La conversión permite descubrir el amor de Dios, explica el Papa

En su última audiencia general dedicada a san Agustín

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 27 febrero 2008 (ZENIT.org).- La conversión permite descubrir que Dios es amor, considera Benedicto XVI.

Y la experiencia de la dulzura de Dios es la necesidad de fondo que experimenta la humanidad para encontrar la esperanza, aclaró este miércoles durante la audiencia general.

En su encuentro con miles de peregrinos en el aula Pablo VI del Vaticano, el pontífice concluyó la serie de cinco intervenciones que ha dedicado al santo que, como confesó, quizá ha tenido más importancia «en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor», san Agustín de Hipona (354-430).

En particular, revivió su conversión, que como explicó no fue una experiencia repentina, sino que vivió a lo largo de toda su vida.

«Convertido a Cristo, que es verdad y amor», «este grande enamorado de Dios» «se convirtió en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros en la búsqueda de Dios», explicó el Papa.

El Santo Padre reconoció que su primera encíclica, Deus caritas est, «tiene una gran deuda, sobre todo en su primera parte, con el pensamiento de san Agustín».

Y sintetizó así la propuesta que hizo en ese primer gran documento de su pontificado: «También hoy, como en su época, la humanidad tiene necesidad de conocer y sobre todo de vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano».

«Un corazón en el que vive la esperanza –quizá todavía oscura e inconsciente en muchos de nuestros contemporáneos–, para nosotros los cristianos abre ya hoy al futuro, hasta el punto de que san Pablo escribió que «en esperanza fuimos salvados»».

Por este motivo, añadió, «a la esperanza he querido dedicar mi segunda encíclica, Spe salvi, que también ha contraído una gran deuda con Agustín y su encuentro con Dios».

«Tenemos que purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios», dijo el Papa a los fieles, recogiendo una de las ideas centrales de Agustín de Hipona.

«Sólo ésta nos salva, abriéndonos además a los demás», aclaró.

Por este motivo, concluyó invitando a los cristianos a seguir «el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en todo momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, que nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida».

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ZENIT Staff

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