la falta de una distribución equitativa de los recursos del planeta», así que se constata que se simultanean formas «tradicionales» de esclavitud con otras nuevas, denunció –en la apertura de los trabajos– el cardenal Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb y vicepresidente del CCEE.
Con la secularización, que tiende a relegar a Dios a la espera privada de la existencia humana, y un creciente fundamentalismo religioso que quiere imponerse a la fuerza, el azote de la esclavitud ha asumido formas nuevas, advirtió el purpurado.
De ello se hace eco la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos -a través de su órgano informativo «Fides»–, junto a la exhortación del cardenal Bozanic a propósito del destino común de Europa y África.
«Estamos reunidos no sólo como representantes de los episcopados de dos continentes, sino sobre todo como un único pueblo –recalcó–, como Iglesia católica y por lo tanto universal», y en virtud de esta universalidad «nace la conciencia de desarrollar una misma misión al servicio del Evangelio» «para afrontar los grandes retos que interpelan a la fe cristiana en esta sociedad nuestra globalizada».
«»Conozco los sufrimientos de mi pueblo» (Ex 3,7). La esclavitud y las nuevas esclavitudes» es el tema de este seminario que recorre la perspectiva bíblica-teológica del fenómeno, las experiencias de esclavitud vividas en ambos continentes en la historia, la reconciliación y la curación de la memoria, el vínculo entre migraciones y nuevas esclavitudes, así como la liberación de éstas últimas -prostitución, esclavitud infantil, trata de mujeres, de niños y de órganos- y el trabajo de los inmigrantes.
Se profundizará también en la cultura de la vida y de la familia, y en proyectos de colaboración entre Iglesias de África y Europa.
Del trabajo forzado ha hablado este viernes en su intervención en Cape Coast el secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerante, el arzobispo Agostino Marchetto, denunciando la situación de más de 12,3 millones de personas en el mundo obligadas a tal opresión.
Y el trabajo forzado incluye explotación sexual, labores domésticas y agrícolas sobre todo en Asia, América Latina y el Caribe, y África Subsahariana y Occidental.
Pero este flagelo también «está presente en los países industrializados», alertó el prelado -según recoge el órgano informativo «Sir» del episcopado italiano–, dirigiendo su recuerdo a 360 mil personas implicadas en él, a más de 260 mil trabajadores en Oriente Medio y el Norte de África, y a 210 mil en los países de tránsito; víctimas de la explotación económica son «en un 56% mujeres adultas y jóvenes».
Subrayó que «la raíz profunda de este horrendo fenómeno de las nuevas formas de esclavitud es la enorme brecha económica entre países ricos y países pobres, y entre ricos y pobres dentro del propio país».
«Pastoral del grito»
Anticipando contenidos de su intervención del próximo sábado, el obispo de Rabat (Marruecos), monseñor Vincent Landel, aludió en «Sir» a la trata de mujeres marroquíes, llevadas a la prostitución en países del Golfo -cosa «que se está desarrollando a gran velocidad»– o engañadas con falsos contratos de trabajo.
De acuerdo con el prelado, también hay niños en Tánger que se esconden en los bajos de camiones o en contendedores intentando emigrar, aparte de los muchos sub-saharianos que mueren en sus largas travesías por mares y desiertos. Todas son formas de nueva esclavitud.
Pero también existe una migración del Norte al Sur, igualmente un «tipo de esclavitud»: «esclavitud del dinero, de los beneficios obtenidos de la deslocalización de empresas, de la fiscalidad», como es el caso de los muchos que se trasladan a vivir a Marruecos «para pagar menos impuestos», describe.
En su opinión «se necesita encontrar una solución internacional dictada por órganos como la ONU, la UNESCO, UNICEF, la OMS». «Todo hombre tiene derecho de ir a vivir y a trabajar donde quiera –puntualiza–, pero antepondría a este derecho el de poder vivir dignamente en el propio país».
Ante esta situaciones, «como Iglesia, debemos llevar adelante la «pastral del grito»», subraya.
Consciente de las nuevas esclavitudes, el arzobispo de Accra (en cuyas calles viven 200 mil chicos y chicas), monseñor Charles Palmer-Buckle, explicó el jueves a «Radio Vaticana» la labor con las nuevas generaciones: «Lo primero que intentamos es proporcionar a los jóvenes una educación pública válida que les capacite verdaderamente para tomar su destino en sus manos, esto es, para poder vivir en sus propios países, trabajar en sus propios Estados».
Y si se tuvieran que marchar –«porque el hombre tiene derecho a vivir donde quiera, donde piense que encuentra seguridad»–, «están abastecidos tanto con conocimientos como con habilidades adecuadas», de forma que estos jóvenes «estarán en posición de evitar nuevas formas de esclavitud», añade.
Por Marta Lago