NUEVA YORK, miércoles, 21 noviembre 2007 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha exhortado a las Naciones Unidas a ayudar a coordinar los programas de asistencia para afrontar los desastres naturales o provocados por el hombre, como el ciclón que ha golpeado recientemente a Bangladesh.
El arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, dirigió su llamamiento el pasado 19 de noviembre en la reunión plenaria de la 62ª Asamblea General.
Recordando «los muchos efectos devastadores» de estos desastres, el prelado explicó cómo «hombres y mujeres que trabajan para las organizaciones humanitarias internacionales, nacionales y locales, muchas de las cuales se basan en la fe, arriesgan la propia vida y el propio futuro para ayudar a las víctimas de tales catástrofes».
«Debemos trabajar por la seguridad de estos trabajadores humanitarios y por el bienestar de los pueblos que sufren a los que asisten, mediante un sistema de respuesta a los desastres verdaderamente eficaz, coordinado y humano», constató.
El año pasado, recordó el arzobispo, «el alto número de desastres naturales en el mundo fué tristemente acompañado por desastres provocados por el hombre», «muchos y extremadamente costosos».
«Los conflictos armados han devastado las sociedades en muchos lugares, robado vidas, destruido economías, retardado el desarrollo y frustrado los esfuerzos de recuperar la paz».
El arzobispo Migliore alabó los esfuerzos realizados por los Gobiernos de los países miembros de la ONU en prepararse a los desastres naturales, reduciendo de este modo los efectos negativos que provocan.
«Aumentan el conocimiento y la capacidad de los agentes locales para responder eficazmente a las situaciones de emergencia, y de este modo los países pueden reducir los costes y las consecuencias de un desastre a largo término».
Visto que las organizaciones civiles y basadas en la fe son «altamente eficaces en este sentido», observó, deben ser «plenamente involucradas, sostenidas y, cuando sea necesario, debidamente protegidas».
La posición de Naciones Unidas dentro de la comunidad internacional pone a la organización en una situación clave para coordinar la respuesta humanitaria a los desastres, explicó Migliore.
Para que esta respuesta sea eficaz, la ONU «necesita la plena colaboración de los estados directamente interesados, sobre todo al asegurar que estos últimos respeten plenamente sus deberes, según el derecho internacional y el derecho humanitario internacional, y que respeten su propia responsabilidad de defender a su pueblo».
«La recuperación tras el desastre a largo término y sostenible sigue siendo un reto y una necesidad –declaró–. Si cada Gobierno es responsable del desarrollo de las estrategias de recuperación a largo plazo, es importante la colaboración con las agencias locales, sobre todo con aquellas que han adquirido un conocimiento concreto de la situación y tienen un despliegue de recursos en la región a largo plazo».
La reconstrucción a largo plazo exige además «el interés continuado y el apoyo de la comunidad internacional».
Según el observador permanente, a las imágenes difundidas por los medios sobre los desastres humanitarios, sigue a menudo «una efusión de buena voluntad y solidaridad internacional» que, sin embargo, «se debilita e incluso desaparece» cuando la atención y los recursos se desplazan hacia otras prioridades.
Esto, denunció el prelado, podría representar un grave problema, «sobre todo en situaciones post-conflicto, en las que la probabilidad de una reanudación de la violencia es muy alta, o en lugares en los que un desastre natural en verdad catastrófico, ha barrido la base económica de enteras comunidades».
«Alabamos por tanto las iniciativas para subrayar las situaciones humanitarias a menudo olvidadas y los esfuerzos humanitarios inadecuadamente financiados en el mundo».
En este contexto, concluyó, es necesario un «empeño constante», si se quiere alcanzar «un sistema de reconstrucción sostenible y a largo plazo de pueblos y regiones».