Ser cardenal, según el arzobispo de París

Entrevista con el nuevo purpurado André Vingt-Trois,

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ROMA, lunes, 26 noviembre 2007 (ZENIT.org).- Para el nuevo cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, la decisión del Papa de incluirle en el Colegio de los purpurados significa vivir y sentir en primera persona la universalidad de la Iglesia.

El nuevo cardenal fue elegido el 5 de noviembre presidente de la Conferencia Episcopal de Francia en la asamblea general celebrada en Lourdes.

De 65 años, el cardenal Vingt-Trois es además ordinario militar en Francia. Presentemente había sido obispo auxiliar de París y arzobispo de Tours.

–¿Qué significa para usted el llamado del Papa a ser cardenal?

–Cardenal Vingt-Trois: La decisión del Santo Padre de nombrarme cardenal me ha tocado mucho pues manifiesta de manera gráfica la confianza que nos tiene el Papa a todos los que ha llamado para ser sus cercanos consejeros. La recibo como una invitación a un compromiso más intenso y más determinante en el testimonio de la fe y en el servicio a la Iglesia universal.

–Acaba de ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, ¿qué quiere decir esta nueva tarea?

–Cardenal Vingt-Trois: Los obispos de Francia me han elegido, junto a dos vicepresidentes, para asegurar la animación de la Conferencia Episcopal y en particular de las asambleas plenarias. Es un servicio pastoral muy estimulante: exige que estemos atentos al mismo tiempo a la participación de cada uno de los obispos y a los puntos sensibles de nuestra vida social en los que los bautizados pueden y deben hacer presente el testimonio del Evangelio.

–Uno de los temas que afrontaron en esta última reunión los obispos de Francia reunidos en Lourdes fue el del ministerio sacerdotal y el de la formación de los nuevos sacerdotes. ¿Qué considera esencial en este campo?

–Cardenal Vingt-Trois: Desde hace 26 años, se han tomado numerosas iniciativas en este campo. Algunas se han arraigado y fortificado, otras tuvieron que interrumpirse o corregirse. A pesar de una real convergencia en las convicciones de los obispos, este período ha mostrado muchas diferencias en su aplicación. Consideramos que ha llegado la hora de hacer un balance sobre estas iniciativas y de compartir nuestras reflexiones sobre este punto. Me complace el que un grupo de trabajo haya permitido comenzar esta reflexión.

–Cuando un joven escucha la voz de Cristo como un susurro suave, ¿qué se necesita para que madure y crezca una vocación?

–Cardenal Vingt-Trois: Hace falta tiempo, paciencia y un llamamiento. El tiempo y la paciencia para arraigar y profundizar el llamamiento de Cristo y la respuesta que es debida. El llamamiento lleva a la misión. ¿Cuál es la orientación misionera que va a motivar a los jóvenes a entregar su vida?

–Usted ha trabajado mucho en la cuestión de la familia: todos los miércoles Benedicto XVI dirige palabras a los recién casados. ¿Cómo es posible apoyarles en su camino, cuando tantas uniones bendecidas por el sacramento terminan en separación?

–Cardenal Vingt-Trois: Creer en la potencia del amor. Potencia del amor de Dios por la humanidad, amor indefectible. Potencia del amor de los esposos comprometidos mutuamente definitivamente. Encontrar esposos que dan el testimonio de la estabilidad de este amor. Manifestar el lugar privilegiado de las familias y la alegría de las familias.

–Ser cardenal significa también participar más en la solicitud de Pedro, que preside en la caridad, por la Iglesia universal. ¿Qué significa para usted esta nueva misión?

–Cardenal Vingt-Trois: Estar más y mejor unido a otras Iglesias en el mundo. Es un esfuerzo de información, pero también una atención del corazón.

–Usted acaba de escribir un libro con el título «Los signos que Dios nos da» («Les signes que Dieu nous donne», Parole et Silence). Una buena parte de la opinión pública considera que Dios no da signos…

–Cardenal Vingt-Trois: Los signos son signos para quienes tienen ojos para verlos. Para los demás, son acontecimientos neutros o sin significado. Para quien cree en el amor de Dios, los signos abundan.

Por Anita S. Bourdin, traducción del original francés por JC

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ZENIT Staff

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