ROMA, domingo, 4 mayo 2008 (ZENIT.org).- Con la fecundación in vitro (IVF) cada vez más popular, crece el número de niños que corren el riesgo de ser separados de sus padres.
El Tribunal Supremo de Irlanda sentenciaba hace poco en contra de los derechos de paternidad de un padre que donó su esperma para ser utilizado en una inseminación artificial, que dio lugar al nacimiento de su hijo.
El padre, homosexual, donó esperma a la madre y a su compañera femenina, que eran una pareja lesbiana. El 17 de abril el Irish Times informaba que el juez John Hedigan dictaminó que la pareja lesbiana podía considerarse una pareja de hecho gracias a los derechos que le otorga la Convención Europea de Derechos Humanos.
En consecuencia, el juez negó la custodia y los derechos de visita al padre biológico, que había emprendido acciones legales para obtener estos privilegios. La información del periódico indicaba que podría apelar el caso al Tribunal Supremo.
En una nota de prensa el mismo día el Iona Institute de Dublín, una organización no gubernamental activa en temas familiares, afirmaba que el niño tiene derecho a conocer a sus padres, y a ser criado por un padre y una madre.
«El hecho de que el hombre en este caso, conocido como ‘A’, sea un donante de esperma, en manera alguna altera el hecho de que es el padre del niño y que el niño tiene el derecho a conocer a su padre y tener alguna forma de contacto con él», comentaba David Quinn, director del instituto.
«Este derecho es inherente al niño y resulta extraordinario que se pase por alto en el mismo momento que está considerando un referéndum de los derechos del niño».
Un artículo del Irish Independent del 19 de abril hacía referencia a uno de los problemas de no conocer al propio padre. El artículo contaba cómo durante años Kirk Maxey ha sido padre de un número desconocido de niños a través de la donación de esperma, una cifra que se calcula entre 200 y 400.
Ahora, con un hijo propio, Maxey se enfrenta al dilema de saber que podría haber más de 100 chicas jóvenes que viven en la vecindad de su casa, con una edad cercana a la de su hijo, que tendrían el mismo padre, pero no tienen ni idea de quién es él.
Huérfanos
En un comentario escrito el 19 de abril para el Irish Times, Breda O’Brien observaba que en décadas pasadas se quitaban a los padres sus hijos y se los internaba en un orfanato cuando las autoridades notaban que la familia no iba a ocuparse de sus hijos.En los últimos tiempos, añadía, se reconoció que esta política era un error en la mayoría de los casos. «¿Por qué entonces estamos tan poco dispuestos a considerar que corremos el peligro de crear nuevas injusticias y cometer en situaciones nuevas exactamente los mismos errores que cometimos en el pasado?», se preguntaba.
«Es necesario que procedamos con extremo cuidado, especialmente si tenemos en cuenta lo mal que hemos entendido en el pasado las necesidades de los niños», comentaba O’Brien.
Irlanda no es ni mucho menos el único país que sufre estos problemas. En Inglaterra, una mujer dio a luz recientemente a la hija de su marido casi cuatro años después de que éste muriera, informaba el periódico Telegraph el 20 de marzo.
Lisa Roberts afirmaba que estaba segura de que su último marido, James, habría aprobado el nacimiento de su hija. El esperma de su marido se conservaba congelado después de que se le diagnosticara cáncer en el 2004, murió poco después aquel mismo año.
Según el Telegraph, algunos niños en el Reino Unido han nacido años después de que sus padres murieran, tras el caso que llegó a los tribunales en 1997, cuando se permitió a Diane Blood que utilizara el esperma de su marido muerto.
En el estado australiano de Victoria, se están debatiendo propuestas para suavizar las leyes de fecundación in vitro, incluyendo aquellas que regulan la donación de esperma. Un artículo del 16 de febrero publicado en el periódico Australian detallaba las objeciones a la donación de esperma de Myfanwy Walker, ella misma nacida fruto de la fecundación in vitro y de esperma donado.
Hasta que no tuvo 20 años no descubrió la verdad sobre su parentesco. En consecuencia, fue capaz de ponerse en contacto con su padre biológico, pero afirma que, incluso si los niños pueden hacer esto, esta situación está lejos de ser aceptable.
Aunque algunos países han abolido el anonimato del donante, permitiendo a los hijos contactar con sus padres biológicos al llegar a los 18 años, Walker observaba que en ocasiones las clínicas no actualizan los datos de contacto. Además, los donantes pueden también evitar activamente el ser encontrados. Des esta forma, cuando los hijos llegan a la edad en que pueden comenzar a buscar a sus padres, la búsqueda puede ser infructuosa.
Buscar en vano
La Convención de Derechos del Niños de Naciones Unidas, indicaba Walker a Australian, declara que los niños tienen derecho a su identidad. Y añadía que este derecho no se respeta cuando el padre es un donante, que puede permanecer anónimo durante los primeros años de vida del niño.
La postura de Walker es compartida por muchos otros hijos nacidos a través de esperma donado, afirmaba la moralista Margaret Somerville, escribiendo en el periódico canadiense The Ottawa Cotizan el 17 de septiembre del año pasado.
Un creciente número de estos niños, actualmente adultos, están expresándose de manera rotunda en contra de la forma en que vinieron a la existencia. Somerville afirmaba que se sienten como «huérfanos genéticos».
Corremos el riesgo de desintegrar la paternidad en sus componentes genéticos, de gestación, sociales y legales, observaba Somerville. Y advertía que esto daña gravemente tanto a los niños como a la sociedad.
Otro periódico canadiense, el Globe and Mail, informaba el 13 de noviembre sobre cómo Liza White descubrió que su hija Morgan, cuyo padre es un donante de esperma, tiene 6 medio hermanos del mismo padre.
Las seis familias y los siete niños están esparcidos a lo largo de Estados Unidos, desde el estado de Washington hasta la capital, Washington. No menos de seis de ellos nacieron con una diferencia de medio año entre ellos y, en el momento en que se publicó el artículo, todos ellos estaban en edad de guardería.
Las madres, todas lesbianas según el Globe and Mail, todavía no saben quién es el padre de sus hijos o cómo contactar con él.
Crisis de identidad
Las técnicas de fecundación in vitro también se están empleando para crear tipos cada vez más extraños de relaciones familiares. Al menos seis madres británicas han congelado sus óvulos para que los usen sus hijas infértiles, informaba el 10 de febrero el Sunday Times.
Las hijas, que tendrán la posibilidad de dar a luz a su medio hermana o a su medio hermano, serán capaces de hacerlo porque la nueva tecnología de congelación permite que los óvulos de sus madres puedan congelarse durante el tiempo suficiente para poder usarse cuando alcancen la edad adulta.
El niño podría sufrir una crisis de identidad intentando hacerse una idea de la relación con sus familiares», declaraba, como reacción crítica a la noticia, Josephine Quintavalle, del Comment on Reproductive Ethics.
La BBC informaba el 5 de octubre de otro caso británico. Un hombre anónimo de 72 años dio su consentimiento para convertirse en el donante de esperma para su propio «nieto». El hombre se ha ofrecido a donar su esperma para su hijo y su nuera que no han sido capaces de concebir a través de fecundación in vitro.
El Catecismo de la Iglesia Católica habla contra los peligros de la fecundación in vitro, refiriéndose, entre otros puntos, al derecho del niño a nacer de un padre y una madre y a conocerlos (No. 2376).
«El hijo no es un derecho, sino un don. El ‘don más excelente
del matrimonio’», añade el Catecismo (No. 2378). Por eso, continúa el texto: «El hijo no puede ser considerado como un objeto de propiedad, a lo que conduciría el reconocimiento de un pretendido ‘derecho al hijo’». Principios que se suelen olvidar, en detrimento de los niños y de la sociedad en su conjunto.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado