ROMA, lunes, 24 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Este año la ganadora del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo (www.rielo.com) ha sido la catedrática de historia del arte de Granada maría José Romero Medina, quien explica a Zenit la razón de su quehacer poético.
En esta entrevista concedida después de recibir el galardón en la Embajada de España ante la Santa Sede, la poeta confiesa que su inspiración es la luz andaluza y que ella busca a Dios «en la luz y en la sombra».
–¿Se definiría como una poeta mística?
–Romero: No exclusivamente. La poesía en general me hace sentir libre. Es a mí como el pájaro al aire, y si es poesía mística, –como dice Fernando Rielo– «tiene por finalidad la confesión de la fe», mejor que mejor.
–¿Cuáles son sus referentes literarios?
–Romero: He leído, por supuesto, a san Juan de la Cruz –¿quién no?– sublime y paradigmático. Pero mi referente es el libro mismo de la vida. Busco a Dios en la luz y en la sombra, en las imágenes inmediatas de la Creación y en los aconteceres cotidianos.
–Qué luz es primordial en el poemario, ¿la andaluza, la luz de la fe, la luz de la vida?
–Romero: Esa luz que nos permita «ver», pues las contrariedades en el continuo devenir del tiempo, son «ataduras» que nos impiden ver con claridad. Esto implica lucha y aspirar a crecer en tal grado que –como observa Fernando Rielo– veamos «la tierra desde el cielo, y no el cielo desde la tierra».
¿Si es la luz andaluza la que me inspira? Por supuesto que sí. Es esa luz del Sur tan blanca la que abre los caminos. Digo en un poema: «Toda la claridad del mundo, aquí bajo estos árboles, cercándome».
—¿Por qué es importante escribir la experiencia religiosa?
–Romero: Es importante la experiencia mística para que no se pierdan los valores espirituales entre el materialismo que nos rodea. Vivir el humanismo en una sociedad tan deshumanizada. Ser. Estar. Y reflejarse en el paso de los años. Esta trilogía inseparable de verbos, recorre mi poemario.
–¿Qué vida quiere para su libro de poemas místicos?
–Romero: Espero que mi obra no sea un libro cerrado. Un libro cerrado nada comunica. Sería feliz si todos lo leyeran y sintieran –al menos– el mismo gozo que yo experimenté al escribirlo.
Por Miriam Díez i Bosch