QUEBEC, viernes, 20 junio 2008 (ZENIT.org) - El Congreso Eucarístico Internacional que tiene lugar esta semana en Quebec está permitiendo a la Iglesia en general, y particularmente en Canadá, redescubrir la identidad católica, explica Jacques Gauthier, teólogo, laico y escritor.

Y en el centro de la identidad católica está "la Eucaristía, 'don de Dios para la vida del mundo'", aclara a Zenit el autor del libro publicado en Francia y Canadá "La Eucaristía, fuente de la oración cristiana" ("L'Eucharistie, source de la prière chrétienne", Presses de la Renaissance et Novalis, 2008).

Poeta, ensayista, Gauthier ha publicado más de cuarenta libros y dirige el programa "Testigos" en "Radio Ville-Marie" de Montreal todos los miércoles.

--El Congreso Eucarístico es un acontecimiento importante para Canadá, como lo fueron las Jornadas Mundiales de la Juventud de Toronto, en 2002, o la visita a este país de Juan Pablo II en 1984. El impacto de esos acontecimientos, ¿permiten ya comprender cuáles serán las consecuencias de este Congreso para la vida de la Iglesia local?

--J. Gauthier: El Congreso Eucarístico Internacional de Quebec se enmarca efectivamente en la estela de estas grandes concentraciones. A pesar del éxito de esos "festivales" de la fe, no se dio un regreso a la práctica dominical, sino que más bien muchos experimentaron la alegría de ver que no son los únicos que creen en Cristo resucitado. Esta esperanza no puede contabilizarse en números, pero es preciosa para el corazón de los creyentes.

--Entonces, ¿cómo puede renovar a la Iglesia este Congreso?

--J. Gauthier: Religiosos y teólogos de aquí reprocharon al Congreso de Quebec una visión de demasiado clerical de la Iglesia, anclada en el pasado, sin porvenir.

El documento teológico de base del Congreso revaloriza cuestiones que se habían puesto en tela de juicio en los años sesenta: la Eucaristía dominical, la confesión, el sacerdote, el celibato, el matrimonio. ¿Podría ser de otra manera? No es un congreso teológico sobre el futuro de la Iglesia en Quebec, sino un Congreso Eucarístico Internacional que, por naturaleza, es una manifestación gozosa de fe alrededor de lo que constituye la identidad católica: la Eucaristía, "don de Dios para la vida del mundo". La Iglesia local y universal se regenera en su manantial. "La Eucaristía hace la Iglesia, la Iglesia hace la Eucaristía", decía el teólogo Henri de Lubac.

Otros experimentan malestar al ver que se da mucho espacio a la adoración del Santo Sacramento. Es verdad que por impulso de Juan Pablo II y de Benedicto XVI muchos ha descubierto, sobre todo los más jóvenes y los nuevos movimientos, esta forma de devoción que, bien entendida no aleja de la misa ni de la solidaridad con los pobres.

Cuando veo grandes testigos como Frédéric Ozanam, monseñor Óscar A. Romero, la Madre Teresa, el abbé Pierre..., me doy cuenta de que encontraron en la adoración eucarística para amar y luchar por la vida. La experiencia de los santos muestra que la adoración lleva a la solidaridad con el mundo, pues la institución de la Eucaristía no puede separarse del lavatorio de los pies, al igual que son inseparables estas palabras de Jesús: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en conmemoración mía" (Lucas 22, 19); "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mateo 25, 40). 

Si por varias razones todos no pueden comulgar en la misa, todos pueden adorar. Un Congreso Eucarístico es el mejor lugar para tomar conciencia de ello. Lo mismo sucede con la procesión eucarística en las calles de Quebec.

--Lo cual plantea un eterno debate sobre la manifestación pública de la fe...

--J. Gauthier: Basta recordar el magnífico Vía Crucis por las calles de Toronto durante las Jornadas Mundiales de la Juventud de 2002. Si bien fue criticado al inicio, esta iniciativa ha sido retomada en el resto del mundo. No hay que tener vergüenza de manifestar la fe, con total sencillez, y sin miedo por el regreso de una Iglesia fastuosa, pues se necesita una cierta humildad para presentarse de esta manera en el espacio público de la ciudad. A tiempos nuevos, costumbres nuevas.

Un Congreso Eucarístico es un "happening" de la fe católica. De este modo la Expo-Quebec se ha convertido, por una semana, en una ciudad eucarística. Este tipo de congresos testimonia que la fe no es sólo cerebral, sino también "celebrante", con sus catequesis, conciertos, kioskos, liturgias, oraciones, procesiones, encuentros, testimonios, tiempos de silencio y de adoración. No hay una fe sabia para los intelectuales y una fe popular para las personas normales. Lo único que cambia son las expresiones en la manifestación de la fe cristiana. El encuentro es acogerse mutuamente en nuestras diferencias.

Por Gisèle Plantec



Balance vaticano tras la Conferencia Diplomática sobre Bombas de Racimo

DUBLÍN, viernes, 20 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció el arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante las Naciones Unidas y las Organizaciones Internacionales en Ginebra, en la clausura de la Conferencia Diplomática sobre Bombas de Racimo celebrada en Dublín del 19 al 30 de mayo de 2008.

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La protección y el cuidado de las víctimas de las bombas de racimo, la prevención de su sufrimiento, y la suma de un nuevo capítulo relacionado en el derecho humanitario internacional, han sido objetivos claros y obligados de la Santa Sede desde el mismo comienzo del Proceso que condujo a esta Conferencia Diplomática. Estos objetivos se han logrado.

El éxito de la Conferencia se debe a los esfuerzos convergentes de todos los participantes cuya buena voluntad y su preocupación primordial por la situación dramática de muchas víctimas, y de las familias y comunidades de las víctimas, les han llevado a adoptar una actuación decidida.

Mi Delegación reconoce con gran aprecio la valiosa aportación de todos y quiere subrayar en particular el papel de liderazgo que usted, Señor Presidente, ha ejercido de forma eficaz con el apoyo de un equipo capaz y el pleno respaldo del gobierno irlandés.

Entre las muchas voces alzadas en el mundo a favor de las víctimas de las bombas de racimo, de la paz y el desarrollo en los países afectados pero no ahogados por estas terribles armas, ha estado la del Papa Benedicto XVI que pidió «un instrumento internacional fuerte y creíble».

Avanzando a lo largo de esta senda, muchos países, así como organizaciones no gubernamentales e individuos, se han implicado con determinación y un sentido de solidaridad y compasión en un duro trabajo por una Convención sobre bombas de racimo. El Proceso ha avanzado sin pausa desde Oslo, hasta Lima, Viena, Wellington y, finalmente, Dublín.

Señor Presidente,

Entre los resultados positivos logrados permítame que subraye tres de ellos. Primero, la nueva Convención propone un cuidado más amplio de las víctimas de las bombas de racimo al incluir a sus familias y comunidades. También apela al sentido de solidaridad de la comunidad internacional al asumir la responsabilidad de su asistencia psicológica y material y la limpieza de los territorios contaminados por estas municiones.

Segundo, la nueva Convención reconoce «el papel y la aportación específicas de los actores relevantes» (artículo 5.2(c)). De hecho muchos actores están proporcionando cuidado a las víctimas así como cooperación humana, económica y técnica en las diversas actividades recordadas por esta Convención: los estados miembro, los organismos de Naciones Unidas, las organizaciones internacionales, el Comité Internacional de la Cruz Roja y la sociedad civil. En conexión con esto, querríamos rememorar nuestra comprensión e interpretación del artículo 5.2(c), cuando un estado miembro desarrolla un plan y un presupuesto nacional para llevar a cabo actividades de asistencia según la Convención «con la visión de incorporarlas dentro de la carencias, desarrollo y marco y mecanismos de derechos humanos existente en la nación», debería garantizar el pluralismo, que es inherente a cualquier sociedad democrática, y la variedad de actores no gubernamentales relevantes. Esta forma respetuosa de coordinación de las diversas actividades de los actores gubernamentales y no gubernamentales está en línea con lo que indica el preámbulo (PP 10).

Tercero, la nueva Convención es un logro en sí misma pero también un mensaje positivo para proseguir, por parte de la comunidad internacional, los esfuerzos de desarme total y las negociaciones de control de armas. La tarea no está concluida. De hecho, comienza ahora el desafío de poner en práctica este instrumento y dirigir los recursos materiales y humanos hacia las obras de la paz, la solidaridad y el desarrollo.

Señor Presidente,

La Delegación de la Santa Sede no puede concluir sin destacar una vez más cuánto valora el espíritu de compañerismo compartido con los miembros del Grupo Central y los de las demás Delegaciones, el Comité Internacional de la Cruz Roja, y la Coalición contra las Bombas de Racimo.

El espíritu de compañerismo ha logrado que el proceso concluya con éxito, un éxito que no estaba asegurado cuando un puñado de estados lo comenzó. El mismo espíritu puede asegurar una implementación con igual éxito y un futuro esperanzador para las víctimas y los países afectados.

Gracias, Señor Presidente.