CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).- «El farmacéutico católico debe oponerse a vender medicinas que perjudiquen la salud y que se oponen a la ética» opina el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.
Lo afirmó el purpurado en la misa de preparación a la Navidad de una organización de farmacéuticos católicos, el pasado 18 de diciembre en la iglesia de San Lorenzo en Miranda, de Roma.
En la homilía, el cardenal afirmó que «es mejor renunciar a un beneficio económico, aunque sea notable, que comprometer a la propia conciencia».
El presidente del dicasterio vaticano recordó que «un farmacéutico católico no es sólo un comerciante en el campo de las medicinas sino que tiene también una misión que cumplir».
«Ciertamente su trabajo y justa retribución son lícitos», explicó, pero son siempre válidos los principios clásicos por los que se legitima el comercio, es decir: «Virtuositas, Raritas, Complacibilitas».
Respecto a la «virtuositas», se debe considerar la utilidad –precisó el cardenal Lozano Barragán–, porque «un beneficio que no se legitima con una verdadera utilidad del producto que se ofrece, es injusto y fradulento».
Sobre la «raritas», el purpurado auguró que «la singularidad del producto se de lo menos posible y se puedan tener a disposición las medicinas que más sirvan a la población actual, especialmente a los más pobres y necesitados».
El presidente del Consejo Pontificio explicó que «para establecer los precios es muy importante la: «complacibilitas», es decir «la justa valoración de las medicinas por los los usuarios».
Para llegar a esta valoración, el farmacéutico tiene un papel importante -subrayó-, porque «se trata de llegar a concebir la salud como un bien común».
Los farmacéuticos, sostuvo el purpurado, deben vivir la Navidad y el Evangelio ejerciendo «constantemente la caridad», al ayudar a los pacientes, incluso «a aquellos que están fuera del sistema sanitario nacional, los más pobres, los emigrantes».
El cardenal Lozano Barragán concluyó afirmando que «este sería verdaderamente el mejor modo de festejar la Navidad: llevar la paz y la salud, desde su farmacia, a tantos hombres de buena voluntad».
Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín