Benedicto XVI: Llamamiento a la colaboración entre civilizaciones

Desde el puerto del Brindisi al rezar el Ángelus

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BRINDISI, domingo, 15 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo antes de rezar la oración mariana del Ángelus en el muelle del puerto de Brindisi, tras haber presidido la celebración eucarística.

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Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir la celebración, expreso mi reconocimiento a quienes la han preparado con tanto cuidado y animado con la música y el canto. Doy las gracias a quienes han organizado este viaje y están ofreciendo su contribución para que se desarrolle de la mejor manera: pienso en las autoridades locales, en las fuerzas del orden, en los voluntarios y en vosotros, queridos habitantes de Brindisi. Como todos los domingos, a todos os invito a uniros conmigo con la oración del Ángelus.

El lugar en el que nos encontramos, el puerto, está lleno de significados simbólicos. Todo puerto habla de acogida, de refugio, de seguridad; habla de un arribo suspirado tras la navegación, quizá larga y difícil. Pero habla también de partidas, de proyectos y aspiraciones, de futuro. En particular, el puerto de Brindisi desempeña un papel de primer nivel para las comunicaciones hacia el mar Mediterráneo y hacia Oriente, y por este motivo acoge también una base de las Naciones Unidas, que desempeña una función importante desde el punto de vista humanitario. Desde este lugar tan sugerente, no lejos del país indicado como el «buen día» de Italia (Calimera), deseo renovar el mensaje cristiano de cooperación y de paz entre todos los pueblos, especialmente entre los que rodean este mar, antigua cuna de civilizaciones, y entre los de Oriente Próximo y Oriente Medio.

Quiero hacerlo con las palabras que pronuncié hace dos meses en Nueva York, al dirigirme a la Asamblea de la ONU: «La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación» (Cf. Zenit, 17 de abril de 2008).

Desde este extremo de Europa asomado al Mediterráneo, entre Oriente y Occidente, nos dirigimos una vez más a María, Madre que nos «indica el camino»- Odegitria -, al entregarnos a Jesús, Camino de la paz. Le invocamos con todos los títulos con los que es venerada en los santuarios de Apulia, en particular, aquí, desde este antiguo puerto, nos dirigimos a ella como «puerto de salvación» para todo hombre y para toda la humanidad.

Que su protección maternal defienda siempre vuestra ciudad y vuestra región, a Italia y a Europa, así como a todo el mundo de las tempestades que amenazan a la fe y a los valores auténticos: que permita a las nuevas generaciones remar mar adentro sin miedo para afrontar con esperanza cristiana el viaje de la vida. ¡María, puerto de salvación, reza por nosotros!

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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