La revolución de la esperanza, según Benedicto XVI (II)

El padre James Schall sobre la encíclica «Spe Salvi»

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WASHINGTON, domingo, 17 febrero 2008 (ZENIT.org).- La vergüenza más grande para el mundo de hoy es que la voz más inteligente a la que se enfrenta viene del papado, dice el padre James Schall.

El profesor jesuita de filosofía política en la Universidad Georgetown es el autor de «The Order of Things» (El Orden de las Cosas) y de «Another Sort of Learning» (Otra Forma de Aprendizaje), ambos publicados por Ignatius Press.

En la segunda parte de esta entrevista con Zenit, el padre Schall comenta cómo Benedicto XVI sirve tanto a la mente como al alma a través de su explicación de las realidades últimas en su reciente encíclica «Spe Salvi».

La primera parte de esta entrevista apareció en la edición de Zenit del 15 de febrero de 2008.

–En el párrafo 15 de «Spe Salvi», hay una comparación entre un monasterio y un alma. ¿Qué trata de ilustrar el Santo Padre con esta imagen?

–Padre Schall: Un pasaje de Josef Pieper, originalmente basado en Santo Tomás de Aquino, y quizá en Aristóteles y Platón, trata la misma cuestión. El pasaje se encuentra en «Josef Pieper – una Antología», con el nombre de «El Propósito de la Política». Sólo son un par de párrafos. Lo señalo siempre a los estudiantes como el más importante de todos los textos sobre política y filosofía política. Dice básicamente que no se puede entender la política sin entender el orden trascendente, y que no se puede tener una sociedad sana en la que sólo haya política.

Pieper escribe, citando a Santo Tomás de Aquino: «‘Es un requisito para el bien de la comunidad humana que haya personas que se dediquen a la vida de contemplación’. Para eso está la contemplación que preserva en medio de la sociedad humana la verdad que es, al mismo tiempo, inútil y el criterio de toda posible utilidad, por lo que es también la contemplación, que mantiene la vista en el verdadero fin, la que da significado a todo acto práctico de la vida» («Una Antología», 123). Este pasaje también está muy detrás de lo que el Papa escribe de la ley natural como criterio y medida de las acciones humanas.

Se puede hacer un resumen del tema. Ningún orden político puede ser bueno a no ser que tenga dentro de él a quienes no se dedica a la política. Es no es en modo alguno una negación de la importancia de la política, sino una negación de que sea la cosa más importante en una sociedad. De hecho, una sociedad que haga de la política la cosa más importante es ya una sociedad totalitaria, como deducía ya Aristóteles.

Cuando el Papa trata este tema en «Spe Salvi», hace referencia a la tradición monástica y a San Agustín. El Papa tiene cuidado al afirma que esta vida contemplativa no se opone a una comprensión apropiada de la vida temporal en este mundo. Se muestra incluso atento a la relación entre trabajo y contemplación. De hecho, la elevación del trabajo a una dignidad y no a una esclavitud u opresión tiene que ver con la noción benedictina de «ora y trabaja».

El Papa cita al pseudo-Rufino que dice básicamente lo que dice Pieper: «La raza humana vive gracias a unos pocos: si no fuera por ellos el mundo perecería». Esta es una afirmación que hay que destacar con razón. No sólo muestra la necesidad de alguien que dentro de la sociedad muestre constantemente a los demás que hay algo más que este mundo, sino que muestra la importancia de la contemplación misma a la hora de conservar recta nuestra mente.

La delicada relación entre voluntad y mente es el drama central de la filosofía y de la revelación. Es por eso que siempre se ha dicho que los grandes desórdenes del alma, así como sus grandes movimientos hacia el bien, comienzan en el corazón de los eruditos, académicos y religiosos, mucho antes de que aparezca en el orden público. Una vez más esto es lo que significa «inmanentizar el eschaton».

–¿Qué piensa del papel del Papa como voz universal en el mundo de hoy, no sólo para los católicos?

–Padre Schall: En breve, el Papa es la única voz universal en el mundo de hoy. Esa es la extraordinaria idea de fundamentar la Iglesia en la Roca de Pedro. Lo que más avergüenza al mundo de hoy es que la voz más inteligente a la que se enfrenta, o con la que deliberadamente rechaza confrontarse, es la que viene del papado. Podíamos pasar todo el tiempo que quisiéramos sacando a la luz escándalos de la Iglesia o cosas que el papado debería haber hecho y no hizo. Lo que no podemos hacer es leer los documentos básicos de la Iglesia, especialmente los de los últimos papas, y afirmar que no tocan las raíces mismas de todo lo que está desordenado en el entero orden público del mundo, no sólo de Occidente, sino del Islam, China, la India y el resto.

Dentro del cristianismo hay una misión para el mundo. Podemos especular sobre lo lento que se ha desarrollado y las razones por las que tarda. Lo que esta encíclica hace es mostrar que los movimientos dentro de la filosofía moderna y de otras religiosas tienen ciertos fines inteligibles que es necesario tratar en términos de esperanza cristiana. Esta encíclica no está dirigida únicamente a la cultura occidental.

Lo que Benedicto XVI muestra en «Deus Caritas Est», así como en esta encíclica, es que podemos esperar tanto un mundo mejor como la vida eterna, pero no podemos confundir uno con otro. Otro punto a resaltar en este documento, creo que es cómo considera las nociones trascendentales clásicas – unidad, verdad, bondad, ser y belleza – para mostrar como pueden existir cada una de una forma concreta. Ninguna es realmente una abstracción. La caridad no es algo que podamos exportar al gobierno. La justicia es algo que está presente en todas partes. La belleza es la gran categoría platónica, con todo es necesario que se fundamente en lo que es bueno y verdadero.

La encíclica termina con el debate del sufrimiento y su relación con todos estos temas. Es una sección a destacar. Aquí es donde el Papa cita a los filósofos alemanes que reconocen finalmente que debemos ocuparnos del mal y de la justicia incluso del pasado, y que no podemos realmente hacerlo sino a través de la doctrina y la realidad del juicio final y de la resurrección del cuerpo. De hecho, siguiendo al mismo Platón, no se pueden tratar fuera del significado verdadero del perdón y del sufrimiento delegado.

El papel del Papa como voz universal es la de hacer presente dentro del mundo lo que necesitamos saber sobre lo que verdaderamente somos. Necesitamos saber sobre el juicio, el sufrimiento y el infierno. Necesitamos saber que, si negamos la doctrina del infierno, nuestras ideologías simplemente la reinventarán en este mundo como que sea verdaderamente inhumano. El infierno de la revelación es simplemente la consecuencia lógica de lo que verdaderamente queremos decir con el mal uso de la libre voluntad, sin la que no podría existir.

El sufrimiento, como nos dice la revelación, es el producto del pecado y de la muerte. Los esfuerzos para negar el pecado y la muerte normalmente producen algo peor. No obstante, deberíamos buscar reducir el dolor y el sufrimiento en este mundo. Este es uno de los subproductos de la comprensión de la vida eterna de la revelación, es decir, una comprensión más completa de las imperfecciones de este mundo.

Al final, podemos esperar porque podemos comprender en primer lugar lo que significa en última instancia. Por eso debemos agradecer a este Papa que nos explique lo que verdaderamente son las realidades últimas y cómo debemos comprenderlas y, sí, lograrlas. Este servicio a la mente es también un servicio a nuestras almas.

Por Carrie Gress

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ZENIT Staff

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