GUADALAJARA, lunes, 18 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito monseñor José Sánchez González, obispo de Guadalajara, a propósito de la Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española del 31 de enero de 2008 con motivo de las elecciones generales.
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Queridos diocesanos:
Ha sido tal el revuelo que se ha armado con motivo de la última Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, que me creo obligado a dar a mis diocesanos una explicación. Pertenezco a dicha Comisión Permanente y me siento corresponsable de dicha Nota.
Vaya por delante que desde 1979, con motivo de las primeras Elecciones Generales de la España Democrática actual, siempre los Obispos de la Iglesia en España han publicado una Nota. Son todas muy parecidas.
Nos sentimos en la obligación y con el derecho de hablar, como todo ciudadano en un país libre y porque es nuestro oficio ayudar a la formación del juicio y de la conciencia y al discernimiento a la hora de tomar decisiones importantes en la vida que afectan a las personas y al bien común de nuestra sociedad y de la Iglesia. No nos consideramos legitimados, ni es nuestro papel intervenir en la política de los partidos, ni en la confección de leyes, decretos, sentencias y normas del ámbito civil. Ni pretendemos imponer nuestra moral. Nuestro espacio para hablar no es sólo el púlpito o la sacristía. Nos interesan los asuntos del mundo en que vivimos, al que pertenecemos y en el que tenemos una responsabilidad y una tarea propias.
La finalidad de estas «notas» es, en primer lugar, apelar a la responsabilidad, sobre todo de los católicos ante la importancia y la trascendencia de unas Elecciones Generales e invitar a la participación libre y en conciencia, en una u otra dirección, incluido el voto en blanco.
En segundo lugar, intentamos ayudar a quienes quieran escucharnos a formarse una opinión o un juicio fundado sobre los valores en juego, sobre los programas, los partidos, los candidatos y sus posibilidades, las circunstancias del país… Para ello, ofrecemos, nunca imponemos, criterios de discernimiento desde lo que consideramos la naturaleza de las cosas y la recta razón, reforzadas por los principios que se derivan del Evangelio y que se desarrollan en la Doctrina Social de la Iglesia.
Nunca, tampoco ahora, intentamos imponer ni recomendamos el voto para un partido político determinado. El sentido y la dirección del voto es responsabilidad de cada uno. Sí que afirmamos que ningún partido político y ningún programa humano agotan el Evangelio o se adecuan totalmente con el mismo, que puede haber diversas opciones legítimas, y sólo partidos totalitarios o que incluyeran el terrorismo, la violencia, el racismo, etc. como instrumento político no podrían, en conciencia, ser votados.
Los aspectos en los que solemos insistir e invitar a conocer y a discernir a quienes quieran escucharnos son, desde hace muchos años, también en la Nota actual: La vida humana desde su concepción hasta la muerte natural; las instituciones matrimonio y familia; la educación, tanto en el aspecto de la libertad, como en el de la responsabilidad primera de los padres, el terrorismo, el paro. De un modo más o menos expreso estos asuntos están prácticamente en todas nuestras notas. Ponemos más el acento en uno u otro aspecto, según la actualidad, las circunstancias o los riesgos para los valores en juego.
Hay, además, otros asuntos que se tratan en unas notas y en otras no, como son, la vivienda, la emigración, la violencia doméstica, el abuso de menores, la legislación laboral, la corrupción, la ayuda al desarrollo, las injusticias sociales, el medio ambiente, etc.
Respetamos a quienes piensen y actúen de una u otra manera. No nos consideramos infalibles ni a nuestra «notas» perfectas. Somos conscientes de que toda obra human es mejorable, y de que es humano equivocarse en el contenido, en la forma, en el método y en el momento. Pero de ahí a la reacción que ha habido desde el poder, desde determinados medios de comunicación y en determinados ambientes sociales y aun religiosos, a base de insultos, amenazas, manipulaciones, demagogia, maniobras de división y de descalificación de los Obispos, hay un abismo.
Mi pregunta ahora, calmada, sólo en parte, la tormenta es. ¿A quién aprovecha esta desproporcionada agitación? ¿Merecería la pena un hipotético puñado de votos al precio de tanta convulsión? Bueno sería que el tema religioso no fuera objeto de confrontación electoral, menos aún, agitada por determinados líderes políticos, de la comunicación o del arte. La experiencia en España a este respecto, no ha sido la mejor de nuestra historia.
Os saluda y bendice vuestro obispo.