GUACHOCHI, miércoles 18 de junio de 2008(ZENIT.org–El Observador).- El obispo de Tarahumara, región netamente indígena, situada en el Estado mexicano de Chihuahua, monseñor Rafael Sandoval Sandoval, ha escrito una reflexión sobre el estado de necesidad espiritual y material que guardan los indígenas de la zona, una de las más deprimidas del país.
NECESIDAD DE PAN ESPIRITUAL Y PAN MATERIAL
1. Hechos
Dos carencias hacen sufrir a nuestra gente: la de alimentos y la de la Palabra de Dios. En Tarahumara notamos las dos carencias como urgentes. ¿A cuál darle prioridad? Quien piense que sólo en África hay niños desnutridos, que se dé una vuelta por acá. Pero quien crea que la falta de Dios es problema de lugares lejanos, asómese a cualquier lugar.
Algunos agentes de pastoral, preocupados por la falta de alimentos, de salud, de trabajo, se dedican ejemplarmente a buscar caminos para solucionar tales problemas, pero no le dan a la Palabra de Dios el lugar que le corresponde. Hay quienes, años enteros, se esmeran por la salud, ecología, maíz…, pero dejan como secundario el conocer la Palabra de Dios, los Sacramentos de la Reconciliación, la Eucaristía; a pesar de que la gente pide prepararse mejor espiritualmente. Es como si dijeran que «primero está el estómago y luego vendrá llenar el espíritu». El caso es que hay lugares donde por años enteros no se ha impartido la Confirmación. Hay una pobreza mayor que la material: la del vacío de Dios.
Algunos otros, preocupados por la proliferación de las sectas, por falta de catequesis y de una necesaria ilustración en la fe, se dedican a dar Palabra de Dios. Pero no ven suficientemente la dimensión social de la fe. No les importa mucho que la gente viva con hambre, en la pobreza y exclusión. Se olvidan que la mayor preocupación son los débiles, y que la oportunidad única de salvación de los fuertes son los de abajo.
Hay instituciones empresariales que, cuando se les pide apoyo, dicen que sólo lo hacen ante problemas sociales, pero no religiosos. Olvidan que el ser humano es una unidad que no se puede dividir.
2. Pensar
En su libro, «Jesús de Nazaret», el Papa Benedicto XVI, explicando la primera tentación, afirma que el tentador le dice a Jesucristo: «Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes» (Mt 4, 3). El desafío, tanto para Cristo como para la Iglesia, es grande: Si dices ser la Iglesia de Dios, preocúpate ante todo del pan para el mundo, lo demás viene después. Pero la respuesta de Jesús es clara y tajante: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4).
El Señor no es indiferente al hambre de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las sitúa en el contexto adecuado y les concede la prioridad debida. El milagro de la multiplicación de los panes, no está tanto en la multiplicación, sino en el compartir. El problema alimentario es importante, la libertad es más importante, pero el Señor que está en la Palabra y Sacramentos es lo más urgente. Por aquí está la jerarquía de valores.
Cuando a la Palabra y Sacramentos se les deja al último, entonces tenemos menos pan material. Si no dejamos que Dios cambie los corazones, más injusticias habrá. Donde Dios ocupa el primer lugar, entonces crecen los sentimientos que nos hacen compartir el pan para todos. El problema no está en la falta de alimentos – sabemos que hay de sobra -, sino en el corazón duro que no permite compartirlos con quien no los tienen. Pero nadie compartirá sus bienes, si antes no ha sido tocado por la Palabra.
3. Actuar
Jesucristo no es un reformador social, sino un integrador del hombre. Él transforma la interioridad de la persona, y la cambia. Si no dejamos que Él habite dentro, no habrá solución posible en el problema alimentario. Sólo dejándonos invadir por Él, acabaremos con todo mal, también con el mal de falta de alimentos materiales.
Un buen gobernante, empresario, pastoralista, etc., si quiere hacer el bien, ha de promover y defender valores perennes; empezar siendo congruente en el compartir los bienes espirituales y materiales. Si no lo hacemos así, mentimos o caemos en paternalismos o populismos que agravan más la situación.
No es aquí lugar para ver el fondo del problema alimentario y del problema de falta de evangelización. Basta apuntar algo: Reconocemos los esfuerzos del gobierno en Tarahumara, pero no existe una atención al campo ni hay fuentes de trabajo suficientes y adecuadas que eviten que muchos se dediquen al narcotráfico. No existe una universidad completa que impida que los jóvenes salgan de su tierra y que casi ninguno vuelva. Existen dos cárceles en situaciones infra humanas, donde, a pesar de tantas peticiones, siguen peor que antes.
En la Iglesia deberíamos compartir todo. Hay diócesis con abundantes vocaciones sacerdotales, pero no las comparten con otras más necesitadas. También hay quienes no permiten que entren evangelizadores porque «no van con nuestro caminar». Hay templos lujosos – lo cual no es malo- mientras otras Iglesias locales no tienen ni techo para cubrirse de las inclemencias. Hay agentes de pastoral que se dan ejemplarmente a los pobres, pero no les dan una celebración litúrgica digna y solemne que les llene sus corazones. No saben, o no quieren saber, que la gente pobre también tiene necesidad de una liturgia digna.
Las instituciones habrían de hacer un examen serio de conciencia. Los empresarios, pero también cada uno, deberíamos hacer el examen: mientras muchos no tienen alimento necesario para vivir, ¿en qué gastamos lo que tenemos?, ¿cómo compartimos los carismas?…
Habría que buscar a Jesucristo para pedirle el pan material, pero hay que escucharlo cuando nos dice: «Mi Padre es el que les da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo… Yo soy el pan de vida…» (Jn 6, 32-34). Él quiere que le pidamos otro Pan que es Él mismo. Porque el que come el pan material morirá, pero el que lo coma a Él, vivirá para siempre.
+ Rafael Sandoval Sandoval
Obispo de Tarahumara